Movidos por un absoluto amor hacia comunidades indígenas aisladas de la debacle del mundo moderno, un grupo de empresarios ha concentrado sus esfuerzos filantrópicos para proveer de medicinas, ropa y juguetes a más de 1000 niños a través del proyecto Niños de la Selva. Bajo la mirada de su líder, el empresario y expedicionario Tony Velásquez y de la empresa Proeco Global Expediciones –organizadora de expediciones por los lugares más recónditos del planeta-, este proyecto ha sido responsable de dibujar sonrisas en los agradecidos rostros de jóvenes pertenecientes a las etnias Pemón y Yanomami, ubicadas en pequeños pueblos del valle de Kamarata (Kavak, Kamarata, Awaraparu -Kamadak-, Arawatoy, Santa Marta y Uruyen), en la región sur de Venezuela.

Proyecto Niños de la Selva realiza dos visitas cada año: la primera de ellas, antes del comienzo de clases, cercano al mes de septiembre, en la cual abastecen a los pequeños de útiles escolares, vestimenta e insumos médicos; la segunda ocasión viene acompañada de un preciado regalo de Navidad.

El Proyecto actualmente cuenta con un grupo de “atletas empresarios”, tal como los denomina Tony Velásquez, integrado por médicos, abogados, especialistas en turismo, ingenieros, un periodista, un representante de la Asociación de Naciones Unidas de Venezuela, un camarógrafo y un fotógrafo; quienes, unidos por una profunda vocación de servicio, recurren a su excelente condición física para enfrentar las largas horas de labor que les toma ayudar a los menos favorecidos en comunidades tan distantes.

Recolecta de ayudas tangibles

El proceso de recolección de los donativos comienza tres meses antes de cada uno de los viajes que realizan, a fin de reunir piezas de ropa –más de 3000 piezas en su última visita-, medicamentos provenientes de laboratorios médicos aliados, útiles escolares para las ocho escuelas que existen en la zona, comida para cada uno de los habitantes de las comunidades indígenas y juguetes para los más pequeños.

“No hay necesidad de pedir dinero; nosotros solicitamos ayudas tangibles, cosas que llevarle a cada uno de ellos, pero llega un momento en el cual el dinero es necesario para construir escuela y dispensarios”, nos comenta Tony Velásquez, al mismo tiempo que afirma que actualmente el proceso de recaudación de donativos se ha dificultado puesto que organismos públicos y entidades bancarias han negado la financiación a este tipo de proyectos dadas las circunstancias económicas de Venezuela. Sin embargo, el proyecto Niños de la Selva cuenta con el firme apoyo de Procter & Gamble Venezuela, Toyota Services de Venezuela, la Organización de Naciones Unidas, Acuagrafics, Radiotrans y MRW, entre otras grandes empresas venezolanas y transnacionales.

Tras reunir todo el material requerido, se emprende un largo camino hacia las profundidades de la selva amazónica. Bajo la tutela de Velásquez, aviones son cargados hasta su máxima capacidad para arribar en el sector de Parima B, lugar donde habita la comunidad Yanomami,      a unos 150 kms del nacimiento del río Orinoco. El año pasado, tras una invitación de la Fuerza Armada Bolivariana (FAB), el equipo de Niños de la Selva se trasladó en aviones Hércules del Grupo 10 con una carga de 2000 toneladas hasta Puerto Ayacucho, estado Amazonas, y desde allí en dos aviones Caravan hasta Parima B, en donde fue recibido con bailes y profundas muestras de agradecimiento de parte del pueblo indígena, “Allá abajo no va nadie, pero a nosotros nos reciben con las mayores de las alegrías. Los niños se esconden cuando llegan los turistas, cuando llegan personas que simplemente van de visita por la zona, pero cuando ven que nuestros aviones ya se acercan todos preparan sus inmensas sonrisas para saludarnos”, cuenta Tony Velásquez a Panamerican World.

La recompensa de esta ardua labor es precisamente la candidez de esa mirada que trasmite un profundo agradecimiento. “Un diciembre llegamos repartiendo juguetes y me encontré con uno de los niños, a quien le di una caja con unos carritos. Me quedé impactado al ver su reacción; él no distinguía si el regalo era la caja o los juguetes. Ahí me di cuenta de cuán favorecidos somos nosotros y la razón de ayudar a quienes no tienen. Dar y recibir esas sonrisas te llena el alma”, comenta Velásquez.

Además del deseo de ayudar a otros, participar en el proyecto Niños de la Selva también requiere de resistencia física y habilidades de deportista para asumir con éxito largas horas de trabajo y enfrentar situaciones precarias, al tiempo de estar preparado para superar los retos que la naturaleza impone para llegar a sus entrañas. Si este no es su caso, el apoyo también puede brindarse como patrocinador a través de www.proeco.com.ve.

La sonrisa agradecida de un niño que hoy recibe útiles escolares o juguetes para su desarrollo cognitivo se convertirá en la cristalización de un sueño que alberga la esperanza del futuro.