Entre sus encantos, Argentina es bien reconocida en el mundo por la calidad de sus productos vitivinícolas. Sin embargo, la tradición de ser tierra fértil para la producción de vinos derivó en un negocio fructífero que data de la última década: los paseos por las bodegas, una clásica actividad que estaba ligada a la fidelización del cliente, se convirtieron en el eje de una industria que ya se ha consolidado.

Si tomamos los datos de Bodegas de Argentina, en 2014 se calcula que más de 1.300.000 visitantes recorrieron los Caminos del Vino de Argentina, repartidas en más de 190 bodegas divididas.

Las cifras muestran también que la oferta de bodegas destinadas a la actividad ha crecido de manera notable, con un incremento constante en el tiempo que oscila entre el 7% y el 10%.

La estadística también enseña que en éste contexto hay una gran protagonista, la ciudad de Mendoza. Lindante con la Cordillera de los Andes, la belleza de sus paisajes y las características amigables de su suelo y de su clima hacen que sea la provincia más apta para la producción de vino. El 70% del Enoturismo tiene foco en esa ciudad, que contabiliza más de 100 de las aproximadamente 190 bodegas que ofrecen esa modalidad turística en el país.

El Enoturismo ha despegado como negocio en el país gracias al impulso gubernamental, tanto a nivel nacional como provincial, pero su génesis, en sentido estricto, tiene que ver con la profunda crisis económica que atravesó Argentina a principios del 2000. Así lo explica Guillermo Barletta,  coordinador del departamento de Turismo de Bodegas Argentinas

¿Cuál es el contexto que da impulso a la actividad del Enoturismo?

Bodegas de Argentina nace en el 2001 producto de la unión de dos instituciones tradicionales, la Unión Vitivinícola Argentina (que estaba en Buenos Aires) y el Centro de Bodegueros de Mendoza. Entre las dos, ostentaban más de 100 años de experiencia en la industria del vino.

Ya a fines de los 90´s se convirtió en un tema de interés desarrollar la actividad turística en las bodegas. Ocurre que hay un cambio en la industria vitivinícola en esos años que generó que los vinos argentinos empezaran a salir al extranjero y a tomar cierta notoriedad. El grado de tecnología que se empezó a aplicar en la comercialización hizo que los consumidores estuvieran interesados en saber dónde se fabricaban esos vinos, entonces los bodegueros tuvieron que empezar a convivir con este turismo que llegaba por su cuenta a las bodegas para conocer, para saber de dónde venía la etiqueta, cómo se hacía.

¿Cómo respondió la industria a ésta demanda?

Se comenzaron a armar recorridos, a capacitar distintos temas que los bodegueros consideraban importantes. Los bodegueros se daban cuenta de que el turismo del vino no se puede hacer sin la bodega, pero la bodega sola no basta. A principios del 2000 se empieza a poner en marcha un Plan de Desarrollo del Enoturismo en Argentina, se entendía que tenían que estar integradas las bodegas pero también con la parte turística, me refiero al hotel, la gastronomía, el complemento cultural, geográfico e histórico. Se entendía también que sin inversión no iba a haber un crecimiento cualitativo, entonces se empezó a trabajar en el proyecto Bodegas de Argentina a nivel nacional. Se buscó financiamiento en el Banco Interamericano de Desarrollo y junto con el Ministerio de Turismo de la Nación se gestionaron USD 2 millones para invertir en Argentina. USD 1 millón lo aportó el BID, un aporte no reembolsable con el compromiso de gestionar otro millón de dólares por parte de gobiernos locales, municipales, inversores, etc.

Así nació el Plan de Consolidación para el Enoturismo que se desarrolló del 2006 al 2011 e incluyó a las provincias de Salta, La Rioja, Catamarca, San Juan, Mendoza, Río Negro, Neuquén y Córdoba. Se trabajó en el relevamiento de la oferta en Argentina pero también quisimos saber qué estaba pasando en otras regiones que impulsaban el Enoturismo en el mundo. A partir de estos dos ejes surge el Observatorio de Enoturismo donde hacemos análisis, herramientas estadísticas para el desarrollo del turismo del vino en la Argentina. También tenemos Caminos del Vino, un relevamiento de la oferta ecoturística en cada una de las provincias.

¿Qué información pudieron obtener a partir de la estadística y los relevamientos?

Nos dimos cuenta de que el Enoturismo tiene un impacto diferente según la provincia, en Mendoza tiene una importancia central, en Catamarca o Río Negro es un producto secundario o complementario de otros. En la ruta del Adobe (Catamarca) por ejemplo, las construcciones en adobe antiguas se complementan con la experiencia de las bodegas, en Cafayate (Salta) puedes hacer exclusivamente turismo enológico, y así con las otras provincias. Lo que ocurre con Mendoza es que tiene casi el 70% de la producción nacional de vinos, San Juan puede estar en un 15% y menos del 15% se distribuye en el resto de las provincias. Esta magnitud de la producción se traslada al volumen de turismo.

¿Qué ocurre con Mendoza que la distingue de otras zonas?

Primero por una cuestión geográfica y climática, es el lugar donde se encuentra la mejor calidad de los vinos. Históricamente es el lugar más grande de producción. Mendoza es como la punta de lanza de todo el impulso a la actividad por la cantidad de bodegas, además de la  calidad del vino. La crisis económica del 2001 convirtió a la Argentina en un destino muy barato para el extranjero y gracias a un Plan de Desarrollo Turístico que impulsó el gobierno, Mendoza se adelantó respecto de otras provincias en entender que el turismo era una oportunidad para desarrollar el destino. No sólo por el vino, el Aconcagua (segunda cumbre mundial, detrás del Everest), espejos de agua, etc. se empezaron a explotar a nivel turístico.

¿Cómo es que el prestigio de los vinos mendocinos traspasa las fronteras?

Un hito fue la distinción de Mendoza en la red Great Wine Capitals, una membresía que concentra ciudades vitivinícolas del mundo. Para estar allí hay que cumplir requisitos de turismo y de calidad turística y compartimos distinción con Florencia, Bordeaux, Cape Town, Porto, Rioja, Napa Valley, entre otras. Nos posiciona el destino junto a otras capitales del vino.

Hoy nuestros principales mercados externos son US y Canadá, luego Brasil, algo de Chile y luego en Europa, Reino Unido. Luego un poco de España e Italia.

¿Los visitantes llegan a los Caminos del Vino a raíz de la prueba previa o es al revés?

Hay una teoría que dice que el principal promotor turístico del vino es la botella. La exportación del vino argentino sin duda abre mercados y eso es lo que invita a la persona a conocer la ciudad donde fue producido el producto. Tiene un correlato: los principales mercados donde se exporta son Canadá, US, Brasil, Reino Unido, después Chile. El turista que llega de Europa, es el enoturista “de libro”, que viene siete días a recorrer las bodegas, hablar con los enólogos, probar todos los vinos, es un amante del vino. También intentamos romper la temporalidad del producto. Descubrimos con el Observatorio que potencial para que la visita no se redujera sólo al verano. Empezamos a desarrollar actividades como Música Clásica en los Caminos del Vino, Tango, Vino & Cine, Bodegas Abiertas, una circuito que une Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, siempre inventamos propuestas  para que la gente se acerque a las bodegas.