Estados Unidos vive un boom ciclista: tras la pandemia las ventas de bicicletas se dispararon y cada vez más personas se mueven a pedales por las grandes y medianas ciudades. Sin embargo, el entusiasmo convive con una estadística inquietante: también aumenta la cifra de ciclistas que pierden la vida en la carretera. Este contraste, con más bicis y más muertes, expone las fallas de la infraestructura, la hegemonía del automóvil y unas políticas de seguridad todavía insuficientes. 

El auge de la bicicleta

Varias fuerzas confluyeron para disparar el uso de la bicicleta: transporte sostenible, ahorro de combustible, hábitos saludables y la necesidad de evitar el transporte público durante la COVID-19. Según la Oficina del Censo, alrededor del 0,6 % de los trabajadores en Estados Unidos utiliza la bicicleta para ir al trabajo, con una mayor concentración en zonas urbanas y entre jóvenes de 16 a 24 años. Empresas y municipios también lanzaron incentivos como bonos para empleados, redes de bicicletas compartidas y carriles emergentes que visibilizaron el potencial del ciclismo urbano.

Una estadística que no baja

El entusiasmo contrasta con la seguridad vial. Según la National Highway Traffic Safety Administration (NHTSA), 1 105 ciclistas perdieron la vida en las carreteras de Estados Unidos en 2022, lo que representa un aumento del 13 % respecto a 2021 y convierte ese año en el más letal de las últimas cuatro décadas. Todo indica que 2023 y 2024 también fueron años especialmente letales, reafirmando el aumento sostenido de la siniestralidad vial. Con estos números sobre la mesa, el recuento de ciclistas muertos deja de ser un titular y se vuelve una cruda fotografía estadística. Cada pérdida representa no solo una tragedia personal, sino también un coste social y económico que trasciende el accidente.

Factores que alimentan el riesgo

Antes de proponer soluciones conviene entender por qué la mortalidad sigue al alza. Cuatro factores se repiten en los estados con peores registros:

  1. Diseño vial centrado en el coche. Calles anchas y límites de velocidad altos ofrecen poco margen de maniobra al ciclista.
  2. Exceso de velocidad y vehículos más grandes. La popularidad de SUV y pick-up, con frontales más elevados, multiplica la gravedad de los impactos.
  3. Infraestructura fragmentada. Muchos carriles ciclistas urbanos carecen de protección física, lo que incrementa el riesgo en zonas de tráfico compartido.
  4. Conductas peligrosas. Uso del móvil al volante, consumo de alcohol y poco respeto a la distancia mínima de rebase elevan la vulnerabilidad.

En conjunto, estos factores convierten cada trayecto en bicicleta en un ejercicio diario de supervivencia, especialmente fuera de las zonas céntricas y en los tramos con mayor flujo vehicular.

¿Dónde ocurren más muertes?

La crisis es nacional, pero ciertos estados concentran el problema. Mississippi registra la tasa más alta de mortalidad ciclista con 12,77 muertes por cada 1.000 personas que van al trabajo en bicicleta. Le siguen Luisiana con 6,39 y Florida con 4,23. Aunque el número de ciclistas sea bajo, la proporción de muertes por cada mil usuarios es alarmantemente alta, lo que evidencia el gran riesgo que enfrentan quienes optan por la bicicleta. El patrón es claro: la mayoría de los decesos sucede en vías estatales con límites altos y pocas medidas de calma del tráfico.

Costos invisibles para la sociedad

Cada muerte ciclista implica un coste económico que trasciende lo personal. El Departamento de Transporte de Estados Unidos valora una vida estadística en 9,6 millones de dólares, suma que refleja tanto el impacto directo como las pérdidas sociales y laborales. Multiplicado por las víctimas anuales, el daño acumulado es inmenso.

Soluciones en marcha y pendientes

Diversas ciudades ya muestran avances medibles:

Rediseño urbano y carriles protegidos

Nueva York rediseñó Queens Boulevard con carriles bici protegidos y cruces seguros. Desde 2015, las muertes por accidentes bajaron un 68 % y las lesiones un 35 %.

Calles completas, tecnología y educación

El programa federal Safe Streets and Roads for All (SS4A) dispone de 5.000 millones USD (2022-2026) para financiar aceras anchas, cruces elevados, radios de giro reducidos y sistemas de detección de ciclistas y frenado automático. Más de 1.600 comunidades ya preparan proyectos con este fondo.

Compromiso Visión Zero

Más de cincuenta ciudades y condados de Estados Unidos forman parte de la red Vision Zero, que persigue cero muertes viales. Mantener avances iniciales exige dotación financiera estable y coordinación continua entre transporte, salud pública y comunidades locales.

Conclusión

La bicicleta aporta beneficios ambientales, de salud y de movilidad, pero sin infraestructura segura la promesa se vuelve paradoja. Estados Unidos ya dispone de datos, programas y ejemplos que funcionan. Falta convertirlos en política habitual. Sin esa decisión, la siguiente bicicleta que salga a la calle correrá el mismo riesgo que ayer y las estadísticas volverán a crecer. Invertir en carriles protegidos, moderar la velocidad urbana y dotar a los vehículos de sistemas que reconozcan a los usuarios vulnerables no es un lujo, sino la diferencia entre llegar a casa o convertirse en otra cifra.