Los números son inapelables: mientras América Latina se ratifica como el centro actual de la pandemia global por la COVID-19, Cuba ha gestionado con éxito esta enfermedad. Cuatro meses después de confirmar su primer caso y sin decretar nunca un confinamiento total, el país caribeño ha pasado a la “nueva normalidad”, con solo 87 fallecidos, gracias a un estricto protocolo, en el que se aplicaron medicamentos cubanos creados en la industria biotecnológica nacional.

Medicamentos cubanos, una de las piezas del rompecabezas

Cuba no fue de los primeros países en cerrar sus fronteras, ni tampoco aplicó estrictas cuarentenas sobre pueblos y ciudades. Entonces, ¿dónde estuvo el “secreto”? Las autoridades apostaron por el distanciamiento social y la aplicación de un protocolo que incluyó la vigilancia y aislamiento de los posibles casos, el diagnóstico temprano, así como el uso de, al menos, 22 medicamentos cubanos durante el período terapéutico y de convalecencia.

De acuerdo con la Dra. Ileana Morales Suárez, Directora Nacional de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), el protocolo cubano integró los saberes aislados que tienen el resto de los países. Dicho protocolo fue dirigido a toda la población, aunque con énfasis en los grupos vulnerables, como los adultos mayores, niños y personas con diversos padecimientos.

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Prevención, el primer paso de los medicamentos cubanos

El paso inicial de la estrategia fue aplicar medicamentos cubanos para lograr que las personas vulnerables, si contrajeran el virus, no alcanzaran un estado de gravedad o crítico.

Entre los fármacos empleados estuvo la Biomodulina T, producido en Cuba por el Centro Nacional de Biopreparados (BioCen). Este es un producto natural, inyectable, que actúa sobre el sistema inmunológico. Allí estimula la producción de linfocitos T. Según Tamara Lobaina, directora del BioCen, este inmunomodulador ha demostrado ser muy eficaz para combatir las afecciones respiratorias en adultos mayores. Por esta razón fue aplicado a más de cinco mil personas en el país, mayores de 60 años, muchos de los cuales vivían en hogares de ancianos y centros de atención social.

Los científicos cubanos trabajan en varias vacunas para aumentar la inmunidad innata de las personas y, de esta manera, disminuir los riesgos de entrada de agentes infecciosos.

Los científicos cubanos trabajan en varias vacunas para aumentar la inmunidad innata de las personas y, de esta manera, disminuir los riesgos de entrada de agentes infecciosos. Una de estas vacunas es el “Inmunopotenciador CIGB 2020”, desarrollado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), junto a otras instituciones. Este fármaco es de aplicación nasal y sublingual y los estudios prueban que, al utilizarse en personas infectadas por la COVID-19, ha disminuido el progreso de la enfermedad.

Además, en Cuba también se utilizaron, en la etapa preventiva, una serie de productos de origen natural que buscaban fortalecer el sistema inmunológico. Entre estos medicamentos homeopáticos estuvieron las tabletas de anamú y el Prevengho-Vir. De acuerdo con el Dr. Johann Perdomo, jefe del Departamento de Medicina Natural y Tradicional del MINSAP, el Prevengho-Vir es recomendado para la prevención de la influenza, enfermedades gripales, dengue e infecciones virales emergentes.

¿Cuál ha sido el tratamiento a pacientes enfermos por COVID-19?

Casi todos los cubanos y extranjeros diagnosticados con COVID-19 en Cuba han sido tratados con uno de los productos más conocidos de la industria biotecnológica cubana: el Heberón, nombre comercial del Interferón Alfa 2B humano recombinante.

Este medicamento, producido desde hace tres décadas en el CIGB, se utilizó primero en China para enfrentar la pandemia. Sus resultados allí fueron alentadores y su uso se ha expandido.

