Las comunidades afrodescendientes repartidas por los 32 departamentos de Colombia, representan poco más de 4 millones de habitantes. Históricamente han nutrido el folclor nacional por medio de su música, baile y demás expresiones artísticas.

Sin embargo, los coletazos de la discriminación y el racismo han invisibilizado a los afrocolombianos en áreas como la legislativa, la científica y la académica; volviendo a estos grupos en uno de los más vulnerables del país.

Afrocolombianos, una visible minoría

En Bogotá, por ejemplo, los 110.000 afrocolombianos son una visible minoría entre los 8 millones de personas que conviven en la capital. En este grupo se encuentra Natalia Santiesteban Mosquera, autora del libro ‘El Color del Espejo’, una narrativa que presenta las vivencias de 5 mujeres afrobogotanas en entornos donde confluyen el racismo, el sexismo y las desigualdades.

Ella nació en los 80’ en Bogotá y vivió experiencias de incomprensión,  ya que experimentó una especie de ‘token’ racial; al ser la única negra de su promoción de pregrado y postgrado y la única profesora negra de planta en la universidad en la que laboraba.

Por ello, cree que es de suma urgencia que se visibilicen los esfuerzos de los afros desde la academia y desde la escritura. “Es necesario aprender a abordarlo en términos de equidad e igualdad”.

La nueva música afrolatina es tendencia y ha venido para quedarse

La etnoeducación es la clave para entender la huella afrocolombiana

Confía en que un plan de etnoeducación, no solo entre los grupos étnicos (negros e indios) sino de todos los colombianos, “permita que vayan creándose nuevos espacios de participación educativos y sociales”.

Si bien hay camino por recorrer para los afros en los escenarios mencionados, en términos artísticos y culturales, van conquistando espacios en toda Colombia.

Hicimos un recorrido por el país para descubrir esas huellas artísticas que están dibujando personajes reconocidos de la afrocolombianidad.

CONTROL FINA: MÚSICA EN LA COMUNA 13

A más de 400 kilómetros de Bogotá, la «Comuna 13» construye una nueva imagen como pulmón cultural y artístico de Medellín, dejando atrás la máscara oscura de la delincuencia y  la violencia.

Allí, entre gigantescos grafitis a cielo abierto, Yaren y Jordakix producen música urbana. En el 2016 crearon «Control Fina», un dúo con el que promueven el género “urbano fusión”, una mezcla en estudio de saxofón y clarinete con el dancehall y el trapetón.

Ambos son del Chocó, un territorio del Pacífico colombiano históricamente golpeado por los grupos armados y la minería ilegal; hogar de más de 200 mil afrocolombianos y de cientos más que como Yaren y Jordakix, se han desplazado a las metrópolis colombianas en busca de nuevas oportunidades.

Desde su propio estudio llamado 24.7, han grabado temas como Tic Tac y Durísimo, con el que obtuvieron el premio afrourbano a mejor grupo artístico, concedido por el movimiento Medellín Joven, en el 2017.

Este lugar también ha sido el aula en donde enseñan producción musical a una veintena de jóvenes de la comuna, quienes por sus condiciones sociales, la posibilidad de asistir a una universidad se les ha vuelto una utopía.

“Queremos que ellos trabajen por sus sueños y se vinculen en procesos sociales y culturales en la comuna, sin importar su raza o su pasado. Creemos que con perseverancia, sacrificio, lucha y ganas, se puede tener un un futuro mejor”, son los argumentos de Yaren, que durante parte de su vida ha vivido la discriminación, no solo por su color de piel, sino por su origen.

Control Fina
Yaren y Jordakix producen música urbana. En el 2016 crearon «Control Fina», un dúo con el que promueven el género “urbano fusión”.

“La gente que nos discrimina es la misma que le gusta como baila el afro, como canta el afro y como pinta el afro. Esto tiene una lectura clara: El afro en la comuna ya no es igual a ladrón, ahora es igual a artista”, analiza Yaren.

