En el barrio de San Isidro, en el corazón de La Habana Vieja, donde en un futuro quizás no lejano se levantará un distrito de arte, está la Galería Taller Gorría (GTG). En este espacio, durante dos meses, puede apreciarse la exposición “Relato: Insolente-Historia Mansa”, del artista cubano Henry Eric Hernández, compuesta por 15 obras que discursan entre sí. Dibujo, gráfica, cerámica, video instalación se combinan para acercarnos a una diversa gama de personajes y reinterpretar, a nuestra manera, uno de los ejes temáticos más visibles en la carrera de este artista transdisciplinar: la relación entre historia y poder.

PanamericanWorld estuvo en GTG y conversó con este  creador, quien logró el título de doctor en la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado tres libros y ha recibido becas de The John Simon Guggenheim Memorial Foundation, The Pollock-Krasner Foundation, The Christoph Merian Foundation y The Shigaraki Ceramic Cultural Park.

¿Qué propone con Relato: Insolente – Historia mansa?

— Este es un proyecto retórico en torno a algo en lo que yo he trabajado mucho, que es la relación entre la Historia y el Poder. De qué manera el Poder controla narrativas históricas y también la manera en que, a la vez, estas narrativas históricas van soportando un espacio de poder.

En la exposición lo que hice fue revisar todo mi archivo documental y trabajar con un concepto que me interesa que es la ficcionalización de la historia, de qué manera siempre el relato histórico contiene esos espacios de ficción o relatos ficcionados.

He estado trabajando como los historiadores orales. Estos generan su propio archivo, para luego trabajar sobre él. En los últimos 15 años he estado haciendo cine documental independiente y en 2008 publiqué un libro con la editorial Percival Press, “Otra isla para Miguel”, que incluía un DVD con seis documentales cortos, de 15 minutos. Esa obra es la que cierra el tramo con el género documental desde 2000 al 2008. Luego dejé reposar ese archivo y, en 2010, lo retomo y es que empecé este proyecto, que ya lleva seis años.

Una pieza de la exposición está conformada por frases dichas por mujeres que forman parte de una historia mayor y lo que me interesaba era sacar una frase específica que, cuando la extraes de un contexto anecdótico mayor, logras ese tono de eslogan o de consigna, pero siempre desde el ámbito de lo minúsculo.

En el centro del proyecto está la parte de la historia mansa, es decir, en la que la historia la conviertes en suvenires. Aquí trabajo con unas cajas libros, forradas con terciopelo, que contienen documentos personales. Hay una pieza que es una libreta, que escribió un señor cuando tenía 8 años, en 1964. Ese señor creció, envejeció. Entonces es ese documento personal, pero a la vez colectivo, porque forma parte del gran relato nacional, pero desde el ámbito personal.

Hay otra obra, en cerámica, donde está la frase que cuenta una señora viuda, que perdió a su esposo en la guerra de Etiopía. Es la frase que él le dice antes de partir: “prefiero que mis hijos digan mi padre es un mártir a que digan que mi padre es un cobarde”. La obra se llama “Placebos que ayudan a vivir”, de qué manera toda esta retórica ha servido como un placebo a nivel espiritual, personal, humano.

Me interesa mucho el texto. En esta exposición todas las obras tienen textos. No es el texto como complemento, sino el texto como una imagen. La palabra se convierte en una imagen, lo que dices oralmente cuando lo escribes logra una fuerza a nivel de imagen y generas un imaginario.

¿Cómo fue la relación con GTG?

— El crítico David Mateo me invitó a GTG, ya que iba a realizar el lanzamiento de la revista Art Crónica, donde aparecía una entrevista que me habían realizado. Vi el lugar, me pareció espectacular, me presentó a Adán Perrugorría y así arrancó todo. Espacios como este le hacen mucho bien a la cultura cubana. Son espacios alternativos, que están trabajando con arte contemporáneo.

¿Qué le parece la experiencia en el taller impartido en el Instituto Superior de Arte?

— Allí estoy impartiendo un taller, con el título “Transdisciplinaridad, arte y ciencias sociales”. Para mi tesis doctoral, sobre la representación de los peregrinos políticos hacia Cuba, leí textos de estudios visuales, antropología visual desde la comunicación, estudios de comunicación, hermenéutica, sociología. A partir de esta experiencia me interesaba, también por el tipo de obra que había hecho anteriormente, hacer un cruce de arte y ciencias sociales.

A partir de la obra de cada uno de los estudiantes les recomendé una serie de textos desde la antropología, sociología, historial cultural, para que se les moviera el pensamiento. Esta primera edición del taller, de cuatro meses, tiene dos ejercicios: uno primero, de pensamiento, donde cada uno de los alumnos escribe un ensayo. Luego todo esto va empaquetado en un sobre, con una libreta, para que cuando lo tengas puedas leer y tomar notas, como un espacio de estudio. El otro ejercicio es la clase abierta que tendremos en GTG, una exposición durante tres días, a la que invitaré a personas del ámbito del arte, críticos, curadores, coleccionistas, para que entre todos hagan un ejercicio crítico de la exposición. Es un proyecto que pienso mantener.

¿Próximos planes?

— Después de “Relato: Insolente-Historia Mansa” tendré una exposición en Santander, España, en un espacio que se llama “Palacete del Embarcadero”. Será una exposición muy diferente a esta, porque es con un proyecto de cerámica que realicé en Marruecos, a partir de una beca que me otorgó la Fundación Jackson Pollock, en Nueva York, en 2010.  Además, tengo varios compromisos en exposiciones colectivas de artistas cubanos, para la segunda mitad del año, en Hong Kong y México.