La música jamaicana del siglo XXI ya no es sólo el eco de Bob Marley y los Wailers. En los últimos años ha surgido una generación de artistas que, sin complejos, explora otros campos para mezclar la tradición del reggae con sonidos más globales como el drum & bass, el hip hop o la música electrónica.
La revista Rolling Stone aventuraba que la música jamaicana puede ser la próxima que irrumpa definitivamente en Estados Unidos a través de los consumidores de plataformas en “streaming” como Spotify.
Un fenómeno similar al que en estos momentos está experimentado la música en español, principalmente a través del reggaeton y el trap latino.
El reggae quiere ser mainstream
La prestigiosa revista ponía el acento precisamente en el hecho de que el reggae ha sido tradicionalmente mucho más influyente en la música norteamericana que estilos como el reggaetón. Pero si hablamos de consumo, de momento no llega a los niveles que ha alcanzado la música latina en los últimos meses.
Hay un fenómeno realmente curioso que los jefes de la industria musical norteamericana vienen observando en los últimos años. La música jamaicana es un sonido de temporada: cuando llega el verano y el calor, su consumo se dispara. Cuando el frío empieza a dar noticias, el público opta por músicas menos vitalistas.
El reggae, música solo para el calor
«Siempre hemos estado tratando de resolver este problema: ¿por qué solo estamos sujetos al verano?», se pregunta Ricky Blaze, un artista y productor que creó el ritmo para «Hold Yuh» de Gyptian.
Hay inercias en la pesada industria musical que es difícil corregir. Cuando llega la primavera la industria musical estadounidense impone una estrategia de consumo que se ha convertido casi en una tradición: selecciona un tema de música jamaicana y lo empuja a las listas de éxitos.
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El afortunado ganador de 2018 fue «Walking Trophy», una canción de Hoodcelebrityy, una cantante nacida en Jamaica que vive Nueva York y que luce orgullosa sus raíces caribeñas.
A principios de julio del pasado año, dos meses después de aparecer en las listas de R & B / Hip-Hop, «Walking Trophy» llegó a una audiencia semanal cercana a los ocho millones.
Antes de Hoodcelebrityy pasaron por esa luminosa y efímera pasarela Konshens [‘Bruk Off Yuh Back’, 2017], Kranium [‘Nadie tiene que saber’, 2015], Gyptian [‘Hold Yuh,’ 2010] o Serani [‘No Games,’ 2009] «.
El streaming ha ayudado a múltiples géneros globales a lograr una visibilidad impensable hasta hace no mucho. Gracias a los enormes números de YouTube y las listas de reproducción mejoradas de Spotify, más canciones en español que nunca están alcanzado el famoso Hot 100, la lista de las listas del mercado americano.
El reggae, patrimonio cultural de la humanidad
El siguiente fenómeno puede ser jamaicano. Y para ello tiene que romper esa estacionalidad que limita su crecimiento. Y ya se sabe que, desafortunadamente, la industria musical funciona bajo estas coordenadas: si triunfa en Estados Unidos, triunfa en el mundo.
Quizá tiene que ver con la propia historia de la música jamaicana. No hay que olvidar que aunque el reggae se hizo popular en los Estados Unidos, donde realmente floreció en los años 70 fue en el Reino Unido, que había sido el hogar de muchos inmigrantes jamaicanos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
La UNESCO declaró el reggae “patrimonio cultural intangible” de la humanidad. La música, que surgió de Jamaica en la década de 1960 gracias a artistas como Peter Tosh y Bob Marley, alcanzó el mayor grado de reconocimiento universal. El reggae es «cerebral, sociopolítico, sensual y espiritual», declaró la UNESCO para explicar su decisión.
Esta consideracón coincide con el 50 aniversario del sello británico de reggae Trojan, responsable de dar a conocer al mundo a artistas de la talla de Desmond Dekker o Jimmy Cliff.
Lo cierto es que la música jamaicana vive en pleno proceso de reinvención. Es un caso muy similar al que experimenta el flamenco en España. Estilos ambos con una profunda carga de ortodoxia que obliga a los exploradores de nuevos sonidos a hacer equilibrios entre la tradición y la experimentación.
El dancehall como evolución de todas las cosas
Un caso muy evidente es el dancehall, considerado el descendiente más elegante del reggae, con programación electrónica en lugar de la clásica instrumentación jamaicana y un estilo vocal más declarativo en comparación con el canto melódico y relajado del reggae.
«Dancehall es el hijo del reggae, pero el padre de varios géneros», afirma Sean Paul, probablemente la mayor superestrella del crossover de dancehall. En esa escena destaca también Busy Signal, seguramente el más internacional de todos.
Juntas, las dos formas han dado cuerpo a nuevas etiquetas del pop moderno, como el hip-hop o el afrobeats. Su influencia se ha extendido a artistas globalmente conocidos y que no necesariamente tienen relación con el reggae.
Varios de los 40 éxitos más importantes de los últimos cinco años tienen una base jamaicana: «Sorry» de Justin Bieber, «Cheap Thrills» de Sia o «Shape of You» de Ed Sheeran son quizá los ejemplos más representativos.
De la nueva escena jamaicana está surgiendo artistas tan interesantes e inclasificables como Chronixx, considerado el heredero del reggae contemporáneo.
Su último disco hasta el momento, Chronology, es un equilibrio cuidadoso de rock country, R&B y influencias pop, mientras mantiene un fuerte enfoque en los sonidos tradicionales de su país.
En una entrevista a la revista musical Exclaim! afirmaba que quería jugar “un papel muy importante en la evolución de la música jamaicana. Es un sentimiento muy hermoso estar en un viaje”.
Marley, el apellido del reggae
En una frecuencia similar se encuentra Protoje, nominado al Grammy al mejor disco reagge de 2019. Hay en todos los artistas jamaicanos una conexión permanente con el espíritu omnipresente de Marley o Black Uhru.
Parece un tributo necesario, una reverencia musical y emocional que explica el respeto que todos ellos sienten por los músicos que han inspirado su universo musical. Pero una vez superadas las cortesías de rigor, todos se lanzan a la aventura de mezclar e investigar con otras texturas ajenas a la tradición caribeña.
Protoje es un buen ejemplo. Su último álbum, “A matter of time”, es un homenaje a las tradiciones arraigadas en el género. Pero irrumpe a la vez en un territorio audaz y brillante, introduciendo ritmos de hip-hop, secuencias de jazz orquestal y bailes festivos.
Protoje no ganó. 44/876, la insólita colaboración entre Sting y Shaggy, se quedó con el galardón y también con las dudas sobre si las fronteras del reggae no se están estirando a veces demasiado.
La prestigiosa Pitchfork lo tiene claro: “la colaboración de reggae-lite entre Sting y Shaggy es tan profesional, de buen carácter e impotentemente desenvuelta como su facturación”.
Pero, por encima de todos, el apellido Marley sigue siendo el tótem de la música jamaicana. Bob porque es el referente espiritual, y su hijo Ziggy porque es el más internacional y reverenciado de toda la saga. Sus siete álbumes y 8 Grammys lo han convertido ya en una leyenda en vida. El mejor garante del legado de su padre.
Hay otros nombres en la constelación jamaicana que, desde la isla, Estados Unidos o Europa, están construyendo un nuevo relato de la tradición reggae y la cultura rastafari.
Israel Vibration, la gran reina del reggae jamaicano del siglo XXI; Marcia Griffiths, Queen Ifrica o el gran representante del actual dancehall, Busy Signal, son algunos de los nombres que debes tener en cuenta.