Canadá es uno de los países sobre los que el mundo ha puesto los ojos para analizar la reacción y medidas adoptadas frente al coronavirus. El contraste con lo que ocurre en su vecino del sur invita inevitablemente a las comparaciones.

Aunque en Canadá han muerto cerca de 9.000 personas (el país tiene 35 millones de habitantes), no hay duda de que las medidas adoptadas por el gobierno, junto a la buena respuesta de sus ciudadanos, han producido unos resultados que en nada se parecen a los de Estados Unidos.

Hay muchas razones para explicar las cifras de Canadá y la evolución de sus estadísticas. Su sólido sistema público de salud permitió que muchos de los principales hospitales de Canadá estuvieran preparados para atender la avalancha de enfermos en los momentos más críticos de la pandemia, durante los meses de abril y mayo.

«La Covid-19 sigue entre nosotros pero hasta ahora los hospitales nunca se han saturado», señaló recientemente a CNBC el doctor Zain Chagla, profesor asociado de la Universidad McMaster y médico especialista en enfermedades infecciosas.

Canadá y Estados Unidos, diferentes también al enfrentarse al coronavirus

Incluso en las ciudades con el mayor número de casos registrados desde la irrupción de la Covid-19, como Toronto, los médicos reconocen que la situación ha sido incomparable al drama que se ha vivido en países como Italia, Francia o España, donde muchos hospitales se colapsaron y no pudieron mantener el nivel de atención habitual. Solo dos provincias, Ontario y Quebec, han registrado más del 90% de los casos de Covid-19 en el país.

A principios de este mes, el primer ministro Justin Trudeau señaló que las compañías canadienses ya estaban produciendo el suficiente PPE para luchar contra la Covid-19, lo que sitúa al país cerca de la autosuficiencia.

Canadá no impuso un confinamiento obligatorio, como ocurrió en otros países, sino que lo planteó como una recomendación a seguir. Sí impuso la distancia social como principal medida para detener la expansión de la pandemia y se cerraron, a partir de marzo, todos aquellos negocios no esenciales. El comportamiento de los ciudadanos, en general, ha sido responsable.

Los colegios y universidades de Canadá, salvo excepciones en algunas provincias, acabaron su actividad presencial a mediados de marzo. La mayoría de estudiantes ya no regresó a las escuelas y se está trabajando en un escenario para septiembre en el que se combinarán las clases presenciales con las on-line.

Paulatinamente cada provincia, y dentro de ella cada ciudad, han ido aplicando gradualmente las diferente fases de regreso a la normalidad en función del comportamiento de las cifras de infectados y muertos.

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El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, no ha escondido en ningún momento la gravedad de la pandemia pero también se ha destacado por mantener una política de comunicación tranquilizadora y didáctica.

El coronavirus explicado a los canadienses sin filtros

Si en Estados Unidos la figura de Anthony Fauci se ha erigido como el símbolo del poder de la ciencia sobre las teorías negacionistas y consipiranóicas, muchas de ellas avaladas por el propio presidente, Donald Trump, en Canadá ha sido la doctora Bonnie Henry, médico y oficial de salud provincial de Columbia Británica, quien ha adquirido el rol de héroe popular por la manera en la que ha informado sobre la evolución de la pandemia.

“Destaca por sus mensajes realmente claros y su empatía. Cuando anunció la primera muerte en Canadá, se sintió abrumada por la emoción», afirma Andre Picard, columnista de salud de The Globe and Mail.

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En este sentido, la figura de Henry responde a lo que los expertos en salud pública consideran clave en crisis de este tipo: la credibilidad en la manera de comunicar. Analistas en comunicación consideran que su voz suave es reconfortante y genera credibilidad, empatía y confianza. Casi siempre finaliza sus intervenciones con un sello personal en forma de mensaje: «Este es nuestro momento de ser amables, estar tranquilos y estar seguros».

