La africana Angélique Kidjo rinde homenaje a la gran cantante cubana Célia Cruz en su nuevo disco, que ha llamado genéricamente “Celia”. La artista nacida en Benin, considerada una de las grandes renovadoras de la música africana, ha recuperado diez de los temas que la reina de la salsa grabó durante la década de los cincuenta y sesenta junto a la “Sonora Matancera”.

Kidjo, que canta en español, los ha revisado y actualizado y se los ha llevado a su terreno, haciendo más visible y actual la huella africana que tan presente está en toda la tradición musical cubana.

Exiliada de Cuba por la revolución de Fidel Castro en 1960, la cantante Célia Cruz se estableció en Nueva York, viviendo por un tiempo en Hell’s Kitchen. Treinta años más tarde, huyendo también de la dictadura comunista de Benin, Angélique Kidjo se encontró en Nueva York viviendo en el mismo bloque que la cubana.

La africana ya era una gran admiradora de la reina de la salsa, a la que había visto en una gira por África en 1974 tras el “Rumble in the Jungle”. Esta fascinación persistió y creció tras conocerse y empezar a colaborar esporádicamente en algunos conciertos.

Angelique Kidjo Celia
Kidjo siempre fue gran admiradora de la artista cubana, a la que escuchaba de pequeña en su Benin natal.

Cuba y África, músicas de una misma tradición

Clásicos como ‘Cucala’, ‘La vida es un carnaval’, ‘Sahara’, ‘Baila Yemayá’, ‘Toro Mata’, ‘Eleguá’, ‘Químbara’ o ‘Bemba colorá’ suenan ahora con el reconocible sello de la africana pero conservan la esencia del inconfundible estilo que creó Celia Cruz. Kidjo no ha pretendido en ningún momento cantar como la cubana, y eso se agradece.

Para conseguir que el experimento no naufrague o desvirtué las creaciones originales, Kidjo se ha rodeado de algunos de los mejores músicos del momento; entre ellos el baterista nigeriano Tony Allen, el bajista Meshell Ndegeocello y sus compatriotas de la banda de metales Gangbé Brass Band.

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Allen es el arquitecto de uno de los estilos más exportados del continente —el afrobeat—. Su presencia en el disco ha permitido que sonidos tan reconocibles del cancionero popular latinoamericano como la cumbia, los boleros y el reguetón incorporen ahora trazas de ethio-jazz, sonidos mandingas y rumba congoleña.

Kidjo y su arreglista, David Donatien, interpretan las raíces africanas de la salsa y las empujan a un terreno nuevo pero a la vez familiar. La apertura de «Cucala» se desliza hacia los altos riffs de guitarra afropop y una mezcla de afrobeat con el sello inconfundible de Tony Allen.

La salsa es patrimonio de Cuba y de África

El morbo está en escuchar el gran clásico de Celia Cruz, la canción que la hizo global, el clásico tardío «La vida es un carnaval«. La versión nos remita a la Eitopia de la década de los 70, cuando una pléyade de soberbios músicos de jazz creó un género propio que se conocería mundialmente como ethio-jazz. Mahmoud Ahmed, Tilahun Gessese o Mulatu Astatke lideraron esa generación de inmensa estatura artística, cuyo espíritu aflora en los rincones de este disco.

Las diez canciones abarcan varias décadas de la carrera de Cruz, desde antes de abandonar Cuba en 1960 hasta sus innovadoras grabaciones para el célebre sello Fania Records en Nueva York en la década de los 70, pasando por «La Vida Es Un Carnaval», la canción de 1998 que se convirtió en su éxito definitivo. Según afirma el prestigioso medio norteamericano NPR, “las reinterpretaciones de Kidjo reorganizan las moléculas de las canciones que muchos de nosotros conocemos de memoria. Los resultados son gloriosos”.

Una de las conclusiones de la incursión de Kidjo en la tradición cubana es que la huella africana no es sólo una característica de su música sino parte de su raíz, de su esencia. Como recordaba la revista Rolling Stone recientemente, es el símbolo de un complejo mestizaje cultural que tienen en Miami, La Habana, Kinshasa, Nueva York, San Juan de Puerto Rico, Bamako o Cotonú sus nidos compartidos de gestación global.

De hecho, Celia Cruz siempre estuvo muy orgullosa de la herencia africana de Cuba y lo mostró en sus declaraciones y en su repertorio musical. Al principio de su carrera cantó canciones en homenaje a algunas de las deidades yorubas comunes entre la población negra de Cuba. Angelique Kidjo, por su parte, ha recordado estos días que la salsa ha sido popular en África durante décadas.

Céliz Cruz, la gran inspiración de Angélique Kidjo

En una entrevista concedida a la revista Ok Africa ha señalado que “Celia nunca rehuyó de su herencia africana. Nunca. Comenzó en los años 40 cantando a los Orishas y al ritmo de África. Así que para mí, cuando crecí y empecé a escuchar más música de Celia Cruz aparte de «Quimbara», fue como «¿De verdad? Ella está cantando a todos aquellos Orishas que conozco, y puedo entender el Yoruba». Por lo tanto, fue una absoluta obviedad que había puesto al descubierto el ritmo africano”.

Angelique Kidjo Celia
La cantante de Benin cuenta que la salsa siempre fue popular en su país. Muchas bandas de salsa inspiraron su música y sus gustos.

La cantante de Benin ha contado en varias ocasiones que la salsa siempre fue popular en su país y parte de su cultura musical, por lo que el acercamiento a la figura de Celiz Cruz fue un proceso orgánico, natural. Kidjo ha recordado cómo le impactó el hallazgo de la artista cubana, la primera mujer que escuchaba interpretar salsa sobre un escenario.

”En mi país las bandas de salsa local solo estaban formadas por hombres. A veces, si no podían encontrar hombres para cantar en el coro, entonces llamaban a una mujer. Pero siempre estaban detrás del escenario. Para mí ver a una superestrella femenina de salsa en el escenario fue un cambio de juego. Yo estaba como, «¿Las mujeres pueden hacer eso? No hay nada que no pueda hacer entonces».

Kidjo ha tenido en el pasado varias aproximaciones artísticas y culturales a la tradición musical de Cuba, Latinoamérica y el Caribe. En la preparación de su famosa trilogía, cargada de un potente compromiso con su identidad y su pasado, rastreó las raíces de la esclavitud a través de la música. La primera parte fue en América, la segunda parte le llevó a Brasil y la tercera al Caribe con parada en Cuba.

“Fue una experiencia. Sentí que, bajo la dictadura comunista todos te estaban espiando, era un sentimiento muy extraño. Salgo de la casa, la gente lo está mirando, cada movimiento que hago, todo el mundo lo sabe”, recordaría.