Ocurrió en 1854, en Londres, y la enfermedad era el cólera. Una bomba de agua contaminada fue identificada como la fuente. Fue el nacimiento de la epidemiología moderna.

Cuando empezaron los casos, y a medida que aumentaba el número de enfermos y de muertes, no había certeza sobre la causa ni la forma de contagio de la enfermedad. Para combatir el mal, el doctor John Snow comenzó a rastrear los casos uno por uno en toda la ciudad, trazando su propagación mediante mapas que le ayudaron a determinar el punto de origen. Fue el inicio del fin de la epidemia.

Casi dos siglos después, ante el desafío de la pandemia causada por el coronavirus, prevalecen muchos de los mismos principios. Los mapas siguen siendo una potente herramienta, pero ahora son digitales; ya no solo se recolectan datos de puerta en puerta sino que además contamos con la ayuda de aplicaciones en millones de dispositivos celulares. En América Latina y el Caribe, en 2020, los herederos de John Snow están sumando el poder de la tecnología para responder a la enfermedad del COVID-19.
 
“Con las nuevas herramientas digitales, al final del día hacemos muchas de las mismas cosas que funcionan desde la salud pública: estamos tratando de detectar, prevenir, responder y recuperarnos de enfermedades, y la única forma de hacerlo es obtener información que sea precisa y oportuna para tomar decisiones”, explica Jennifer Nelson, especialista en soluciones digitales para la salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
 
Para Nelson, el uso de herramientas digitales es determinante no solo para proveer a los profesionales de la salud con los mejores datos, sino también para los pacientes, y sustentar mejores tratamientos contra la enfermedad. La actual respuesta y el énfasis en la veloz obtención y diseminación de información es el resultado de una historia de desafíos identificados y superados a lo largo de epidemias como la del SARS en 2002, MERS diez años después, o el ébola en 2014.
 
“Una de las cosas más poderosas que hemos visto con esta crisis es que, con el uso intencional de la tecnología y la experiencia que tenemos sobre lo que funcionó en emergencias pasadas, se está teniendo éxito al tomar herramientas que se usaron en otras crisis y adaptarlas rápidamente para la respuesta al COVID-19”, dice Nelson.
 
Como toda herramienta, estas innovaciones no funcionan por sí solas: su éxito depende del plan en el cual se adscriben y la claridad de las necesidades a las cuales se aplican, advierte Ferdinando Regalia, jefe de la División de Protección Social y Salud del BID. “Es cuando las intervenciones digitales se incorporan dentro de una respuesta de salud pública coherente que pueden ser muy poderosas”, puntualiza.
 
Es lo que están logrando Uruguay, Costa Rica y Surinam. Estos países, de momento, han conseguido controlar el contagio, gracias en parte a la apuesta de sus ministerios de salud por adoptar innovaciones digitales.

URUGUAY: LOS DATOS AL CENTRO DE LA RESPUESTA

“El primer caso de coronavirus en Uruguay fue el 13 de marzo”, recuerda Pablo Orefice, director de Salud.uy, una iniciativa del gobierno de Uruguay que promueve el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación en el sector de la salud. Ese mismo día, añade, empresas privadas y gobierno comenzaron a delinear los principios básicos de una estrategia unificada para la emergencia sanitaria.
 
Un cuestionario epidemiológico único para el país fue el primer paso para capturar los insumos de la población, difundido mediante centros de llamadas gratuitas, sitios web, organizaciones de salud, y aplicaciones de Whatsapp y Facebook Messenger. A ello se sumó el lanzamiento de la aplicación Coronavirus UY para brindar a la ciudadanía información relevante, y hacer posible el registro cotidiano de síntomas y el contacto directo con prestadores de salud.
 
Esas múltiples fuentes de información, a su vez, se canalizaron en una base de datos centralizada, alimentada por las historias clínicas electrónicas de todas las instituciones de salud de Uruguay, donde se encuentran digitalizados los historiales clínicos del 95% de la población. Esa información quedó resguardada mediante un dictamen de protección de datos personales para el manejo de la información del COVID-19 y una ley de telemedicina.
 
Alimentado por esas fuentes, un algoritmo de inteligencia artificial ahora clasifica a cada persona con riesgo clínico en un sistema de semáforo, mediante el cual profesionales de la salud pueden priorizar cada caso, acceder a todo el historial del paciente — desde su edad hasta si tiene una profesión de riesgo — y contactarlo. La información también ha permitido una mejor planeación y gestión de recursos, con un mapeo de la capacidad de respuesta a escala nacional.
 
