Jardines de la Reina es un archipiélago laberíntico en el que los manglares, los matorrales y las dunas dibujaban un paisaje exótico. La relativa lejanía de tierra firme (unas 50 millas náuticas) y lo enrevesado de sus canales, así como los cientos de islotes que lo integran, hicieron de este archipiélago un sitio prácticamente inexplorado, que sobrevivió a cinco siglos de depredación.

Sus aguas y cayos, no obstante, pueden contar historias de corsarios y piratas, trata de esclavos, naves hundidas y familias de pescadores que las poblaron desde finales del siglo XIX y hasta la década del 60 del XX.

No fue hasta 1996 que el Estado cubano declaró Zona Bajo Régimen Especial de Uso y Protección a Jardines de la Reina; luego, en 2002, se propuso declararlo Parque Nacional, decisión adoptada en 2010. Esta categoría de manejo implica garantizar la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad, teniendo en cuenta que es una de las prioridades del programa Nacional de Medioambiente y Desarrollo cubano. Allí está prohibida la pesca comercial y la actividad turística tiene características especiales.

Ubicado al sur de la isla mayor, desde Cayo Bretón hasta Cabeza del Este, el conjunto de islotes y el mar que los circunda ocupan más de 2000 kilómetros cuadrados, en territorio de dos provincias: Ciego de Ávila y Camagüey, que lo convierten en una de las áreas mejor conservadas del Caribe.

PERO, ¿QUÉ LO HACE TAN ESPECIAL?

Noel López Fernández, buzo guía de la estación de buceo internacional Avalon y a quien han llamado, incluso, “encantador de tiburones”, lo tiene claro. “Es un área única, reserva de biodiversidad, incluso de especies no descritas aún. Aporta a todo el Caribe y hasta a Estados Unidos. Hay una conexión tremenda, las corrientes marinas que pasan por el sur de Cuba arrastran larvas de peces y corales, por el Estrecho de la Florida y suben hasta Carolina del Norte.

“Por ejemplo, la guasa, tiene en Jardines de la Reina un hábitat incomparable, no solo en nuestra zona geográfica, sino a nivel mundial. Desde el punto de vista económico, también es una fuente inestimable de recursos. No por la pesca, sino por la actividad turística, que allí tiene condiciones particulares”.

Se refiere Noel a la estación de buceo internacional Avalon que promueve opciones muy atractivas para un turista que no busca sol y playa, sino el contacto directo y la observación de la naturaleza. Desde la fotografía submarina, hasta el baño con tiburones y cocodrilos, son poderosos imanes que garantizan demanda todo el año.

“Los clientes vienen buscando, fundamentalmente, tiburones, guasas y cocodrilos. Somos pioneros en el mundo en ofrecer la posibilidad de nadar con cocodrilos y fotografiarlos. Al principio recibimos muchas críticas, nos decían que podía ocurrir un accidente, pero no fue así. Son animales muy inteligentes y no se sienten amenazados por nosotros, se han acostumbrado a nuestra presencia”.

Sin embargo, no son los escualos ni los grandes peces lo que más apasiona a Noel. Para él, la verdadera maravilla está en los invertebrados, seres minúsculos que hacen inmenso el mar. “Me encanta buscar; a veces aparecen ejemplares de especies nuevas para la ciencia. Nos ha sucedido en muchas ocasiones”.

UN OASIS EN EL OCÉANO

En 2009, el Dr. en Ciencias Fabián Pina Amargós aseguró que en el archipiélago había trabajo para, al menos, 100 años. Si lo dice él, debemos creerle, pues una buena parte de su experiencia como biólogo marino la ha dedicado a estudiar, sobre todo, la ictiofauna de esa zona.

Precisamente con una investigación sobre la guasa, que él ha denominado como un elefante en el mar por su gran tamaño, mereció una beca de la fundación norteamericana Pew Charitable Trust en 2012. En su opinión, quedan muchos secretos por develar, relacionados con la resiliencia de la barrera coralina de Jardines de la Reina, por ejemplo, la cual muestra una salud envidiable comparada con las del resto del Caribe.

En 2015, Pina Amargós participó junto a expertos cubanos y la Environmental Defense Fund en una acción conjunta entre Cuba y Estados Unidos que, por primera vez, permitió capturar y marcar tiburones para su posterior estudio y conservación. El pasado año, el científico acompañó a dos prestigiosos fotógrafos de la revista National Geographic durante su estancia en el archipiélago. El artículo “Las joyas subacuáticas de Cuba están en la ruta del turismo”, de David Doubilet y Jennifer Hayes, no solo describe la belleza del lugar, sino la incertidumbre de su futuro ante la apertura del turismo internacional, en especial el norteamericano.

“Este oasis en el océano florece porque Cuba protege activamente la reserva, donde las mareas y corrientes ayudan a retener nutrientes y larvas. Hasta ahora, el ecosistema marino ha demostrado ser resistente al blanqueamiento de corales, pero enfrenta la misma amenaza que otros arrecifes, pues el océano se calienta, acidifica y se eleva”.

Cuando el Dr. Fabián habla en términos de oasis se puede comprender la dimensión de los Jardines de la Reina como reservorio genético de relevancia mundial. Habitan allí centenares de especies de la flora y la fauna, terrestres y marinas, muchas de alto endemismo en Cuba y otras de un valor inestimable. Corales negros y cuerno de alce, seis especies de tiburones, cuatro de tortugas, invertebrados casi desconocidos por la Ciencia, reptiles, mamíferos, peces, tantos y tan bien conservados que algunos lo llaman Las Galápagos del Caribe.

Hoy Jardines de la Reina mantiene sus valores naturales casi inalterados, porque la explotación turística se realiza sobre bases ecológicas y sostenibles. Solo se puede llegar hasta allí partiendo del puerto de Júcaro, al sur de Ciego de Ávila.