Muchos sostienen que el impacto de los mensajes de Bonnie Henry entre los habitantes de la Columbia Británica fue determinante para que la provincia, la primera que registró brotes de coronavirus en Canadá, no siguiera el mismo camino que la cercana China. No hay que olvidar que debido a la gran población de origen asiático que reside en la provincia, y los continuos viajes entre ambos países, los riesgos de una escalada incontrolable estuvieron siempre presentes entre las autoridades provinciales.

Hasta ahora ha habido un poco más de 3.000 casos de Covid-19 reportados y menos de 200 muertes en la provincia. «Si nos fijamos en Columbia Británica, con su población de millones de personas, el hecho de que salieran relativamente indemnes de Covid-19 es un gran testimonio de su liderazgo», defiende el doctor Zain Chagla

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¿Qué ha hecho bien Canadá?

Ayudas económicas

Los expertos dicen que el paquete de ayuda económica de Canadá, y su red de seguridad en general, es más sólido que lo que Estados Unidos ha ofrecido.

Los residentes canadienses pueden solicitar hasta 2.000 dólares en pagos mensuales directos por un período máximo de seis meses. Este programa, conocido por sus siglas como CERB, está abierto a aquellos que han perdido su trabajo o no pueden trabajar debido a la Covid-19, y se ha ampliado a aquellos que ganan hasta 1.000 dólares por mes.

A diferencia de lo ocurrido en los Estados Unidos, el plan se ha caracterizado por su agilidad en el trámite de solicitud. El gobierno federal optó por reducir la carga burocrática para acelerar los pagos y reclamar su devolución más adelante si se detectan irregularidades en las solicitudes.

«Hicimos un buen trabajo asegurándonos de que las personas tuvieran los medios financieros suficientes para sobrevivir al confinamiento», ha señalado Tazim Virani, profesor clínico asistente en la Universidad McMaster. En total, estas ayudas de alivio a los más afectados por la pandemia alcanzará los 27.000 millones de dólares, dirigidos tanto a ciudadanos como a empresas.

Una comunicación clara

Pese a que buena parte de la gestión de la pandemia ha correspondido a las provincias canadienses, que disponen de fuertes niveles de autonomía, la coordinación en materia de comunicación entre los primeros ministros provinciales y el gobierno federal ha sido bastante fluida. A diferencia de otros países, en los que la pandemia ha agudizado las rivalidades políticas, en Canadá la colaboración entre las diferentes administraciones (municipal, provincial y federal) ha repercutido en una política de comunicación bastante precisa.

Quizá el caso más llamativo se ha producido en Ontario, donde el premier Doug Ford no ha ahorrado elogios a la gestión del gobierno federal. El político conservador, habitual azote de los liberales que gobiernan en Ottawa, se ha mantenido en todo momento lejos de cualquier controversia política y ha apostado por una lealtad institucional sin fisuras. En una de sus ruedas de prensa llegó a decir que la ministra de Asuntos Exteriores de Canada, Chrystia Freeland era “una campeona”.

Yoni Freedhoff, profesor asociado de medicina familiar en la Universidad de Ottawa, explica que las provincias, por ejemplo, han establecido sus propias directrices sobre el uso de mascarillas. En ciertas áreas, estas son obligatorias donde no se puede mantener el distanciamiento social, y en otras se recomienda el uso de máscaras, pero no se impone. Algunos expertos en salud pública sienten que esta política tiene sentido, porque no hay brotes activos de Covid-19 en todo el país, pero otros dicen que debería de haber la misma normativa en todo el país.

Restricciones para viajar

Canadá emitió una prohibición de viaje el 20 de marzo para los visitantes procedentes los EE. UU. Desde entonces, miles de peticiones han sido rechazadas en la frontera, particularmente las de aquellos que querían entrar al país sin ser trabajadores esenciales. Esa prohibición parcial continuará hasta el 21 de agosto y no se descartan nuevas prórrogas. Los trabajadores sanitarios aún pueden moverse entre los dos países, así como los trabajadores extranjeros y las personas con familiares directos en Canadá que entran en el país por razones no discrecionales.

