El fútbol femenino de Estados Unidos ya tiene un lugar en el olimpo. ¡Pago igualitario, Pago igualitario! Gritaron a coro en varias ocasiones no pocos de los casi 58 mil aficionados que se reunieron en el Estadio de Lyon, para presenciar la final de la octava edición de la Copa Mundial de fútbol femenino.
El justo reclamo no es nuevo; pero, tal vez, ahora el escenario sea más propicio para que directivos y patrocinadores entiendan que el salario igualitario debiera ser una norma en todas las modalidades deportivas. La selección femenina de fútbol de los Estados Unidos abandera esa reivindicación.
La batalla por el pago igualitario ha sido liderada por la selección nacional femenina de fútbol de Estados Unidos. El palmarés de este equipo es impresionante: cuatro títulos mundiales, el último de ellos obtenido recientemente, en Francia, y cuatro coronas olímpicas.
El fútbol femenino en Estados Unidos, historia de una reivindicación
A pesar de ser más exitosas y conocidas en todo el planeta, ellas ganan un 40% menos que sus colegas varones que apenas cuentan en sus vitrinas con tres Copa Oro de la CONCACAF. Las chicas de la selección de fútbol no lo entienden y han alzado su voz, dentro y fuera del terreno de juego.
Las cifras hablan por sí solas y los ejemplos de disparidad abundan: Marta es un ícono del fútbol brasileño; sin embargo, gana 74 veces menos que Neymar. En el Mundial de Francia, la FIFA repartió entre todos los equipos premios por 30 millones de dólares; pero para la cita de Rusia 2018, las selecciones masculinas se dividieron 400 millones.
El considerado mejor futbolista del mundo, Lionel Messi, obtiene, por salario y contratos de publicidad, cerca de 84 millones de dólares anuales, lo que representa casi el doble de lo que perciben 1693 jugadoras, de las siete principales ligas femeninas del orbe.
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Batallas legales por la igualdad salarial en el fútbol femenino
Uno de los rostros más visibles contra la desigualdad salarial es el de la noruega Ada Hebergerg, ganadora del Balón de Oro 2018. Su decisión de ausentarse del Mundial de Francia, como señal de protesta por la disparidad económica entre futbolistas hombres y mujeres en su país fue muy valiente; aunque en esa nación nórdica no todos aplaudieron el gesto de su mejor jugadora.
Más allá de protestas simbólicas, las estadounidenses optaron por acudir a los tribunales. Después de ganar el Mundial de Toronto, en 2015, Alex Morgan, Carli Lloyd, Megan Rapinoe, Becky Sauerbrunn y Hope Solo presentaron una demanda contra la Federación de Estados Unidos, por discriminación salarial. Ganaron el caso y recibieron un aumento; pero ellas lo consideraron insuficiente.
Volvieron a la carga en las cortes este año y el Día internacional de la mujer, el 8 de marzo, las 28 futbolistas que conforman la selección nacional presentaron otra demanda contra su Federación, porque esta “no ha logrado promover la igualdad de género”. Ellas aseguran que han generado más beneficios económicos y que han logrado más audiencias de televisión. Esta lucha judicial promete ser extensa y muy complicada.
Megan Rapinoe, una estrella con voz propia
“No he experimentado la brutalidad policial, ni racismo, ni nada parecido a ver el cuerpo de un familiar muerto en la calle. Pero no puedo permanecer como si nada cuando hay gente en este país que tiene que lidiar con este tipo de cosas. No hay forma perfecta de protestar. Sé que nada de lo que haga aliviará el dolor de esas familias, pero siento que arrodillarme durante el himno nacional es la forma correcta de proceder y haré lo que sea para ser parte de la solución”, escribió en el sitio The Players Tribune.
Antes de que se moviera el balón en el Mundial de Francia, Megan Rapinoe hizo enojar a Donald Trump. Esta formidable jugadora, capitana de la selección nacional, es una de las más fuertes defensoras del movimiento contra la desigualdad y la violencia policial en Estados Unidos. Ella apoyó al ex mariscal de campo Colin Kaepernick y también optó por arrodillarse durante la ceremonia del himno.