En Medellín, la comunidad afro comprende el 10% de la población (unos 235 mil habitantes. El gobierno local ha impulsado, desde el 2017, una política pública en el plan de desarrollo de la ciudad, calificada como la primera de este tipo en Colombia, que abarca campañas sociales que buscan un mismo fin: el respeto por las diferencias.

LOS TRIUNFOS DE ANTONIO JIMÉNEZ EN LA TV COLOMBIANA

El actor Antonio Jiménez vivió su niñez y adolescencia en Chapacuá, un barrio humilde de Cartagena, ciudad levantada a orillas del Mar Caribe y famosa por su gran valor turístico en Colombia y el mundo.

De su papá afrocolombiano heredó la negrura de su piel, la sonrisa y alegría. De la ascendencia indígena de su madre, los ojos rasgados y el carácter solidario. Esos elementos distintivos “me han abierto las puertas para hacer las cosas que hago en Colombia”, resalta.

Desde hace 17 años, cuando dejó su ciudad natal para radicarse en Bogotá, Antonio ha construido una carrera sólida en la televisión y el teatro que lo ha llevado, incluso, a ser protagonista de varias producciones. En el 2014 se metió en la piel del gran futbolista Freddy Rincón, en la telenovela «La Selección».

El año pasado, Antonio interpretó al villano de «La mamá del 10», una historia de ficción desarrollada en El Chocó y en las periferias de Bogotá, con un elenco negro protagónico. Dicha producción no solo lideró el rating en Colombia, sino que en la actualidad es un éxito en países africanos como Angola y Mozambique.

Con orgullo, el cartagenero cuenta que “a principios de marzo (de 2019) la presidenta de esa cadena vino a Bogotá y nos contó que estaba muy interesada en seguir llevando estas novelas a África, porque para ellos Colombia es el único país de Latinoamérica que pone a protagonizar a gente de color”.

Antnio JImenez Colombia
En 2018 Antonio Jiménez interpretó al villano de «La mamá del 10», una historia de ficción desarrollada en El Chocó

Dada su experiencia, el artista de 34 años piensa que el racismo no es más que sinónimo de ignorancia. “Los negros en Colombia también merecemos ser llamados ‘rey’, ‘reina’, ‘precioso’, ‘preciosa’ (…)  no ‘negros de mierda’, como todavía en Cartagena nos llaman algunas señoras. Eso solo se logra con educación y entendiendo que el mundo está abierto para todos, incluso para la gente de color”.

MISS BALANTA Y LA TRASCENDENCIA DE LOS TURBANTES

Doris Balanta, una mujer afrodescendiente, profesora, de carácter folclórico y con un amor infinito por los turbantes, siempre ha sido inspiración para su hija, la diseñadora caleña Angélica Castillo. Por eso la joven adoptó el apellido materno para firmar su marca de accesorios: Miss Balanta.

Durante su infancia en Cali, la ciudad con mayor población afro de toda Colombia -más de 600 mil según la Oficina de Asuntos Étnicos-, Angélica usó los turbantes por temas prácticos, ya que le “daba pereza peinarse”. Pero con la marca, entendió muchas cosas detrás de este trozo de tela de figuras llamativas.

Miss Balanta
La diseñadora Angélica Castillo es «Miss Balanta en homenaje a su madre.

“Es una prenda de resistencia femenina afro, también tiene un poder espiritual y religioso. En cada país tiene un significado distinto y de respeto”, puntualizó la joven publicista de piel azabache; quien también fue modelo de pasarela.

Sus diseños han recorrido diferentes ferias de la industria textil colombiana y ella, como motivadora, ha llevado su conferencia a diferentes escenarios.

Con sus diseños, Miss Balanta ha logrado varias cosas: “La gente ya entiende que no es solo un trapo en la cabeza, sino que es un símbolo de mi cultura. Además esta prenda ha servido para empoderar a miles de colombianas que padecen cáncer o alopecia universal”, señala a PanamericanWorld

Pero lo más significativo para Angélica, la Miss Balanta de Colombia, es que sus clientas le aseguren que sus turbantes lograban aumentar la vibra de la vida. “En eso he creído, en atraer energías positivas y en sentirme orgullosa de mi origen afro”, destaca.

