En La Habana Vieja, el emprendimiento “Clandestina” sigue llamando la atención.  Idania del Río, una de las fundadoras de este proyecto, asegura que con su idea pretende mostrar su visión personal de lo que puede y debe ser el diseño en todas las manifestaciones. Esta joven emprendedora fue una de las que estuvo en el encuentro con el presidente Obama y ahora comparte con PanamericanWorld sus criterios sobre cómo ha logrado sacar adelante “Clandestina”.

— ¿Cómo surgió el proyecto?

La génesis de todo el proyecto fue mi idea y las discusiones que tenía con Leyre Fernández, que es la otra socia y también dirige el proyecto. Ella es especialista en industrias creativas y yo soy diseñadora, así que hablábamos mucho de qué deberíamos promocionar y qué deberíamos producir.  Por eso Clandestina es un proyecto de diseño que trata de aglutinar la obra de los diseñadores jóvenes cubanos. Yo soy la coordinadora y la principal diseñadora. Nos ocupamos de la creación, la producción y la venta de esos diseños. Es varias cosas, porque funciona como tienda, taller, galería y estudio.

— ¿Qué le pareció el encuentro con el presidente Obama?

Fue muy interesante apreciar la visión del presidente Obama y un poco la manera en que funciona la economía norteamericana, que es muy centrada y ligada a los emprendedores. Para ellos es una base fundamental de su economía, y yo creo que en Cuba las personas son muy emprendedoras, muy creativas a lo largo de muchos años y eso podría ser una base muy interesante y próspera para mucha gente. Creo que la gente podría explotar mucho más esa creatividad del cubano, y que realmente ayudaría a la economía del país y a la economía de los individuos también.

— ¿Cómo llegó a ese encuentro?

Al encuentro con Obama llegué porque con la apertura de la Embajada de Estados Unidos en Cuba empezaron a desarrollar programas de formación en varios temas. Yo participé en uno que era para mujeres que tenían sus propios negocios y a través de eso me fui relacionando con la Asociación de pequeños negocios en Estados Unidos. Luego visité varias ciudades norteamericanas para intercambiar con personas que tenían proyectos similares. Fue un viaje enriquecedor, y por eso en la Embajada conocían la tienda. Les parecía un proyecto interesante y creo que por eso fue que nos invitaron.

— ¿Cree que esos intercambios pueden tener un impacto positivo en los emprendedores cubanos?

Yo creo que sí. Si el Estado cubano entiende eso -como aparentemente lo ha entendido- como una posibilidad de revitalizar la economía del país, podría ser muy bueno. Los trabajadores por cuenta propia han demostrado tener mucho potencial de ofrecer servicios que el Estado ha mantenido durante mucho tiempo, pero que los emprendedores de pequeñas empresas tienen la posibilidad de ofrecerlos con más calidad. Por supuesto que hay industrias importantes que tienen que ser controladas y reguladas por el Estado, pero hay un montón de iniciativas que perfectamente podrían ser asumidas por los cuentapropistas. Además, las industrias creativas en el diseño, o por ejemplo en el desarrollo de aplicaciones web, son capaces de generar valor e ingresos a la sociedad. Cualquier persona que se pueda dedicar a ese ramo podría tener mucho futuro en Cuba, dependiendo de las regulaciones y de las oportunidades de comunicación, de intercambio y de explotar su propio trabajo.

Tiene exposiciones personales y colectivas. ¿Cuánto de eso hay en Clandestina?

En Clandestina hay mucho de mis obras, pero en varios soportes. Aquí tenemos algunas piezas de exposiciones que he hecho. Por ejemplo está una serie que se llama “Remedios para el insomnio”, de una expo que se hizo en Factoría Habana. Hay piezas que son fundas de almohadas y siempre he trasladado mi trabajo desde las exposiciones a unos soportes más de uso. Realmente cualquier cosa que un diseñador pueda idear, producir, es susceptible de ser comercializado. Entonces Clandestina funciona como una tienda, un taller del Fondo de Bienes Culturales, y aquí podemos vender todo lo que hacemos.

— ¿Qué se puede comprar aquí?

Pueden encontrar pulóveres, agendas, bolsas, fundas de almohada, juguetes, carteles, y casi cualquier cosa que podamos encontrar en los mercados locales que puedan ser modificadas con nuestro estilo. Es un rango bastante poco rígido de productos.

— ¿Próximos proyectos?

Vamos a lanzar próximamente una colección de sombreros en colaboración con unas muchachas recién graduadas del Instituto Superior de Arte; también estamos preparando algunos proyectos para la Bienal de Diseño.

Además estamos haciendo una línea que se llama Vintrashe, con ropa reciclada. La marca es un término que creamos a partir de Vintage y trash, porque dentro y fuera de Cuba hay mucha cultura de reciclaje. Por eso creímos que era propicio hacer esa línea, que se trata de ropa reciclada que deconstruimos y volvemos a construir. Cada pieza es diferente, cada una lleva un proceso diferente de confección y de impresión, pero es un concepto muy interesante. Hasta ahora tenemos camisetas, minifaldas que sacamos de piezas más amplias, shorts para hacer deportes, bolsas, porque esta línea es de una moda bastante casual, no es formal para nada.

— ¿Se considera una emprendedora?

Me veo como una diseñadora. Como una persona que contantemente se está enfrentando a los problemas de la vida diaria. Emprender es cada día un viaje nuevo, es algo con lo que me identifico y es un término que a mucha gente en Cuba le pegaría.

Texto y Fotos: Beatriz Rosales / PanamericanWorld – La Habana