Su decisión molestó a la Federación estadounidense que, de inmediato, preparó un reglamento en el que obligaba a todas las jugadoras a escuchar de pie el himno. Ante esto, Rapinoe optó por no cantar y poner la mano en el pecho durante la interpretación del himno. Así lo hizo en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016 y también en el Mundial de Francia. Además, aseguró que no iría a la “maldita Casa Blanca”.
Trump le respondió, siempre por Twitter, que primero ganara y después hablara. Eso hizo Megan, quien anotó seis goles, uno de ellos en la final, y repartió tres asistencias. Luego, la capitana cargó directamente contra el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
La capitana exigió respuestas para llevar la igualdad al fútbol femenino. “Todo el mundo ha terminado con eso. Los fanáticos han terminado con eso. Las jugadoras han terminado con eso. En muchos sentidos, creo que los patrocinadores han terminado con eso. Vayamos al siguiente punto. ¿Qué sigue? ¿Cómo apoyamos a las federaciones de mujeres? ¿Programas en todo el mundo? ¿Qué puede hacer la FIFA para lograr eso? ¿Qué podemos hacer para apoyar a las ligas de todo el mundo?”, se preguntó.
Los defensores de la disparidad salarial
En su respuesta a la primera demanda recibida, la Federación estadounidense de fútbol aseveró que las diferencias salariales partían de un hecho económico: la selección masculina, a pesar de tener un palmarés muy inferior, producía el doble de ganancias y llevaba muchos más aficionados a los estadios que las mujeres.
Ahí, como diría el sabio cómico mexicano Cantinflas, “está el detalle”. Para los directivos y patrocinadores, el fútbol femenino mueve una menor cantidad de dinero y, por eso, las jugadoras reciben salarios más bajos. Esa realidad podría estar cambiando, al menos en Estados Unidos, donde, de acuerdo con un informe en Wall Street Journal, entre 2016 y 2018 el fútbol femenino ingresó más dinero que el masculino en concepto de venta de boletos.
El fútbol femenino está reconocido, actualmente, como el deporte en equipo más practicado del planeta. El Mundial de Francia tuvo varios encuentros con más de 40 mil personas en los estadios. Las cadenas televisivas lograron varios récords. Por ejemplo, el partido inaugural, transmitido por TF1, fue visto en Francia por 11 millones de personas, solo un millón por debajo del debut de los hombres en Rusia 2018.
Mientras, en la final del Mundial, FOX Sports logró una audiencia de 8,24 millones de espectadores, solo en Estados Unidos. Otras naciones donde se impusieron marcas históricas en el total de televidentes de un partido de fútbol femenino fueron Brasil, Holanda, Italia, Alemania y China.
Las marcas también aprovecharon el impulso del Mundial. Según el CEO de Nike, Mark Parker, la camiseta de la selección estadounidense ha sido la más vendida por esa compañía, en 2019, por encima de la exhibida por el Barcelona FC y el equipo masculino de Brasil. En Francia, 14 de los 24 equipos participantes utilizaron indumentaria confeccionada por Nike.
El interés por el fútbol femenino se ha disparado y esto es un resultado directo del Mundial de Francia. Barclays aseveró que invertirá 12,7 millones de dólares para patrocinar la liga inglesa hasta 2022 y VISA hará lo mismo con la Liga de Campeones.
A pesar de los notables avances, asegurar que la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el fútbol está cada vez más cerca sería una ingenuidad. El crecimiento global en la práctica de este deporte, una repartición más equitativa de los ingresos por parte de la FIFA y un mayor interés por parte de patrocinadores son elementos que deben conjugarse para acercar más la brecha salarial. Esta no es más que una expresión de las disparidades de género que existen en todo el mundo y que trascienden al deporte.
Si algo esta claro y es un hecho irrefutable, es que el futbol femenino es un asco. Si quieren igualdad que compitan con los hombres de igual manera, vas a ver como les va.