El extremo oriental del mar Caribe es uno de los más interesantes para los viajeros. República Dominicana, San Martín, Antigua y Barbuda, Santa Lucía y Barbados configuran el itinerario de un viaje inolvidable, a bordo de un crucero.

A las 7:30 a. m. del domingo, el crucero atraca en La Romana, ‘capital del Este’ de República Dominicana. Después de desembarcar, una red de carreteras conduce hacia Bayahíbe. Desde allí, el viaje en lancha rápida hasta Isla Saona tiene dos paradas obligadas. La primera, una ‘piscina natural’ en medio del mar, cuya profundidad no supera la estatura de un adulto promedio. La segunda es Blue Lagoon, playa enclavada en el Parque Nacional del Este. En Bayahíbe, el Parque Nacional del Este y la Isla Catalina es posible hacer esnórquel y nadar con delfines. Pero para quien busque menos playa y más arquitectura está Altos de Chavón, construida en 1976 como réplica de un pueblo mediterráneo medieval.

A la 1:30 p. m. suena el llamado de “todos a bordo” en el crucero, para dejar atrás el Caribe hispano y partir hacia San Martín. La llegada, al día siguiente, es del lado holandés de la isla, en el sur. El norte forma parte de la Francia ultramar. Son dos banderas distintas, pero la frontera es apenas imaginaria. El plan tradicional en San Martín es visitar Maho Beach, playa contigua al aeropuerto Princesa Juliana, donde aviones de gran tamaño aterrizan casi rozando las sombrillas frente al mar. Otra playa de visita obligatoria es Orient Bay, que combina el estilo nudista, a la derecha, con el convencional, a la izquierda.

El próximo destino es Antigua. Para nadar con rayas en Antigua hay que desembarcar a las 8:00 a. m. y llegar hasta Stingray City. Desde allí se hace un recorrido de 20 minutos en lancha hasta una zona de arrecifes de coral donde las rayas, en libertad, llegan por su cuenta. No les perturba la presencia humana. Al contrario, juegan entre las piernas de la gente. La mejor parte no es verlas desde arriba, sino sumergirse con ellas.

Desde algunos de los restos de decenas de fuertes coloniales se ven varias de las islas cercanas: Barbuda, Guadalupe y Montserrat. Tierra adentro, abundan las casas coloridas construidas con madera y vestigios de los molinos de la esclavitud. Además del recorrido por la isla ‘afrobritánica’, una parada que ofrece un panorama de lo que fue Antigua en siglos pasados es el Astillero de Nelson, ejemplo de patrimonio restaurado. Allí, donde atracaban los buques por intereses comerciales y bélicos, descansan ahora lujosos veleros. Otros planes como el recorrido en jeep dejarán claro por qué es posible vivir más de cien años en Antigua. La vida no es ostentosa, pero es tranquila, como también lo es en el siguiente destino.

El crucero navega desde la tarde del martes hasta la mañana del miércoles para llegar a Castries, capital de Santa Lucía, donde el azul permanente contrasta con muchos tonos de verde y coloridas casas. Por su origen volcánico ofrece un paisaje fértil radicalmente distinto a los anteriores. Tiene grandes elevaciones de tierra, pero las más famosas son las Pitons, dos formaciones rocosas y piramidales que, al borde de la costa, rompen la monótona planicie del mar. Quedan cerca de La Soufrière, un volcán todavía humeante con termales alrededor.

Las carreteras de Santa Lucía recorren extensas plantaciones de banano, así como negocios de paso donde se pueden probar variedades de ron y preparaciones como el ‘ketchup’ de banano, de color amarillo y sabor picante. Además, el paisaje cultural de Santa Lucía tiene rasgos jamaiquinos. Pero también ofrece planes extremos, como la visita a cascadas de agua dulce, senderismo, paseos en segway (coche eléctrico de dos ruedas), esnórquel cerca de las Pitons o canopy entre la selva.

Todavía queda por visitar el extremo más oriental del Caribe, así que hay que volver al crucero, que atracará temprano en Bridgetown, Barbados. Allí, una de las mejores vistas la ofrece el Farley Hill National Park, antigua plantación convertida en zona de reserva desde donde se ve el Atlántico. El parque es apenas una parada de un recorrido histórico que incluye casas de chattel, con techos en ángulos de 45°, resistentes a las tormentas, y uno de los dos molinos completos de la colonia que quedan en pie.

Pero es imposible pasar por la isla y no disfrutar sus playas, como Carlisle Bay o Pirate’s Cove. Otros imperdibles son nadar con las tortugas Hawksbill o disfrutar un viaje en el submarino Atlantis. No hay que olvidar las cuevas naturales y las muy antiguas destilerías de ron.

En Santo Domingo, pocas horas bastan para conocer el centro histórico y visitar algunos de los museos más importantes del Caribe, dedicados sobre todo a la figura de Cristóbal Colón. Claro que si se tiene un poco más de tiempo en la capital de República Dominicana, es posible conocer la vida nocturna local. Así haya terminado el crucero, uno nunca se quiere ir del Caribe.