La gastronomía colombiana cuenta con una gran variedad de ingredientes y platos; pero a menos que se visite, es complicado encontrar esa diversidad de la que habla en  las clasificaciones de los mejores restaurantes o los chefs más innovadores del mundo. Medio siglo de guerra y aislamiento  no evitaron que el boom de la gastronomía pisara estas tierras, pero cuando lo hizo, como explica Charlie Otero, chef del  restaurante La Comunión en Cartagena de Indias, comenzó con la comida de fuera. La local saca la cabeza desde hace una  década para sorpresa, incluso, de sus propios comensales.

En Mini-Mal se han tomado tan en serio promover la biodiversidad de su país que su lema es “cocina sorprendentemente  colombiana”. Hace 15 años, Eduardo Martínez, Ángela Martínez, Manuel Romero y Germán Martínez abrieron este espacio en  Bogotá. Un año después se incorporó Antonuela Ariza: “Pensamos que sería un pop up de sabores y productos de muchas  regiones, sin embargo, aquí seguimos”. Cada vez que ponen un plato sobre la mesa consiguen un interrogante en la cara de  sus clientes. “Unos se asombran porque jamás habían oído ni probado algunas combinaciones y otros porque no sabían que en  Colombia podían probar ingredientes que habían comido en otros países cercanos”.

Estos son los tres platos que más “conmoción” han causado en Mini-Mal según la experiencia de Ariza:

  • Pez globo en salsa de lulo.
  • Tamales de maíz blanco rellenos de camarón, con ají dulce, yerbabuena y coco.
  • Camarones tigre con salsa de camucamu, suero costeño y yuca frita.

Alejandro Gutiérrez, chef de Salvo Patria, apuesta por la cocina criolla en un menú diario en Bogotá. Como su colega Ariza  reconoce que aún pervive el desconocimiento gastronómico entre las distintas regiones de Colombia. Y ambos coinciden en  que el Amazonas, aunque el 42% del país forma parte de este ecosistema, sigue siendo una de las más olvidadas. Charlie  Otero puso a prueba a sus alumnos de la Escuela de Gastronomía de Bogotá cocinando, en directo, una gallina gamitana de  esta región. “Matamos al pollo, lo rellenamos de vinagre y especias, después lo cubrimos con una arcilla y lo cocinamos en  un horno de leña”, relata, “el paso final es quitar la cubierta de cerámica que se crea y donde se quedan pegadas las  plumas del animal”. Los estudiantes no daban crédito, recuerda.

Para estos cocineros a veces ni siquiera es necesario poner en práctica estos experimentos. “Es muy habitual que un  costeño desconozca un plato de los Llanos, o del Pacífico, uno de los lugares más biodiversos del planeta», dice Otero.  «Si nosotros mismos no sabemos lo que comen en otros sitios del país, ¿cómo podemos proyectar internacionalmente nuestras  comidas?”, se plantea.

De la cocina de Gutiérrez salen, entre otros muchos, estas propuestas que también suelen traer aparejados unas cuantas  preguntas:

  • Chips de papa china.
  • Camaron Muchillá enconcado.
  • Un asado de tira braseado con cerveza, hogao y cilantro con un puré de maíz peto quemado.

Otero sorprende con la sopa de guandules propia de Barranquilla o el mote de queso, un plato de la costa Caribe de  Colombia que comenzó siendo sustento de guerra, para después convertirse en un plato de cuaresma y ahora una de las  comidas que más identifican a esta zona del país.

A la lista de combinaciones, precede la de los ingredientes. “La diversidad y la supervivencia de muchos productos se debe  a que un campesino los sigue cultivando”, explica Almudena Ariza. Los tamales, los tubérculos (como los cubios), los  fríjoles, los usos del coco, los maíces, las hojas para envolver la comida… hay tantas variedades como pisos térmicos  tiene Colombia y en cada esquina del país se usan de una manera distinta.

Ante esta amalgama de sabores y combinaciones, muchas veces el reconocimiento llega desde fuera. “Son los extranjeros  quienes nos hacen ver el verdadero valor de dichos ingredientes”, opina Gutiérrez. “Poco a poco empezamos a sentir orgullo  por lo que se cocina en nuestro país y nos atrevemos a probar lo regional. Falta que la asignatura de gastronomía  colombiana sea troncal en las escuelas y que sigan abriendo restaurantes locales”, responde Otero.

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