“Hicimos otra aplicación para el relevamiento de camas e insumos necesarios para el COVID-19, desde los ventiladores hasta los recursos humanos para la atención de esas camas y pacientes. Cada institución reporta dos veces al día la disponibilidad y la ocupación que tiene”, dice Orefice.
 
Los mismos datos sirven, finalmente, para trabajar en la estrategia de salida y la vuelta a la actividad: “se está mirando continuamente el comportamiento de la curva de acuerdo a las decisiones que se están tomando, y se está planeando a futuro”, dice Orefice.

COSTA RICA: CONSTRUIR SOBRE BASES SÓLIDAS

La aplicación del Expediente Digital Único en Salud (EDUS) lleva tres años de existir, apoyada en un sistema que emplea expedientes electrónicos para todos los servicios de salud pública en Costa Rica y que acumula ya más de 50 millones de atenciones. Sobre esas bases digitales sólidas se alzó la pronta respuesta del país al inicio de los contagios.
 
“En Costa Rica detectamos el primer caso el 6 de marzo y, desde esa semana, vimos la necesidad de implementar un mecanismo de registro de síntomas. Aprovechando que ya teníamos un posicionamiento de EDUS, más de un millón de descargas de la aplicación y un despliegue de alrededor del 30% del país, en cuestión de una semana habilitamos dos iteraciones: la primera fue la prueba de riesgo, con el registro de síntomas y antecedentes, y dos días después habilitamos el seguimiento de síntomas actualizado en tiempo real. Pronto las personas podrán también recibir, por este mismo medio, el resultado de laboratorio de sus pruebas de COVID-19”, dice Manuel Rodríguez, director de Proyecto Expediente Digital Único en Salud en Caja Costarricense de Seguro Social.
 
Para el 26 de abril, 1.573.000 personas habían descargado la aplicación, de las cuales 127.000 habían hecho la prueba de riesgo. Esto permitió identificar 7 mil casos de riesgo alto, 26 mil de riesgo medio y 47 mil de riesgo bajo, además de quienes no reportaron síntomas. Al 13 de mayo, se reportaban 815 casos y 8 muertes. 
 
También, si el paciente brinda su consentimiento informado, los datos de los registros de la aplicación contribuyen a un sistema de geolocalización que permite desagregar quiénes han hecho la prueba de riesgo por rango de edad, género o provincia. Este sistema genera mapas de calor para identificar dónde se concentran los casos en el país y poder detectar posibles brotes.
 
“Desde lo que denominamos el módulo de comando de gestión clínica, podemos priorizar la atención. Ahora mismo puedo ver cuáles son los síntomas por severidad en las últimas 24 horas”, cuenta por teléfono Rodríguez, mientras consulta el sistema. “En ese tiempo, trece personas nos han indicado síntomas de dificultad respiratoria severa, tres reportan fiebre. A todo ellos podemos contactarlos en función de su condición”, explica Rodríguez.

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SURINAM: LA COOPERACIÓN COMO RESPUESTA

En una emergencia que no entiende de fronteras, la colaboración es esencial. En Surinam, la respuesta digital ha sido la suma de varios aliados. La Organización Mundial de la Salud proporcionó la herramienta Go.Data, usada en la epidemia del ébola, para la investigación de brotes y la recolección de datos; la Organización Panamericana de la Salud (OPS) asesoró al gobierno en su respuesta de salud; y el BID aportó un préstamo y cooperación técnica para mejorar el acceso a servicios de atención primaria integrados de alta calidad y la efectividad del sector de la salud.
 
“Trabajamos bajo un objetivo común, respetando las dinámicas de cada institución pero siempre pensando en una sola cosa: mejorar la salud pública de todos los países de la región”, explica Marcelo D’Agostino, asesor senior de sistemas de la información y salud digital de la OPS.

Aunque los casos de infección del coronavirus en el país siguen muy bajos, con diez casos confirmados y una muerte al 13 de mayo, el gobierno sabe que trabaja a contrarreloj para evitar que se expandan.

“Para poder controlar la pandemia debemos utilizar herramientas digitales para la comunicación masiva, el registro de casos y el seguimiento de contactos. Debido al nivel de contagio y la facilidad de propagación del virus, el tiempo que tenemos para responder es esencial. Las herramientas digitales nos permiten hacer esto, y también hacerlo de manera estructurada”, explicaron por correo electrónico Cleopatra Jessurun, directora del Ministerio de Salud de Surinam, y Jouke Locher, director del programa IS4H, que dirigió la implementación de Go.Data en el país con el apoyo de la OPS.

Así como las lecciones de epidemias pasadas informan la presente respuesta, la contribución de nuevas herramientas digitales son parte de la innovación surgida en tiempos de crisis, y cuyas lecciones seguirán tras superarla.

Artículo publicado en IDB