Durante un mes La Habana ha lucido diferente gracias la Bienal de arte o, quizás, fuimos sus habitantes los que la vimos de otra manera, un poco más colorida, rítmica, alegre en medio de tantas carencias, vicisitudes, desesperanzas.
Para eso también sirve el arte, para darnos algo de alegrías efímeras, al contemplar una obra a la que dotamos de tantos significados como vasta sea nuestra imaginación.
La Habana fue una galería a cielo abierto, no se cansaron de repetir los organizadores de la XII edición de la Bienal, el evento más importante de las artes visuales que se celebra en el país.
Creadores de 52 países tomaron espacios públicos de La Habana y nos devolvieron, de acuerdo con Norma Rodríguez Derivet, directora de la Bienal, “la ciudad hecha metáforas”.
Con el tema “la construcción de lo posible”, el evento agrupó 12 grandes proyectos colectivos y más de 200 exposiciones personales que fueron mostradas en galerías públicas y privadas y, también, a cielo abierto, en lugares icónicos como el Malecón de una urbe con casi cinco siglos de historia.
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Bienal: Arte en el sofá de La Habana
Los habaneros lo llaman, con razón, el “sofá de la ciudad” y es un sitio de visita imprescindible para los que viven o están de paso por la capital cubana. Noche tras noche, el Malecón ofrece su muro para observar el mar desde la ciudad y, a veces, la ciudad desde el mar.
Las olas chocan, una y otra vez, contra el concreto, en un afán perenne por sobrepasar la barrera hecha por el hombre. Imposible no establecer un paralelismo entre esta acción y los destinos de un país que trató de ser diferente.
El Malecón, con su enorme carga simbólica, nuevamente fue el sitio seleccionado para mostrar el proyecto colectivo “Detrás del muro”. La idea pertenece al curador Juan Delgado y es habitual en la Bienal desde la edición de 2012.
En esta ocasión, más de 80 artistas, procedentes de 15 países, intervinieron con video arte, performance, instalaciones, pinturas y esculturas varios kilómetros del Malecón, desde el parque Maceo hasta la fortaleza La Punta.
El Malecón: un muro de arte en la Bienal
Quizás la obra más colorida de “Detrás del muro” haya sido T3C36, del español David Magán. Los paseantes se detenían ante ella constantemente y probaban observar la ciudad desde un color distinto.
Otra parada imperdible era “Heraldo”, un enorme unicornio, confeccionado con resina poliéster y fibra de vidrio. Frente a este animal mitológico, creación del artista Gabriel Raúl Cisneros, no pocos trataron de acariciar su enorme cuerno.
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“Monumento al hombre incompleto”, del cubano Adrián Fernández, también llamó mucho la atención. Una escultura de acero, de seis metros de altura, toma forma parecida a un hombre, pero, como lo indica el nombre de la pieza, está incompleto. Queda para el paseante decodificar la obra y agregarle, en su imaginación, las partes faltantes.
Calles habaneras, un nuevo corredor cultural
Una de las iniciativas más peculiares de la Bienal 2019 fue el Corredor Cultural que se estableció en la calle Línea. Esta es una de las avenidas más populosas de la capital cubana y, de seguro, no pocos quedaron sorprendidos al comprobar que el tráfico quedaba interrumpido para darle paso a una intervención urbana nunca antes vista en Cuba.
La compañía Acosta Danza, dirigida por Carlos Acosta, fue una de las que ofreció su arte en plena avenida. Además, los niños disfrutaron de la actuación del grupo La Colmenita y hubo performances de Teatro El Público y El Ciervo Encantado.
Más allá de regalar el arte un día, como parte de la Bienal, en realidad el Corredor Cultural de Línea, que forma parte del proyecto Espacio, creado por la arquitecta cubana Vilma Bartolomé, busca revitalizar espacios públicos e instituciones ubicadas a lo largo de la avenida.
La Unión Europea decidió financiar el proyecto que se extenderá hasta 2021, un plazo de tiempo en el que promete una regeneración urbana desde la cultura.