EL ALMA DE BELKY ARIZALA NO TIENE COLOR

Cúcuta vio nacer hace 41 años a la modelo Belky Arizala. Su familia echó raíces en esta ciudad fronteriza con Venezuela, donde la comunidad afro es una de las más pequeñas del país (con un poco más de 30 mil personas).

Como muchas niñas, soñaba con ser Señorita Colombia pero, por ser negra, asegura haber sido discriminada en reinados de belleza y en las pasarelas. Incluso en la universidad, cuando varias compañeras le raparon el cabello, a modo de broma.

Belky Arizala
Belky Arizala ha logrado gran popularidad en su país con “La Agencia”, un reality show de modelos en el que Arizala asesora a dos aprendices.

Esos episodios no fueron obstáculos para hacerse un nombre en desfiles de moda. Belky asegura que “me tocó trabajar el doble y con mucha disciplina para ocupar un lugar en el mercado. Como eran pocos los estilistas que querían lidiar con mi cabello, decidí raparme. Sin imaginarlo, eso me abrió más las puertas”.

Portadas de revistas, pasarelas y algunos papeles en telenovelas signaron el camino artístico de Belky, quien en el 2004 vio necesario crear una fundación con contenido humanitario para la población afro. Nació «El alma no tiene color«, en el que “gestiono proyectos para la población vulnerable”.

El año pasado su rostro volvió a la televisión. Esta vez como una de las directoras de “La Agencia”, un reality show de modelos en el que Arizala logró que sus dos aprendices: Jhan Mena y Andrea Rubio, ganaran el premio de 400 millones de pesos (unos 135 mil dólares).

Después de esta experiencia, Belky continúa trabajando desde Bogotá por su próximo sueño: volverse la Oprah Winfrey de Colombia con su propio programa de opinión.  

En paralelo, desde su fundación, sigue insistiendo que es necesaria en Colombia “una educación étnica para que entendamos que los afrodescendientes tienen una identidad histórica y cultural que se debe promover y que al igual que el mestizo y el blanco, tenemos los mismos derechos como ciudadanos del mundo”.

PABLO “TAMBOR”, AL RESCATE DE LOS RITMOS AFROS

El departamento de Arauca es otra región fronteriza entre Colombia y Venezuela, motor petrolero y agricultor, pero que por décadas también ha sido asediado por grupos irregulares como la Farc y el ELN.

Allí, en el municipio Saravena, a más de 700 kilómetros de Bogotá, nació y creció Pablo Jiménez, un gestor cultural que a través del tambor, enseña música y danza a niños y adultos. Y con su academia de basquetbol, forma a cientos de jóvenes en esta disciplina.

Pablo Jiménez afrocolombianos
Pablo Jiménez es un gestor cultural que a través del tambor, enseña música y danza a niños y adultos.

De sus padres originarios del Caribe y del Pacífico colombiano, Pablo heredó ese gusto por la música. “Con mi hermano Carlos nos la pasábamos creando ritmos en la mesa, en la cocina, con los cuchillos. Nadie nos enseñó percusión. Aprendimos escuchando canciones y viendo videos por televisión”, contó Jiménez, que es conocido en la comunidad como Pablo “Tambor”.

Cumbia, bambuco, mapalé y otros ritmos afros originarios consiguen sentirse en toda Arauca por medio de la agrupación “Tambor urbano”, que este colombiano formó con su hermano Carlos y otros músicos de la región. “El tambor comunica lo que somos. Es esa conexión sonora que nos hace entender que todos somos iguales”.

Hace tres años, por su trabajo en beneficio de las artes en su tierra natal, Pablo recibió de un canal de televisión nacional, el premio Titanes Caracol en la categoría Cultura, reconocimiento que le legó un compromiso aún mayor para servir a su comunidad.

Sobre la presencia de los negros en escenarios ciudadanos, opina que “aunque ya nos reconocen por nuestros logros en el deporte y las artes, todavía es necesario que ocupemos otros escenarios como los políticos y académicos, para la construcción de una nueva Colombia”.

Artículo escrito por Alicia Pepe