Durante la 51ª Cumbre de líderes del G7 celebrada en Kananaskis, Alberta, Canadá, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, protagonizó un gesto que trascendió lo protocolar para convertirse en símbolo de amistad y cooperación hemisférica: obsequió al primer ministro canadiense, Mark Carney, un balón de fútbol artesanal elaborado por manos wixárikas, una comunidad indígena mexicana. Este acto, cargado de significado, no solo fue un gesto de cortesía diplomática, sino un reflejo del espíritu que une a México y Canadá en la organización compartida del evento deportivo más importante del mundo: la Copa Mundial de la FIFA 2026.

Un regalo que habla más allá del fútbol

El balón, cuidadosamente elaborado por artesanos de la comunidad wixárika, es una obra de arte que trasciende su función deportiva. Los wixárikas, originarios de los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas, son conocidos por su artesanía, que refleja su cosmovisión espiritual y conexión con la naturaleza. Este balón, diseñado específicamente para conmemorar el Mundial 2026, no solo celebra el fútbol, sino que también proyecta la identidad indígena mexicana en un escenario global.

Mark Carney recibió el balón con entusiasmo y calificó el gesto como “fantástico”, destacando que los tres países están “totalmente alineados” en su amor por este deporte. Las imágenes del momento circularon rápidamente en redes sociales, consolidando la dimensión pública y simbólica del regalo.

México y Canadá: más que socios comerciales

En su intervención, Claudia Sheinbaum fue clara: la relación entre México y Canadá no se limita al comercio. La cultura, la amistad y los vínculos humanos también ocupan un lugar destacado. «Muchos mexicanos viven aquí en Canadá. Le agradecemos mucho la invitación», expresó la mandataria, reforzando el valor de una relación que ha evolucionado hacia una colaboración más cercana y diversa.

El balón wixárika, en ese contexto, se convierte en una metáfora del diálogo intercultural, donde las tradiciones originarias mexicanas se entrelazan con la identidad multicultural de Canadá. Un símbolo de inclusión, respeto y cooperación.

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El Mundial 2026, una oportunidad sin precedentes

La Copa Mundial de Fútbol 2026 será el primer torneo organizado de forma conjunta por tres naciones. Este hito marcará no solo una nueva era en el deporte, con la participación de 48 selecciones, sino también una oportunidad sin igual para que América del Norte se proyecte como una región unida y capaz de organizar eventos de escala global.

México, que ya fue sede en 1970 y 1986, hará historia al convertirse en el primer país en organizar tres Mundiales. Canadá, por su parte, tendrá su debut en la organización, mientras que Estados Unidos repetirá tras la experiencia de 1994. Las sedes incluyen estadios icónicos como el Azteca en Ciudad de México y el BMO Field en Toronto.

En palabras de Carney, la organización compartida es una muestra de que «el entusiasmo y el amor por este juego hermoso» pueden unir fronteras. Este sentimiento encuentra eco en la visión de Sheinbaum, quien subrayó que el progreso regional debe ser compartido.

Un balón, tres países, un mensaje

El balón wixárika entregado en Canadá lleva impreso algo más que diseños artesanales: es una declaración de intenciones. Representa la apuesta por una América del Norte más integrada, donde la cultura, el deporte y la diplomacia se dan la mano para afrontar juntos desafíos globales.

La FIFA ha proyectado que este Mundial tendrá impactos significativos en turismo, economía y visibilidad internacional para los tres países. Pero el valor del evento va más allá de los números. En tiempos de tensiones geopolíticas y desafíos ambientales, una celebración conjunta que promueva el entendimiento entre pueblos se vuelve más relevante que nunca.