A medida que se intensifica la cuenta regresiva hacia la Copa Mundial de Fútbol 2026 en América del Norte, Estados Unidos se prepara para acoger una porción monumental de este espectáculo global. Las proyecciones de la FIFA estiman un impacto económico de 30.500 millones de dólares para el país, impulsado en gran medida por la llegada masiva de visitantes internacionales. Sin embargo, una sombra amenaza estas previsiones optimistas: una nueva serie de tarifas de visado que entrarán en vigor justo cuando el evento deportivo más popular del planeta aterrice en suelo estadounidense.

La combinación de un potencial turístico sin precedentes con un endurecimiento de las políticas migratorias plantea un desafío complejo, que podría reconfigurar drásticamente el legado económico del Mundial 2026 para Estados Unidos.

La “Gran y Hermosa Ley” y su efecto dominó

En el centro de esta situación se encuentra una legislación recién aprobada, conocida coloquialmente como la “Big Beautiful Bill” del presidente Donald Trump. Este paquete legislativo, que aborda diversas prioridades federales, introduce una reforma profunda en las tarifas de visados no inmigrantes, con repercusiones directas para los viajeros internacionales.

Uno de los cambios más notorios es la incorporación de una nueva tarifa de “integridad del visado” de 250 dólares, que se aplicará a una amplia gama de visados no inmigrantes, incluidos los de turistas, estudiantes y trabajadores temporales, a partir de 2026. Esta tarifa adicional supone un incremento significativo, especialmente al sumarse a los costos actuales de solicitud. Para muchas nacionalidades —en especial aquellas provenientes de mercados emergentes clave—, el costo total de obtener un visado estadounidense podría duplicarse o incluso triplicarse.

Los legisladores republicanos del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, promotores de estas nuevas tarifas, argumentan que su objetivo es “fomentar el cumplimiento de la ley entre los ciudadanos extranjeros que visitan Estados Unidos”. La tarifa de integridad funcionaría incluso como un depósito reembolsable si el visitante abandona el país dentro del plazo autorizado por su visado.

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¿Una tarifa autoimpuesta al turismo?

Sin embargo, esta justificación ha generado una fuerte oposición por parte del sector turístico estadounidense. Líderes de la industria y grupos de defensa, como la influyente U.S. Travel Association, han criticado abiertamente estas medidas, señalando que los costos elevados disuadirán inevitablemente a los visitantes internacionales. Geoff Freeman, presidente y director ejecutivo de la asociación, fue tajante al describir la nueva tarifa como “una especie de arancel autoimpuesto sobre una de las principales exportaciones del país: el gasto en viajes internacionales”.

Las alertas del sector turístico no son nuevas ni infundadas. Análisis independientes ya ofrecen un panorama preocupante. Por ejemplo, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) proyectó recientemente que Estados Unidos podría ser el único país importante en registrar una caída en el gasto de visitantes internacionales en 2025. Esta previsión antecede a la implementación total del nuevo esquema tarifario, lo que indica que las políticas actuales ya están generando vientos en contra para la economía de viajes estadounidense.

El posible impacto negativo en los ingresos turísticos es enorme. Estimaciones sugieren que Estados Unidos podría perder hasta 29.000 millones de dólares solo este año, debido a los cambios normativos en curso. Al compararlo con los beneficios económicos esperados por el Mundial, el contraste es evidente entre las ambiciones económicas y las vulnerabilidades reales del sector.

Copa Mundial 2026: expectativas económicas frente a realidades migratorias

El Mundial de la FIFA 2026 representa una oportunidad única para que Estados Unidos muestre al mundo su hospitalidad, infraestructura y diversidad cultural. El impacto económico proyectado de 30.500 millones de dólares depende, en gran medida, de que millones de fanáticos internacionales viajen a las ciudades anfitrionas. Muchos de estos aficionados, ansiosos por presenciar un evento histórico, necesitarán visados no inmigrantes, justamente los afectados por las nuevas tarifas.

La preocupación dentro del sector turístico y de eventos es que estos obstáculos económicos adicionales, combinados con percepciones persistentes sobre la dificultad de ingresar a EE. UU., reduzcan el entusiasmo y se traduzcan en una menor cantidad de visitantes reales. Incluso una disminución modesta en la asistencia internacional podría, al multiplicarse por la magnitud del torneo, erosionar significativamente las proyecciones económicas. Para hoteles, restaurantes, servicios de transporte y miles de pequeños negocios en las ciudades anfitrionas, esto representaría un golpe directo.

Seguridad fronteriza vs. bienvenida internacional

Es importante considerar el contexto más amplio en el que se producen estos cambios en la política de visados. La “Big Beautiful Bill” también destina fondos significativos para fortalecer la seguridad fronteriza. Específicamente, la ley asigna 4 100 millones de dólares para reclutar y entrenar a al menos 5 000 nuevos agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), así como 2 000 millones en bonificaciones para retención de personal, con el fin de paliar la escasez actual.

Sus defensores argumentan que estas inversiones son fundamentales para la seguridad nacional y para agilizar los viajes legítimos mediante el aumento de la capacidad de procesamiento en los puertos de entrada. En teoría, una frontera más segura y eficiente podría mejorar la experiencia del visitante. Sin embargo, la preocupación del sector turístico radica en que una mayor fiscalización, combinada con barreras económicas, se perciba como un ambiente poco acogedor.

Un delicado equilibrio

A medida que se acerca la Copa Mundial 2026, la tensión entre reforzar la seguridad nacional y maximizar los beneficios económicos del turismo internacional seguirá siendo un punto central del debate. Para un país que se prepara para albergar, junto a México y Canadá, uno de los eventos más unificadores del planeta, el éxito del torneo —dentro y fuera del terreno de juego— podría depender de lograr un equilibrio más armónico entre estos objetivos.

Sin una reevaluación de políticas que parecen imponer un “arancel” a la hospitalidad, Estados Unidos corre el riesgo de marcarse un autogol en el competitivo escenario del turismo global.