La Navidad en Cuba se vive de una manera diferente, aunque se disfruta con igual pasión que en el resto del mundo. En los espacios públicos no encontraremos muchos de los símbolos de esta festividad, como arbolitos, campanas, esferas, tampoco escucharemos villancicos y los niños no asocian a Papa Noel con regalos, pero en este archipiélago caribeño no faltan las celebraciones familiares.
En un país donde existen múltiples creencias y manifestaciones, en una peculiar fusión conocida como sincretismo religioso, las tradiciones navideñas han sobrevivido y forman parte del gran ajiaco de la cultura cubana.
La persistencia de las tradiciones navideñas en Cuba
Una de las herencias culturales de los siglos de colonialismo español fue la celebración de la Navidad en Cuba. Después de 1959 hubo tensiones entre el gobierno y la Iglesia, por lo que esta festividad entró en un impase de manera pública, aunque no pocas familias sí mantuvieron algunas de las tradiciones navideñas, sobre todo la de reunirse y compartir la mesa, en la noche del 24 de diciembre.
Un punto de giro ocurrió en 1997. Ese año se anunció que, en enero de 1998, el Papa Juan Pablo II visitaría el país. Uno de los gestos del gobierno con la Santa Sede fue declarar feriado el 25 de diciembre, una decisión que fue muy bien recibida en el pueblo. A partir de ese momento se produjo el retorno a espacios públicos, especialmente a los establecimientos comerciales, de símbolos navideños, desde los arbolitos hasta guirnaldas. Años después, el Viernes Santo también fue considerado día de receso laboral.
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Sabor culinario de la Navidad en Cuba
Uno de los momentos más esperados del año para los cubanos ocurre el 24 de diciembre. La cena de Nochebuena se convierte en una festividad especial, en un punto de (re) encuentro para todos los integrantes de la familia, donde la comida es solo el pretexto. No hay una hora exacta para esa cena, pero sí existe una regla: no comienza hasta que no estén todos reunidos.
En Cuba no es frecuente ese día—ni tampoco en otras fechas del año—que se coma cordero, ni pescado, mariscos o bacalao. En la cena de Nochebuena no puede faltar el cerdo asado y, en algunas partes del país, el plato principal es el guanajo relleno. Entre los complementos son imprescindibles el arroz con frijoles negros o el congrí, acompañados por la yuca con mojo y diversas ensaladas (tomate, lechuga).
Los postres ocupan un lugar importante en el menú. Una de las tradiciones navideñas culinarias más interesantes en Cuba es la de los buñuelos en almíbar. Estos se confeccionan a partir de una base hecha de yuca y malanga, con harina. Luego se fríen y se sirven en almíbar. Además, otros dulces caseros muy populares en la cena de Nochebuena son los cascos de guayaba, el dulce de coco y el boniatillo. Al igual que sucede en otras partes del planeta, en época de Navidad los turrones de yema, jijona, alicante y frutas también forman parte del menú de los cubanos.
La cultura vinícola no es fuerte en el país, así que para la cena de Nochebuena no pocos prefieren tomar cerveza; aunque a lo largo del día no puede faltar el ron.
Un momento especial en la noche del 24 de diciembre es la celebración de la Misa del Gallo, para recordar el nacimiento del niño Jesús. Esta es considerada la más concurrida de las prácticas cristianas en Cuba. La Catedral de La Habana, por ejemplo, recibe a centenares de personas, creyentes o no, que se reúnen para escuchar un mensaje de paz y, como tradición, se funden en un abrazo.
Parrandas y Charangas, dos fiestas populares en época de Navidad
El 24 de diciembre se celebran dos de las festividades más antiguas y hermosas en Cuba: las Parrandas de Remedios, en Villa Clara, elegidas por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y las Charangas de Bejucal, en Mayabeque. Ambos eventos atraen a miles de personas, no solo cubanos.
La historia de las Charangas de Bejucal está muy relacionada con la Misa del Gallo. En la etapa colonial, los dueños de las dotaciones les otorgaban a sus esclavos el 24 de diciembre el día libre. Entonces, ellos aprovechaban ese corto momento de esparcimiento para bailar y tocar ritmos musicales que habían aprendido en África. Las fiestas trascendieron al ámbito de los bateyes azucareros y se convirtieron en una tradición para los habitantes de Bejucal.
En la actualidad, en las Charangas de Bejucal el pueblo queda dividido en dos bandos: la Ceiba de Plata, identificada por el color azul y con el alacrán como símbolo; mientras, el otro bando es el de la Espina de Oro, que utiliza el color rojo y el gallo es su símbolo. Año tras año, estos dos bandos compiten por presentar el mejor espectáculo artístico. Para ganar el duelo es necesario crear las carrozas más espectaculares, así como lanzar más fuegos artificiales. Los habitantes del pueblo se toman muy en serio la competencia; mientras, los miles de visitantes que acuden a Bejucal disfrutan de una de las fiestas populares con más arraigo en el país.
San Juan de los Remedios es célebre por sus famosas Parrandas. Estas surgieron en la década del veinte del siglo XIX y tienen varios puntos en común con las Charangas de Bejucal. Por ejemplo, también se celebran el 24 de diciembre y los dos grupos del pueblo luchan, cada año, por presentar una propuesta artística que sea más atractiva que la del rival.
Remedios se divide en dos bandos: El Carmen y San Salvador. Durante meses, rodeados de un estricto secreto, diseñadores, carpinteros, costureros trabajan en crear los trajes más llamativos y las carrozas mejor adornadas. Durante una semana, hasta el 24 de diciembre, los dos grupos presentan sus trabajos de plaza, pasean las carrozas y explotan miles de fuegos artificiales. Los dos bandos suelen considerarse ganadores, así que al concluir las Parrandas realizan una ruidosa celebración por todo el pueblo.