Los afrolatinos han tenido un gran impacto en el desarrollo del deporte en Estados Unidos. Ese reconocimiento en ocasiones tardó muchísimo tiempo en llegar; en otras, ni siquiera lo hizo. Para triunfar tuvieron que sobreponerse al racismo, a la barrera del idioma, a estereotipos culturales. Ese gran pelotero que es el puertorriqueño Orlando “Peruchín” Cepeda resumió el conflicto en una genial frase: “teníamos dos strikes en contra: uno por ser negro, otro por ser latino”.

A pesar de los duros obstáculos, los atletas afrolatinos perseveraron, a base de talento y constancia. Aquí compartimos las historias de cinco afrolatinos que realizaron importantes contribuciones a la historia deportiva en Estados Unidos. Su legado debiera ser recordado todo el año, no solo durante el Mes de la Herencia Afroamericana.

Orestes “Minnie” Miñoso (Béisbol)

El béisbol es el deporte donde los afrolatinos han dejado una huella más profunda. El primero que abrió la puerta fue el cubano Orestes “Minnie” Miñoso. Este popular jugador era una estrella en Cuba, antes de llegar a Estados Unidos. Apenas dos años después de que Jackie Robinson rompiera la barrera racial en Grandes Ligas, “Minnie” firmó un contrato con los entonces Indios de Cleveland, en 1949.

Miñoso tuvo una exitosa y prolongada trayectoria en Las Mayores, sobre todo con el uniforme de los Medias Blancas de Chicago. El cubano es uno de los dos jugadores que ha disputado un partido en Grandes Ligas en cinco décadas diferentes. Comenzó en 1949 y se retiró de manera oficial en 1980.

En ocho ocasiones tuvo un promedio ofensivo superior a 300 e impulsó más de 100 carreras en cuatro temporadas. Miñoso recibió siete invitaciones al Juego de las Estrellas y ganó tres Guantes de Oro, como mejor jardinero izquierdo.

En diciembre de 2021, finalmente se hizo justicia con el cubano y un Comité especial de selección aprobó la entrada postmortem de Miñoso al Salón de la Fama, en Cooperstown.

Roberto Clemente (Béisbol)

El mayor ícono afrolatino del deporte es el puertorriqueño Roberto Clemente. Sobre el terreno de juego fue, con diferencia, el más completo; pero su grandeza sobrepasó las hazañas deportivas.

El palmarés de Clemente fue impresionante. Ganó dos títulos de Serie Mundial, con los Piratas de Pittsburgh. Fue el primer pelotero latino que alcanzó la cifra de 3.000 jits. Finalizó su carrera con un promedio de 317, ganó 12 Guantes de Oro y participó en 15 Juegos de las Estrellas.

Pero Clemente fue mucho más que un pelotero. Alzó su voz para denunciar el racismo que imperaba en la sociedad estadounidense. Por eso fue cordialmente odiado por muchos; pero hoy su figura es venerada también por no callarse, en momentos tan complicados.

El final de Clemente fue trágico. En diciembre de 1972, el avión en el que transportaba ayuda humanitaria para los damnificados por el devastador terremoto que golpeó a Managua, la capital de Nicaragua, cayó al mar. Nunca recuperaron su cuerpo. En su honor, Grandes Ligas instituyó el premio anual “Roberto Clemente”, que reconoce a los peloteros más activos en el apoyo a sus comunidades.

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Carmelo Anthony (Baloncesto)

Anthony tiene un tatuaje de la bandera de Puerto Rico en su mano derecha. Este gesto simbólico muestra que la súper estrella de la NBA no ha olvidado sus raíces. Apenas conoció a su padre, el boricua Carmelo Iriarte, quien murió cuando el niño solo tenía dos años. Sin embargo, en todo momento “Melo” ha mostrado su amor por la “Isla del Encanto”. Allí, su Fundación ha construido y recuperado canchas de baloncesto. Además, Anthony contribuyó a recaudar fondos para ayudar a los damnificados en Puerto Rico, tras el paso del huracán María, en 2017.

“Melo” entró en la selecta lista de los mejores 75 jugadores en la historia de la NBA. Sus números muestran su constancia en la liga: en 19 temporadas ha anotado 28.060 puntos, por lo que ocupa el undécimo puesto de todos los tiempos en este departamento. El veterano basquetbolista ha participado en 10 Juegos de las Estrellas y, en 2021, recibió el premio de Campeón de la Justicia Social de la NBA. Además, es tricampeón olímpico con la selección de Estados Unidos.

Tony Pérez (Béisbol)

Otro de los peloteros cubanos que contribuyó a abrir las puertas para los afrolatinos en Grandes Ligas fue Atanacio “Tony” Perez.

Este miembro del Salón de la Fama creció admirando a Miñoso. En su ascenso a Grandes Ligas sintió de cerca la discriminación, con literas separadas para jugadores blancos y negros, en la década del sesenta. Tony y sus compañeros afrolatinos no podían comer con los blancos. A pesar de todas las barreras, entre ellas la del idioma, ya que Pérez no podía comunicarse bien en inglés, el cubano se convirtió en una gran estrella en Grandes Ligas.

Su poder ofensivo fue clave para que los Rojos de Cincinnati ganaran dos títulos consecutivos de la Serie Mundial, en 1975 y 1976.  Tony jugó en 22 temporadas en Las Mayores, en las que promedió 279, con 379 jonrones y 1.652 carreras impulsadas. Además, también dirigió a los Rojos y Marlins.

En 2000, Pérez recibió los votos suficientes de un Comité especial, por lo que fue exaltado al Salón de la Fama, en Cooperstown. Su hijo, Eduardo Pérez, también jugó en Grandes Ligas y hoy es un exitoso comentarista en la cadena ESPN. Su show especial de 2021, “Somos afrolatinos”, es imperdible, porque nos permite entender mejor la intersección entre la cultura latina y la raza.

Panamá Al Brown (Boxeo)

Durante décadas, los boxeadores afrolatinos han brillado en los principales escenarios en Estados Unidos. Nuestro recuento termina con la historia de Panamá Al Brown, el primero de esos campeones. Este fue un hombre exitoso sobre el ring, que compartió con grandes figuras de la época y murió en la mayor pobreza, de hipotermia, solo, abandonado, en las calles de Nueva York.

Brown nació en la provincia de Colón, Panamá. Era negro, latino y nunca ocultó su homosexualidad. La combinación de estos tres elementos hizo que siempre fuera discriminado, sobre todo en Estados Unidos. No obstante, Brown se sobrepuso a todo, gracias a su fuerte pegada. En el primer lustro de la década del veinte, del siglo pasado, logró más de 40 victorias en cuadriláteros estadounidenses.

Luego marchó a París y allí siguió triunfando, en medio de una vida muy bohemia. Retornó a Estados Unidos en 1929 y superó al español Gregorio Vidal, en una pelea donde se disputó la corona mundial del peso gallo, de la Comisión Atlética del Estado de Nueva York.

Luego, las cosas no salieron bien para Brown. Dilapidó su dinero, no tuvo éxito en los negocios y terminó en la mayor pobreza. Murió de tuberculosis, en 1951.


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