Las raíces afrolatinas están en la columna vertebral de la cultura latinoamericana y caribeña como parte esencial de su identidad. Lo afrolatino ha ido ganando visibilidad en los últimos años gracias a la reivindicación de las nuevas generaciones de artistas, intelectuales y escritores, que han mirado a su pasado para construir un relato basado en el orgullo de la pertenencia.

Ya no se trata de una revisión redentora de la tradición sino de una reclamación exenta de prejuicios. Es un discurso vibrante que se proyecta en la música, en las letras de compromiso político y social y en una estética que rompe con décadas de complejos y que ahora se manifiesta provocadoramente orgullosa.

La salsa, el reggaetón, la marimba, el guaguancó, la cumbia o incluso el tango argentino remontan sus orígenes a la huella que las comunidades de esclavos africanos llegadas en oleadas durante siglos imprimieron en toda la cultura popular. El tiempo las ha asimilado como propias pero tienen una procedencia clara y unos rasgos muy identificativos.

El periodista de Omaha Magazine, Brent Crampton, explicaba en un reportaje que la intersección entre la música latina y africana dio lugar a una secuencia de estilos con una personalidad específica. Dado que la mayoría procedía de África occidental, donde el tambor era la base de su música, su cultura africana se mezcló con la cultura local y la región en la que aterrizaron. Nuevas formas de cultura y música surgieron de esas interacciones.

“Así es como llegamos al hip-hop, disco, funk, soul, jazz, R&B, blues y rock. Pero lo mismo que sucedió en Estados Unidos también sucedió en Cuba, Puerto Rico, México, Brasil, Colombia, Jamaica, etc. En lugar de funk, fue cumbia en Colombia. En lugar de R&B, era reggae en Jamaica. En lugar de disco, fue samba en Brasil”, señala.

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Como explica el escritor Néstor David Pastor, la herencia africana de América Latina se extiende a casi todos sus géneros musicales. “En algunos casos, este patrimonio es parte de una fusión de diferentes culturas; mientras que en otros, tiene sus raíces en tradiciones musicales de origen africano que se han conservado durante generaciones”.

Una encuesta del Pew Research Center mostraba  que una cuarta parte de todos los latinos de EE. UU. se identifican a sí mismos como afrolatinos, afrocaribeños o de ascendencia africana con raíces en América Latina. Es un elevado porcentaje que explica la creciente influencia de la cultura afrolatina en la escena mainstream de la música internacional. Estos son algunos de los ejemplos más interesantes.

Mitú  

Mitú es un dúo electrónico colombiano formado por Julián Salazar, ex integrante de la banda de cumbia psicodélica Bomba Estéreo, y Franklin Tejedor, percusionista de una estirpe de músicos de San Basilio. Mitú mezcla sonidos electrónicos con música palenquera utilizando sintetizadores y cajas de batería. Acompañan todo ese andamiaje sonoro con unas letras en las que combinan indistintamente el español el palenque.

El grupo fue fundado en 2012 y desde entonces ha grabado seis álbumes eclécticos con una gran variedad de ritmos afro-futuristas. El más reciente es “Varias dudas después”, lanzado en mitad de la pandemia por coronavirus.

Chocquibtown

A la banda colombiana Chocquibtown no se le puede encasillar en un solo género musical. Así como rapean, también se introducen en la salsa, al dance hall, a la balada, al vallenato y hasta el reggaetón. Desde bandas y artistas como Led Zeppelin, Gorillaz y Bob Marley del Chocó, hasta músicos del Chocó como Grupo Niche, Guayacán y Zully Murillo La Banda, han permeado en cada trabajo musical de Chocquibtown, que se resume en ocho álbumes y en una veintena de exitosos sencillos.

Recorrer el cancionero de Chocquibtown es prueba de ello. Escuchar «El Bombo», «Somos Pacífico» y «Calentura», es querer saber más de los ritmos afros y de los pueblos negros de Colombia. Pero cruzarse con «Salsa & Choke» y «Uh la la», es contagiarse con ritmos del caribe colombiano. Como señalaban en una entrevista para PanamericanWorld: “Somos personas de amor, de buena vibra, de buenas letras, que trabajamos sin miedo por nuestra cultura y nuestra región, sin hacerle daño a nadie”. Lo han logrado fuera de Colombia al mostrar que es un país pluriétnico y multicultural, un país de blancos, afros e indígenas.

Los Rakas

Los Rakas es un grupo panameño de hip-hop creado en 2006 por Raka Dun (Abdull Rubén Domínguez) y Raka Rich (Ricardo Betancourt). Además de compañeros de combo son primos. Han publicado seis trabajos hasta el momento y fueron nominados en los Grammy. Ellos definen su música como «la vanguardia de los flujos panamericanos».

Su catálogo de influencias es inabarcable y no está sujeto a ninguna etiqueta más allá de las que les quiera imponer la crítica. Dancehall, reggaeton o R&B salen a pasear en sus canciones, junto a una cultura rap que explotan de manera hábil gracias a su bilingüismo. Junto a la música existe un compromiso político y social que se manifiesta en canciones como «Sueño Americano», en la que tratan temas tan candentes como el de la inmigración. En 2019 publicaron su último trabajo, «Manes De Negocio».

Las Alegres Ambulancias

Las Alegres Ambulancias son, en realidad, una estirpe familiar colombiana que se remonta a la noche de los tiempos y que cose la tradición de una saga con la herencia palenquera. El grupo fue creado en 1905 en Palenque de San Basilio como una propuesta musical representativa de la tradición Batata: familia de tamboreros y cantadoras que representa mejor que nadie la comunidad palenquera, sus tradiciones, sus fiestas, sus velorios y su lengua.

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El grupo es una especie de escuela de música para muchos músicos jóvenes y su legado ha profundizado en diversos ritmos como lulbalú, bullerengue, chalupa, kasimba y fandango. En la actualidad, el manager y percusionista de la banda, Tomás Teherán, descendiente de la dinastía de bateristas musicales ‘Batata’, está reviviendo su legado con ritmos soukous africanos, no solo para los muertos sino para los que están vivos.

Novalima

La banda peruana Novalima se creó a principios de siglo como una reunión en la diáspora de músicos que querían conservar las huellas de su tradición musical combinando elementos de la música afroperuana con la electrónica. Su álbum “Ch’usay, o ‘voyage’” fue interpretado en quechua en homenaje a las influencias andinas y amazónicas que siempre han estado presentes de forma muy visible en su  música.

El núcleo del grupo fundacional estaba repartido entre varias ciudades del mundo (Lima, Barcelona, Hong Kong y Londres) y esa visión cosmopolita ha influido en la manera en la que han sabido maridar sus raíces peruanas con una amalgama de estilos contemporáneos como la electrónica o el beat. Desde el inicio han tenido como objetivo la búsqueda de una conexión entre el mainstream y sus raíces locales para luchar contra la discriminación cultural.