El reloj marca las diez de la mañana en el populoso boulevard de Obispo, en el corazón de La Habana Vieja. El calor es asfixiante, pero esto no detiene a “Los Mambises”, un grupo de músicos que se apresta a comenzar su improvisado show con canciones tradicionales cubanas muy cerca del hotel Ambos Mundos, un icónico sitio que frecuentó en vida el escritor estadounidense Ernest Hemingway.

A unas pocas cuadras de este lugar está la Plaza de la Catedral de La Habana. Allí, como casi todos los días, desde temprano está Yassel, un talentoso joven pintor que, sentado a un lado de la calle, dibuja con acuarela los paisajes y edificaciones más hermosas de la capital cubana.

Ellos, junto a la estatua viviente David y el grupo de teatro Gigantería Habana, son algunos de los protagonistas del arte callejero que hace diferente a una ciudad que pronto celebrará sus primeros 500 años de existencia.

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Arte callejero La Habana
Yassel Almaguer es un artista autodidacta que pinta con acuarela las calles y paisajes de La Habana. Foto: Abel Rojas

Acordes para mover a una Habana

Alberto Machado habla con orgullo de “Los Mambises”, una agrupación musical creada hace casi 25 años y que, día tras día, regala su arte callejero a los cientos de personas que recorren el boulevard de Obispo.

“Nosotros tocamos música tradicional cubana. Nuestra formación es autodidacta, pues en Cuba es algo normal que en todas partes haya música, tanto callejera como profesional. Esa alegría que sale de la música queremos que la sientan, tanto los cubanos como los turistas”, afirma Machado.

De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto, voy para Mayarí, la célebre estrofa inicial del Chan Chan del Buena Vista Social Club comienza a sonar. Los turistas miran curiosos, una pareja incluso se atreve a lanzar un pasillo de baile poco convincente en cuanto a técnica, pero de seguro muy relajante para los visitantes.

Hay risas, fotos y, casi al final, una de las integrantes del grupo pasa un sombrero y pide, con una sonrisa, una ayuda para los artistas. No lejos de allí está la terminal de cruceros y hace solo dos horas atracó uno de estos enormes barcos, así que el público de “Los Mambises” promete ser mayor hoy.

¿Es difícil trabajar en la calle?, le pregunto, y la respuesta es inmediata: “Sí. Uno llega a la casa cansado, pero con la satisfacción de haber producido alegría y con esto se nos olvida el cansancio”, asevera Alberto.

Arte callejero La Habana
“Los Mambises” animan el ambiente de las calles de La Habana. Foto: Abel Rojas

La Habana en una acuarela

La Habana es una ciudad fotogénica, pero captar sus contrastes en un fotograma o un lienzo es tan difícil como comprenderla en su inmensidad. Yassel Almaguer sabe esto, pero también entiende que el turista quiere llevarse un recuerdo de esa ciudad idílica, en el que no falten los lugares más famosos, y entonces pinta mucho todos los días, y vende, una tras otra, todas sus piezas.

Tiene 34 años y no estudió pintura, así que su formación es completamente autodidacta.  Dos o tres veces a la semana se traslada hasta una calle cercana a La Catedral y allí, ante la mirada de todos, comienza a pintar con acuarela.

“Lo que más me gusta hacer son dibujos de paisaje urbano, figuras humanas, animales. Hago el boceto a lápiz y después lo voy rellenando. Si trabajas para este mercado tienes que hacer cosas comerciales. Por eso dibujo autos, edificios conocidos, la Plaza de La Catedral, La Bodeguita de Medio”, explica a Panamericanworld.

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Yassel Almaguer plasma con sus acuarelas los rincones mas característicos de la capital cubana. Foto Abel Rojas

Pero como muchas veces ocurre en Cuba, no todo es tan fácil para este joven emprendedor. Uno de los principales problemas que afronta Yassel es la falta de materiales especializados como papel y acuarelas, por lo que siempre debe encargar todo a amistades en Estados Unidos.

Mientras conversamos, una familia se acerca al artista y pregunta si también hace retratos. Yassel responde afirmativamente y les ofrece dos opciones: completar el retrato con acuarela al momento o llevarlo al día siguiente a la casa donde se hospedan.

La madre y sus hijas al parecer están apuradas, así que optan por lo segundo y pagan 60 CUC por la futura obra. Así, de inmediato, el artista toma una foto de cada una, con su celular.

¿Podrás terminar tanto trabajo en una noche? preguntamos. “No dormiré, pero estos tres retratos estarán listos mañana”, aseveró Yassel, presto a atender a otro turista, interesado por un paisaje habanero.

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Gigantes bailan en las calles

Cada día, desde hace 19 años, el proyecto Gigantería Habana sale a recorrer las calles más importantes del Centro Histórico de La Habana Vieja. Montados en enormes zancos y al compás del repicar de tambores y el sonido de las trompetas, estos artistas invitan a los paseantes a sumarse al arte callejero y bailar junto a ellos.

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«Gigantería Habana» es uno de los más populares en las calles de la Vieja Habana. Foto: Abel Rojas

Entre sus integrantes, Ana María González es instructora de teatro y lleva cinco años en Gigantería. Antes de ser seleccionada pasó un taller, en el que aprendió a montar zancos y a realizar malabares desde las alturas.

“Nosotros hacemos teatro en la calle, una manifestación que lleva mucha paciencia, ya que es otro tipo de interacción con el público, que demanda improvisación, chispa y concentración para no equivocarse desde las alturas”, comenta la artista.

Después de cada presentación, el grupo pide a los que disfrutaron de su arte que colaboren económicamente con lo que puedan. El dinero recibido sirve para el sostenimiento del proyecto y una parte se destina a un fondo colectivo, con el que se financia la elaboración de nuevos vestuarios y de los zancos.

“A la gente le gusta mucho lo que hacemos, porque interactuamos con ellos”, se despide Ana María.

Jack Sparrow, una estatua viviente en La Habana

Las estatuas vivientes pueden apreciarse en los principales destinos turísticos de ciudad en el mundo, pero en La Habana es un fenómeno relativamente novedoso, que tomó auge tras el proceso de reformas económicas. El boulevard de Obispo es la galería al aire libre preferida por estos artistas.

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David Rouco es el pirata Jack Sparrow en las calles de La Habana. Foto: Abel Rojas

David Rouco era payaso, hasta que un día decidió convertirse en una estatua viviente, y adoptó como personaje al célebre pirata Jack Sparrow.

“Esta figura gusta mucho”, nos susurra, para que nadie se entere de que ha abandonado su habitual pose inmóvil. “El pirata tiene sus momentos agresivos y también románticos. Ante las damas casi siempre me agacho, le doy la mano y, en ocasiones, un beso”.

¿Es difícil estar tantas horas ahí inmóvil? “Es muy molesto, el calor, la humedad, el hambre… pero estamos preparados para salir, trabajar y hasta que no terminemos no tomamos ni agua”, asegura.

Un grupo de niños se aproxima al Jack Sparrow habanero y este nos hace una rápida señal para indicarnos que no volverá a hablar. Los chicos ríen y señalan a la pistola del pirata. La madre marcha detrás de ellos, saca una moneda y la deposita en el sombrero. El gesto anima a nuestra estatua viviente, que responde al gesto con un guiño y vuelve a su inmovilidad, como si estuviera detenido en el tiempo y el espacio.