Venezuela cuenta uno de los entornos más hostiles para el emprendimiento, de acuerdo a un estudio del Banco Mundial; mientras en países de la región el proceso de legalización de una empresa puede llevar una semana aproximadamente, un emprendedor venezolano debe esperar hasta 144 días -con suerte- para ver cumplido su primer objetivo.

Aunado a ello, la persona que asume el emprendimiento como forma de vida en Venezuela se enfrenta a una normativa legal que incluye controles de precios, como la Ley de los Precios Justos, que analiza “las estructuras de costos, la fijación del porcentaje máximo de ganancia y la fiscalización efectiva de la actividad económica y comercial” para determinar el precio justo de los bienes y servicios; y una Ley del Trabajo, con una reglamentación asfixiante para las empresas generadoras de empleo.

Aunque el emprendimiento per se está cargado de incertidumbre en cualquier parte del mundo, “en Venezuela esta característica parece triplicarse”, indica Harry López, coordinador general de Emprered. “Mientras en otros países el emprendedor se enfoca en tratar de ubicar la inversión inicial para su negocio, en contar con socios que le permitan llevar adelante su proyecto, el venezolano debe lidiar además con la inestabilidad del país, con un sistema cambiario muy ambiguo y unas regulaciones verdaderamente complicadas”.

Esto se suma a las características propias del emprendedor local que “está más interesado en crear negocios de cuenta propia que crear una empresa generadora de empleos; por ejemplo, hay personas que por la crisis están haciendo champú con la idea de hacer dinero; pero cuando la crisis pase y la economía vuelva a la normalidad, estos emprendimientos no prosperarán por no tener un concepto de empresa”, refiere Esteban Reyes, coach líder de Emprered.

Esta consideración coincide con el informe GEM (Global Entrepreneurship Monitor), en el que participó el Centro de Emprendedores del IESA, que determina que la tasa de conversión de emprendimientos a empresas en el país, para el año 2012, era escasamente de 1,55%. “En Emprende, creemos que esa tendencia, a la fecha, no ha cambiado”, destaca Edwin Ojeda, representante de este programa de formación a distancia.

¿La razón? Para Harry López “los venezolanos tenemos una cultura de la inmediatez, somos de la idea del ‘yo lo hago a mi manera’ y no reparamos en que la empresa del siglo XXI está basada en el talento y la innovación y no tanto en el capital”, a lo que se adiciona la falta de acceso a educación formal en materia de emprendimiento.

“Nunca es buen momento para emprender y, cuando no hay políticas públicas que apoyen esta actividad como en Venezuela, menos aún. Sin embargo, el emprendimiento es como un espíritu que posee a una persona y que la impulsa a hacerlo a pesar de las circunstancias”, resalta Reyes.

Buenas ideas, grandes oportunidades

La situación actual en el país, que ha repercutido en el cierre de empresas o en la disminución de los tamaños de las organizaciones, ha propiciado la incorporación de nuevos profesionales  en el área del emprendimiento. Paradójicamente, el informe GEM, revela que, en 2012, tan sólo 4,4% de los emprendedores aseguró hacerlo por estar desempleado o por no tener otra alternativa (emprendimiento por necesidad).

“En Emprered, para el año 2013, 45% de los emprendedores eran profesionales que no estaban emprendiendo en su área de conocimiento. De ese grupo, 62% eran mujeres”, destaca López.

Y es que la reducción del aparato empresarial no solo ha dejado desempleo, sino también vacíos que se convierten en oportunidades aprovechables por estos profesionales. “El emprendedor venezolano se caracteriza por tener resiliencia como forma de adaptarse a condiciones desafiantes; tiene astucia para resolver, no le gusta quedarse rezagado y siempre consigue una salida”, subraya Esteban Reyes.

En este sentido, los venezolanos están encontrando nuevos nichos de mercado en actividades relacionadas con el servicio y con soluciones a una problemática de su entorno.  Casos como Ofictorta, impulsado por Emprered, o Pagoflash que surgió de las filas de Emprende son muestra de ello.

Aun cuando las apuestas con base tecnológica tienen mayor visibilidad, hay una tendencia importante en la actualidad hacia emprendimientos relacionados con la gastronomía (restaurantes, catering); el diseño (de modas, orfebrería); el comercio (compra-venta, distribución) y los servicios profesionales, entre los que destacan la industria del bienestar (fitness, salud alternativa y belleza). No en vano la cartera crediticia para pequeños empresarios en entidades bancarias como Banauge creció más de 50% entre 2013 y 2014; o de Bangente, que hasta el año pasado había entregado unos 570 mil microcréditos a emprendedores.

Otras formas de emprendimiento a los que están apostando los venezolanos son las iniciativas de corte social que pueden orientarse hacia la optimización de recursos, los negocios musicales, la promoción del cuidado ambiental, como las actividades de reciclaje, y la transformación de la calidad de vida de los individuos pertenecientes a una localidad. Un ejemplo de ello son los emprendedores del cacao de la comunidad de Birongo, en el estado Miranda (región central del país), quienes recibieron formación durante 2 años por parte de Emprende y la Cámara de Comercio Venezolano Italiana, bajo el financiamiento de la Unión Europea.

Tanto Emprered como el programa Emprende del IESA apoyan a los emprendedores a innovar en su propuesta de valor a través de metodología y herramientas de negocio y de coaching, de manera de reducir la improvisación y, por ende, la mortalidad anticipada de su proyecto.