“Más del 92% de los pacientes positivos al virus en el país han utilizado el interferón en su terapia y los datos de los resultados obtenidos muestran que prácticamente se reduce al doble el número de pacientes que evoluciona hacia la gravedad, comparado con aquellos que no han recibido esta terapia en Cuba”, explicó el Dr. Eulogio Pimentel, director general del CIGB.

“En el mundo entre el 15% y el 20% de los pacientes evolucionan hacia una etapa crítica y grave de la enfermedad, mientras que en Cuba ha sido menos del 5% en el caso de los pacientes tratados con el Heberón”, lo que demuestra su “indiscutible capacidad para reducir drásticamente el número de pacientes que evoluciona hacia la gravedad”, aseveró Pimentel.

Los investigadores del CIGB han desarrollado un nuevo producto, llamado HeberFERON, que está basado en los interferones ifns alfa y gamma. Este se utiliza para el tratamiento del cáncer de piel; pero como ambas moléculas tienen propiedades antivirales e inmunomoduladoras, los expertos del MINSAP decidieron utilizar el fármaco en enfermos de COVID-19 y los resultados han sido prometedores.

El interferón cubano ha despertado un gran interés en el mundo y el grupo empresarial BioCubaFarma, que agrupa a los centros de la industria biotecnológica, reconoció que había sido contactado por más de 80 países, muchos de los cuales buscaban obtener el producto.

En Cuba también se utilizan otros medicamentos antivirales, no creados en el país, pero sí producidos aquí, como la cloroquina.

Los enfermos que llegaban al estado de graves y críticos fueron tratados con medicamentos cubanos que se utilizaban para enfrentar otras enfermedades. Uno de estos fármacos fue el Jusvinza (conocido anteriormente como CIGB-258). Este péptido fue desarrollado para el tratamiento de enfermedades inflamatorias crónicas autoinmunes, pero ha sido efectivo contra la COVID-19, porque controla la inflamación que produce la enfermedad y reduce el riesgo de mortalidad de los pacientes.

Otro de los fármacos empleados fue el Itolizumab. Este es un anticuerpo monoclonal  que se produce en Cuba desde 2014. Habitualmente se utiliza en el tratamiento a afecciones como la psoriasis y la artritis reumatoide; sin embargo, al aplicarse en enfermos de COVID-19 interviene en la fase “donde el daño es causado por la respuesta exagerada del sistema inmune ante la enorme capacidad de dividirse del virus”, y su uso podría “frenar a tiempo” las consecuencias de la tormenta de citoquinas, aseveró Tania Crombet, directora de Investigaciones Clínicas del Centro de Inmunología Molecular (CIM).

Además, el protocolo de atención a los pacientes en fases severas incluyó otro producto del CIM: la eritropoyetina humana recombinante, “un medicamento que está registrado hace muchos años en Cuba y que se usa en pacientes anémicos con insuficiencia renal, en la anemia de los niños prematuros, y en los enfermos de SIDA o cáncer con anemia”, aclaró Crombet.

Este fármaco desempeña un rol en la citoprotección por lo que se utilizó en enfermos graves o críticos  para  “buscar una protección del daño isquémico que se ve en este tipo de pacientes”, reconoció Crombet.

¿Una vacuna cubana contra la COVID-19?

Científicos del mundo entero están inmersos en una carrera desenfrenada por obtener una vacuna efectiva contra el nuevo coronavirus. Cuba trabaja de forma acelerada en desarrollar una vacuna preventiva específica para la COVID-19 y ya cuenta con varios candidatos vacunales, reconoció Eduardo Martínez, presidente de BioCubaFarma.

“En el mundo hay muchos fondos para desarrollar vacunas. Como esta es una situación que está afectando a la economía es necesario tener una vacuna. En eso todo el mundo está consciente y se le ha puesto mucho dinero. Nosotros no tenemos esa cantidad de dinero. Vamos a hacer la vacuna con mucha consagración y con la inteligencia de nuestros investigadores”, aclaró Martínez.