El gobierno ha sido más estricto en los últimos meses sobre los viajes al extranjero y ahora está desaconsejando cualquier viaje no esencial, pero algunos canadienses consideran que las restricciones deberían haber llegado antes de mediados de marzo. Es una pugna de argumentos que no se diferencia de las que se han producido en todos los países del mundo afectados con fuerza por el coronavirus.

Aunque muchos exigen más mano dura en la frontera con Estados Unidos, lo cierto es que la dependencia económica que tiene Canadá de su vecino del sur ha obligado al gobierno de Justin Trudeau a valorar otras muchas variables. Ésta fue una de las principales razones por las que se retrasó la decisión de cerrar la frontera.

Qué se ha hecho mal

Hogares de ancianos

El sistema de atención médica de Canadá está financiado con fondos públicos, por lo que la atención está cubierta vía impuestos. Pero el sistema de atención a largo plazo depende de una combinación de financiación pública y privada, y algunas personas pagan directamente de su bolsillo. El Commonwealth Fund, una organización mundial sin fines de lucro para la investigación de temas sanitarios, informa de que los pagos directos siguen representando alrededor del 15% del gasto total en salud, y gran parte de ese dinero se gastó en instituciones no hospitalarias, incluidos hogares de cuidado a largo plazo; las residencias de ancianos. Es aquí donde el coronavirus ha sacado a relucir las dramáticas carencias de esta red de residencias.

El experto en salud del The Globe and Mail, Andre Picard, señala que ha salido a relucir un problema que se conoce desde hace tiempo: «No es un sistema y no está financiado adecuadamente, y hay problemas salariales crónicos y problemas de personal».

Un elevado porcentaje de las muertes en Canadá se ha registrado en residencias de ancianos. A mediados de abril solo esa población representaba más de la mitad de las muertes totales, y circulaban informes dramáticos sobre pacientes abandonados o con gravísimos cuadros médicos.

La intervención del ejército canadiense, que se encontró con terribles escenas , dio una nueva dimensión al problema, que tiene todos los componentes de un drama humanitario. La mayoría de los expertos coinciden en que ésta es una oportunidad para que los canadienses revalúen cómo cuidan a sus ancianos.

Trabajadores migrantes y reclusos

Como en Estados Unidos, la pandemia ha afectado desproporcionadamente a los residentes más vulnerables de Canadá.

Algunas provincias informaron pronto de brotes en las cárceles, y cerca de 600 trabajadores migrantes dieron positivo en una granja en Canadá después de llegar al país en la primavera. El gobierno ha restringido los viajes, pero ha seguido permitiendo que los trabajadores extranjeros ingresen en el país antes de la temporada de cosecha. Lo que salió a relucir también con la pandemia fue las precarias condiciones laborales de estos trabajadores, muchos de los cuales desempeñan su trabajo sin cobertura médica ni contratos legales.

«La explosión más reciente aquí ha sido la del trato miserable que reciben los trabajadores agrícolas migrantes, que están alojados en dormitorios y han tenido grandes brotes de Covid», denunció el doctor David Fisman, epidemiólogo y profesor de la Escuela de Salud Pública “Dalla Lana” de la Universidad de Toronto. Según Fisman, los funcionarios de salud del gobierno podrían estar haciendo mucho más para proteger a estos trabajadores, incluso separarlos e impedirles que trabajen si comienzan a experimentar síntomas.

Mascarillas y test en Ontario

Ontario admitió una caída en las pruebas diarias durante abril, a pesar de registrar un preocupante incremento diario en las muertes. En mayo se supo que habían caducado más de 55 millones de máscaras N95 almacenadas por el gobierno de la provincia, lo que generó aún más preguntas sobre la disposición para enfrentar la pandemia.