Sara Gómez solo vivió 31 años; pero a cinco décadas de su muerte, la obra de la primera directora cubana de cine continúa siendo estudiada por amantes del séptimo arte que aprecian cómo esta mujer afrocubana, en tan poco tiempo de vida, fue capaz de realizar documentales transgesores, de una alta calidad y riqueza creativa.

Primeros pasos en el audiovisual

Desde muy pequeña, Sara mostró aptitudes hacia las artes. Estudió piano en el Conservatorio municipal de música “Amadeo Roldán” e incursionó en el periodismo, con artículos publicados en el periódico estudiantil “Mella” y en el semanario “Hoy, Domingo”. En 1961 hizo un viaje a Nueva York y, tras su regreso, decidió dedicarse al cine. Ese mismo año comenzó a estudiar en el recién creado Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).

Un año más tarde, debutó como documentalista, con la realización de pequeñas obras para la “Enciclopedia popular”, del cineasta Octavio Cortázar. Luego trabajó como asistente de dirección de la realizadora francesa Agnès Varda, en el documental “Saludos, cubanos”, de 1963 y también desempeñó ese rol en el largometraje “Cumbite”, de Tomás Gutiérrez Alea, de 1964 y “El robo”, de Jorge Fraga, en 1965.

Una documentalista de su época

Durante una década, entre 1964 y 1974, Sara dirigió 15 documentales. Entre los más recordados están “Iré a Santiago”, “Guanabacoa: Crónica de mi familia” y la trilogía dedicada a la actual Isla de la Juventud: “En la otra isla”, “Una isla para Miguel” e “Isla del Tesoro”. Con su mirada muy personal trató de captar en sus obras los cambios sociales por los que atravesaba Cuba, tras el triunfo de la Revolución de Fidel Castro, en 1959 y cómo esas transformaciones influían en la vida de los cubanos.

Ella, una mujer negra, abordó temas complejos en sus documentales, desde la discriminación, hasta la marginalidad y los prejuicios raciales que imperaban en Cuba. La selección temática y la manera de abordarlos, con un enfoque original, la convirtieron en un referente de la época. En una ocasión, el cineasta Gutiérrez Alea reconoció que se sentía feliz cuando se obra envejecía, ya que esto significaba que los problemas abordados habían sido superados. Los mensajes de los documentales de Sara, filmados en blanco y negro, no envejecen, porque siguen teniendo una enorme vigencia en la sociedad cubana contemporánea.  

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“De cierta manera”, la obra inconclusa de Sara Gómez

En 1974, Sara entró en la historia del cine cubano, porque se convirtió en la primera directora de un largometraje. Su opera prima, “De cierta manera” cuenta la historia de una maestra, interpretada por la actriz Yolanda Cuéllar, quien es enviada a trabajar a un nuevo lugar donde ahora vivían personas que antes estuvieron en un barrio marginal. La profesora busca transformar la realidad mediante la educación a los niños y en ese proceso se enamora de Mario, un obrero— interpretado por ese gran actor que fue Mario Balmaseda— y que pertenecía a la sociedad secreta Abakuá, en la que no podían entrar mujeres.

Esa relación sentimental atraviesa por conflictos, en los que chocan la marginalidad del barrio, el machismo, con las ideas de emancipación de la mujer que defendía Yolanda.

“De cierta manera”, con guion del dramaturgo Tomás González, sobresale no solo por la historia narrada, sino también por el desborde de las fronteras entre ficción y documental. Sara superpuso imágenes documentales, con las filmaciones de los actores profesionales y de personas que vivían en ese barrio, que se representan a sí mismas. Esa original combinación, en la que realidad se sirve de la ficción y viceversa, convirtió a la película en una de las mejores de todos los tiempos del cine cubano.

Lamentablemente, Sara no pudo terminar el largometraje. El 2 de junio de 1974, un ataque de asma le provocó un paro respiratorio. No había cumplido 32 años. Las filmaciones en “De cierta manera” ya estaban concluidas, pero quedaba la edición del material. Gutiérrez Alea y otro reconocido cineasta cubano, Julio García Espinosa, se encargaron de darle los toques finales a la obra. Tres años después de la muerte de Sara, en 1977, finalmente se estrenó su película y la recepción del público fue muy buena.


El legado de Sara Gómez

La obra de Sara Gómez, la primera mujer afrocubana en dirigir un largometraje, ha perdurado en el tiempo. Para el realizador Jorge Luis Sánchez, ella “es irrepetible y el cine que hizo nadie más lo ha podido hacer. Es una cineasta y no una documentalista, término que intenta reducir la obra de los cineastas y escamotearles su calidad. Ella se ubica en la punta de la vanguardia”, reconoció en el coloquio «Sara Gómez: imagen múltiple», efectuado en 2007.

De acuerdo con Gerardo Fulleda, en una semblanza publicada en CineReverso, “Sara Gómez era ante todo una mujer de carta cabal, con una lengua cortante y pronta a restallar como una navaja al aire ante lo que no le pareciera bien; amiga de las bromas, las ocurrencias y de la buena música, negada a las etiquetas y a las consignas que intentaban tapiar interrogantes. Transgresora por naturaleza, ávida por conciencia y de una ternura que derrochó a raudales, en su corta estadía en la vida, entre sus amores, amigos y galanes, sus hijos, su obra y la cultura de su país.”