En este recorrido por los mejores tragos en Bolivia contamos la historia de los brebajes espirituosos y las costumbres de la región al momento de tomarlas, además de  ofrecer una cata de más de 30 licores nacionales. Esta experiencia es parte del tour de bebidas bolivianas, una iniciativa  de Jenny Apaza, profesional del área de turismo, como una alternativa original de este país para los turistas.

Amer Bazzi, originario de Boston, acompaña a Apaza en este emprendimiento. Trabaja como tutor de inglés en La Paz, pero  también como guía turístico de la iniciativa. Según el estadounidense, muchos turistas deambulan por las calles, toman  fotos, pero nunca logran penetrar en la esencia de la cultura del altiplano. “El altiplano es como una isla y esta tierra  tiene un gran misterio y vale la pena conocerlo. Nadie ofrece una experiencia auténtica, por ese motivo con el tour abrimos  la ventana a los secretos prohibidos al turista, con bases en historia y patrimonio”, precisa Bazzi.

Apaza explica que el consumo de las bebidas en el continente americano empezó antes de la colonización y que fue vetado  porque estaba ligado a ritos religiosos y paganos, lo que complicaba la instauración de la religión católica. Fue así que,  con el paso de los años, los hábitos y tradiciones prehispánicas fueron cambiando por medio del mestizaje para expresarse  en nuevas costumbres.

DEGUSTACIÓN VARIADA

La impulsora de la iniciativa da a conocer que solo en La Paz se realizan cerca de 800 prestes (una fiesta en honor de  algún santo o Virgen); además de otros festejos tradicionales como las challas (ceremonia de reciprocidad con la madre  tierra), todos relacionados con la bebida. “Esas costumbres se transmiten desde antes y se remonta en la historia. Los  incas decían beber para la salud, y me parece que somos los únicos que cuando bebemos en cada sorbo tenemos la costumbre de  decir “¡salud!”, agrega Apaza.

La información e historia del tour se complementa con una degustación de más de 30 variedades de bebidas espirituosas  típicas y artesanales del país que preparan en un bar. Algunas de las favoritas de los visitantes son el sabor único de la  cerveza Ch’ama (fuerza, en aimara), a base de hojas de coca maceradas; el singani —de la familia del aguardiente, a base de  uvas moscatel de Alejandría— y el Supay, un aguardiente de locoto (chile) con toques de limón y canela.

La oferta también presenta versiones andinas de tragos tradicionales: como el vodka 1825, elaborado a más de 4.000 metros  sobre el nivel del mar con agua de la cordillera de los Andes y trigo de la Amazonia, en lugar de la tradicional papa; o el  gin La República Andina, una ginebra combinación de anís, canela, jengibre, q’oa (una mezcla de sahumerios que se utiliza  tradicionalmente como ofrenda), huacataya y quilquiña —ambas hierbas aromáticas originarias de Perú, Bolivia y Ecuador—,  tumbo y chirimoya (frutas).

Apaza ha diseñado una carta original con cocteles que hacen alusión a referencias culturales muy propias de Bolivia. Los  turistas se sorprenden y se aventuran a probar un pajpaku (charlatán, en quechua), por ejemplo, elaborado a base de gin La  República, mocochinchi —bebida azucarada de durazno pelado y deshidratado— y yerbabuena, que se caracteriza por su dulzor y  que “imita a la labia” de esos parlanchines, explica Apaza.

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