Chucho Valdés es uno de los máximos exponentes del jazz afrocubano a nivel mundial. Con una trayectoria de más de 60 años dedicados a la música, este pianista y compositor cubano ha dejado un legado imborrable dentro del género.

Sus inicios y formación musical

Nacido en 1941 en el seno de una familia de músicos en La Habana, Cuba, Chucho mostró desde pequeño su inclinación por la música. Según cuenta, con solo 3 años ya tocaba el piano siguiendo los pasos de su padre, el gran Bebo Valdés, pianista, compositor y director de orquesta.

Bebo fue su primer maestro y guía, quien le inculcó la disciplina, el estudio y el respeto por el arte. Esta sólida formación temprana sentó las bases para el futuro éxito de Chucho. Como él mismo relata:

«Mi padre me preguntó si realmente quería ser músico, tenía que tener mucha disciplina, estudio, respetarme y respetar a las personas que me están escuchando.»

Sus años de aprendizaje junto a Bebo y visitas nocturnas a famosos clubes habaneros despertaron su amor por el jazz. Así, con solo 15 años, Chucho formó su primer trío de jazz. Y en 1959, con apenas 19 años, ingresó como pianista en la popular orquesta “Sabor de Cuba”, dirigida por su padre, considerada una de las más grandes del género en Cuba.

La revolución de Irakere

En 1973, Chucho Valdés fundó, junto al guitarrista Carlos Emilio, el bajista Carlos del Puerto y el saxofonista Paquito D´Rivera, la agrupación que marcaría un antes y un después en la música cubana: Irakere.

Esta innovadora banda combinaba jazz, música afrocubana, rock y elementos de música clásica para crear un sonido fresco y revolucionario. En palabras del propio Chucho:

«Con Irakere interpretaba, a la vez, jazz y músicas populares, durante el carnaval, en fiestas.» 

El uso de instrumentos de percusión afrocubanos en lugar de batería le dio un toque distintivo a su música. Así, Irakere se convirtió, en 1978, en la primera banda cubana en actuar en el prestigioso Newport Jazz Festival, en Estados Unidos.

Este hito les abrió las puertas internacionales de forma definitiva. Su álbum homónimo «Irakere» ganó, en 1979, el primer Grammy para Valdés en la categoría de Mejor Grabación Latina.

Este premio certificó a Irakere y su peculiar fusión del jazz, el son y ritmos afrocubanos como uno de los principales exponentes del latin jazz a nivel mundial. Con Irakere, Chucho revolucionó el panorama musical y sentó las bases de lo que hoy conocemos como «jazz afrocubano».

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Chucho, el último de los ídolos del piano 

Tras la época de oro de Irakere, Chucho pasó a liderar grupos más pequeños como cuartetos o tríos en los años 90 y 2000. Durante esta etapa grabó aclamados álbumes como «Solo Piano» y «Bele Bele en La Habana», que le valieron múltiples premios Grammy y Grammy Latino, elevándolo al estatus de leyenda viva del latin jazz.

Chucho Valdés es considerado uno de los últimos grandes ídolos del piano afrocubano, junto a figuras como Rubén González o su propio padre Bebo. Y es que pocos pianistas han logrado llegar a la maestría interpretativa y compositiva del gran Chucho.

Colaboraciones estelares de Chucho Valdés

A lo largo de su dilatada carrera, Chucho ha colaborado con figuras internacionales del jazz como Michel Legrand y Archie Shepp.

Pero, sin duda, su colaboración más especial fue la que protagonizó junto a su padre Bebo Valdés en 2007. Después de casi 50 años separados, grabaron el disco «Juntos para siempre», una emotiva celebración del reencuentro paterno-filial.

Chucho Valdés junto a su padre bebo. Foto: tomada del sitio OnCuba

“La música es universal, y además es la banda sonora de la vida. En toda nuestra vida hay momentos en los que la música nos lleva a un tiempo o a otro […] La música lo expresa todo, sin palabras a veces.”

Este conmovedor álbum íntimo les valió un Grammy en la categoría de Mejor Álbum Tropical Latino. Participar junto a su mentor Bebo en este proyecto cerraba un círculo en la vida de Chucho y le hacía reencontrarse con sus raíces.

El jazz afrocubano moderno

A lo largo de los años, Chucho Valdés ha ido puliendo su personal estilo dentro del latin jazz a través de la exploración de sus raíces afrocubanas. Principalmente con el empleo de tambores batá, instrumentos rituales de la religión Yoruba en Cuba.

Como él explica, en la música cubana confluyen múltiples influencias:

«Casi todos nosotros tenemos descendencia africana, pero también mucha española. […] Esa fusión rítmica que tienen ustedes se junta con la parte de África y esto es el jazz afrocubano.»

Discos recientes como «Jazz Batá 2», que fusiona jazz de piano con percusiones batá, y proyectos con talentos emergentes demuestran que, a sus 82 años, Chucho continúa innovando dentro del género.

En 2018 fue incorporado al Salón de la Fama del Jazz como Leyenda Viva, el máximo honor para cualquier músico de jazz. Su música, que aúna tradición afrocubana y vanguardia jazzística, es uno de los legados más preciados de la cultura cubana al mundo. 

Y es que después de más de seis décadas sobre los escenarios, Chucho Valdés se ha ganado a pulso el título de ícono mundial del jazz afrocubano y de ser considerado una de las figuras musicales más influyentes de Iberoamérica. 

Mirando al futuro

A pesar de su avanzada edad, Valdés continúa llenando sus agendas de conciertos y proyectos, respaldado por el furor de un público entregado y unos medios de comunicación que siguen reconociendo su genio universal. 

Este incansable embajador del jazz afrocubano planea seguir fiel a los consejos que en su día recibiera de su progenitor: mantener la disciplina, estudiar sin descanso y respetar su arte. Una filosofía que le ha llevado a lo más alto y que sin duda constituye parte fundamental del legado de este ícono de la música cubana.