Mural 500 es una de las grandes acciones que ha organizado la Ciudad de Panama para celebrar el 500 aniversario de su fundación, que se conmemora con diversas actividades durante este mes de agosto.
26 murales, 26 artistas y muchas ganas de retratar en cada pared el sentir de las comunidades de la ciudad de Panamá que cumple en agosto 500 años.
Desde las barriadas más populosas en el centro de la capital, hasta las más alejadas ubicadas al norte. O las del sur, a donde pocos o casi nadie llega.
La iniciativa Mural 500 Panamá se planteó con la idea de reflejar la identidad e historia de cada corregimiento, las inquietudes de sus habitantes, sus manifestaciones culturales y tradiciones más preciadas.
La artista panameña Martanoemí Noriega propuso inicialmente el proyecto que se elaboró en conjunto con la Comisión de los 500 años de fundación de la ciudad de Panamá, la Alcaldía de Panamá y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.
Karla Quintero, otra panameña, viajó de Buenos Aires a Panamá para convertirse en la cabeza de Mural 500 y asumir la producción de las 26 obras en un plazo de año y medio.
Quintero tiene experiencia en el campo audiovisual y también en la gestión cultural. En Argentina trabajó en la coordinación de un evento de muralismo llamado Traer la naturaleza a Buenos Aires, fue allí donde entabló por primera vez una estrecha relación con diversos artistas.
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Mural 500: Un regalo para la comunidad
Para elegir a los 26 artistas se abrió un periodo de postulaciones en mayo de 2018. La convocatoria duró un mes y se recibieron 79 aplicaciones. Posteriormente se llevaron a cabo sesiones entre los artistas seleccionados y los pobladores de cada corregimiento, con el fin de presentarles el proyecto y definir el tema a plasmar en el mural.
“Siempre estuvimos vinculados con la comunidad, queríamos que estuviesen de acuerdo con la pared elegida para pintar el mural, luego solicitábamos los permisos indicados. Pero a veces no obteníamos el permiso y teníamos que elegir otra pared y consultarles nuevamente”, explica Quintero.
Quizá lo más difícil fue eso, continúa. “Tramitar los permisos de las 26 paredes. Algunas no sabíamos si tenían dueño, a quién pertenecían. Preguntamos a la gente, a los vecinos, hasta dar con esa persona y luego insistir a las autoridades para que nos entregaran el permiso. Cuando decían que no había que empezar de cero. Tuve un equipo de 5 personas que me apoyaron durante todo el proceso. Sin él nada hubiese sido posible”.
De la sesión con las comunidades surgió la inspiración del artista. Los habitantes del barrio hablaron de sus orígenes, sus costumbres, sus atributos o elementos más significativos, incluso expresaron sus frustraciones y decepciones.
Algunos resaltaron que el mural debía reflejar la diversidad de cada rostro, la alegría de los niños que corren por las calles o la naturaleza característica de la zona.
La misión del artista era rendir un homenaje, regalar un mural con el cual todos se sintieran identificados.
Murales sin egos
Tantas historias no te las enseñan en la escuela, dice Quintero. En cada sesión los más ancianos relataban a los jóvenes esas tradiciones que se han perdido con el tiempo, pero han quedado guardadas en la memoria.
Antes, los artistas tomaron un taller para recibir las herramientas adecuadas, lograr un acercamiento positivo y aprender a lidiar con la comunidad.
“Allí les advirtieron sobre las posibles reacciones que encontrarían. Los artistas no están acostumbrados a pintar con el consentimiento de alguien más, son libres de expresar lo que sienten. No piden aprobación a nadie. Pero en este caso, debían dejar a un lado el ego y ser humildes. Considero que hubo muy buena química entre ambas partes”, comenta la líder de Mural 500.
Sergio Smith pintó el mural del barrio de San Felipe, también conocido como el Casco Antiguo de la ciudad, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Su obra está en la fachada del Hotel Selina, inaugurado recientemente en la calle 12. La razón por la cual se postuló a Mural 500 es porque es una iniciativa que promueve el arte y la cultura en Panamá, una causa que apoya y con la cual se siente comprometido.
Pero también porque necesitaba interactuar con la comunidad, salir de su universo propio y conectar con otros.
El último mural para celebrar Ciudad de Panamá
Desde hace dos años Sergio se dedica al arte urbano, lo hace porque valora la libertad de expresión que le brinda el oficio, así como la independencia financiera.
“La calle dice muchas cosas. Los moradores de San Felipe, un barrio con mucha historia pero a la vez muy hermético, se han extinguido poco a poco. Aprendí de sus ancianos, escuché sus relatos, ninguno aparece en los libros de educación”, dijo el artista mientras sostenía un spray de color azul pastel en su mano.
Su mural fue el último en terminarse, el número 26. Sobre la pared ha trazado la belleza natural de la mujer de San Felipe, de piel morena y ojos alargados, manicura impecable y melena afro.
Con sus manos protege una casa, símbolo de la lucha de sus habitantes por evitar ser desalojados del área. El Casco se ha convertido en un enclave comercial lleno de restaurantes, hoteles y discotecas.
Los aretes de la mujer simulan dos grandes bocinas que retumban con música a todo volumen, una costumbre que identifica a los habitantes del barrio.
De un lado ha quedado plasmado un grupo de ancianos, los cuentacuentos de la zona, voceros de las historias que más nadie conoce. Del otro se asoman las miradas inquietas de los chiquillos que juegan béisbol sobre la acera, los que piden limosna a los turistas o cobran un sencillo a los conductores a cambio de cuidarles el auto.
Un año y medio después Quintero ha comprendido la cultura del arte urbano en Panamá, un movimiento que a diferencia de lo que muchos creen ha crecido en silencio y a veces bajo el anonimato de varios de sus artistas.
Muchos solo quieren encontrar una pared y hacerla suya, no quieren ser reconocidos públicamente ni salir en las portadas de los diarios.
Mural 500 le abrió un espacio a las comunidades, rindió un tributo a través del arte y lo más importante, llenó de color y orgullo a cada uno de los habitantes de ciudad de Panamá.