Ciudad de México, el antiguo D.F. (Distrito Federal), poco conserva ya de esa imagen de megalópolis inabarcable, sucia, peligrosa y poco apetecible para el turismo. Ahora es una parada obligatoria para todos los viajeros que pisan el país y se está convirtiendo (el proceso continúa) en uno de los núcleos culturales, artísticos y gastronómicos más importantes del continente americano.

Muchos la consideran la capital de Latinoamérica, en buena parte gracias a las colonias (así se llaman aquí a los barrios) que, desde hace años, han liderado este cambio modernizador y, todo sea dicho, de revalorización inmobiliaria. Como la Condesa, con sus casas art decó, sus verdes parques (Parque México y Parque España), sus familias de treinteañeros, locales y foráneos, y sus restaurantes donde degustar lo mejor de la gastronomía mexicana e internacional; la Colonia Roma, con su Norte y su Sur, los cafés, las cervecerías, terrazas, tiendas de ropa alternativa, casas porfirianas, calles arboladas y animadas plazas, como Río de Janeiro y Luis Cabrera, y el barrio de Polanco, con algunos de los mejores restaurantes del mundo (como Pujol, a punto de renovarse y de abrir una nueva sede), importantes ejes comerciales como Presidente Masaryk, centro de las compras de lujo en la capital, y sus grandes edificios de oficinas. No obstante, más allá de estos referentes, iniciativas de todo tipo están abriéndose paso en otras zonas de la ciudad tradicionalmente residenciales, como la Juárez, la Doctores, San Rafael, Tabacalera o Santa María La Ribera. Desde nuevos restaurantes hasta galerías de arte, museos y cines.

Pero no solo de hipsters vive Ciudad de México. Al sur, Coyoacán conserva el aire del pueblo que fue, con sus coloridas calles adoquinadas, sus plazas y mercados, y, por supuesto, el legado de Frida Kahlo y Diego Rivera. En esta zona se encuentra la famosa Casa Azul donde nació y murió la artista, y pasó muchos años de su vida junto a Rivera. También sureño, San Ángel es uno de los barrios mágicos de la urbe: aún conserva una muy buena representación de la arquitectura tradicional mexicana y ofrece algunos de los paseos más bonitos y relajados del DF. También al sur se encuentran el campus universitario de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), que cuenta con una biblioteca patrimonio mundial decorada por el artista mexicano Juan O’Gorman, así como con el Museo Anahuacalli, diseñado por Diego Rivera y con una imponente colección de arte precolombino.

La capital de México es también su gente; educada, con un acento musical que enseguida atrapa al viajero y siempre dispuesta a compartir unas chelas (cervezas), unos tacos y a bailar. La ciudad parece tener un hilo musical constante, de las canciones de banda a la cumbia o clásicos de Juan Gabriel.

Suaves y soleados inviernos (donde rara vez la temperatura baja de cinco grados), y lluviosos veranos (entre junio y octubre, el cielo parece romperse cada tarde, sobre las seis), son las dos estaciones en una ciudad que se encuentra a más de 2.200 metros de altura y donde muchos días uno siente que le falta el aire, algo a lo que no ayuda el tráfico incesante de uno de los puntos más congestionados del mundo.

Por último, la comida mexicana, declarada patrimonio inmaterial de la Unesco. Cocina fusión, mezcla de gastronomías mesomericanas con europeas, pero que conserva su tradición prehispánica como la base de su alimentación hoy en día. Tortillas, frijoles, arroz, aguacate y un sinfín de diferentes chiles están presentes, cocinados de diferentes formas, en la mayoría de platos tradicionales mexicanos. Una cocina muy diversa, que cuenta con platillos propios en cada región, como el mole poblano o la cochinita pibil yucateca. En la Ciudad de México hay lugar para todos ellos, y cada estado del país ve representados sus hitos culinarios en algún restaurante de la capital.

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