En Latinoamérica existen nueve startups unicornios, emprendimientos que han crecido a pasos agigantados en muy pocos años, hasta llegar a alcanzar una valoración que supera los mil millones de dólares.

Su crecimiento puede compararse al de empresas emergentes globales como Uber, Xiaomi, Airbnb o Snapchat. La mayoría de ellas nacieron antes o poco después de que explotara la burbuja de Internet en 2001 y basan su actividad en el mundo web. Son digitales y emprendedoras, y con huella internacional.

«Por primera vez en la historia, América Latina está generando empresas de base tecnológica en escala», reconoce Ignacio Peña, fundador de la consultora de innovación Surfing Tsunamis. «Apenas es el comienzo de una transformación profunda», agrega el experto.

Su empresa, junto a un equipo de NXTP Labs -el fondo de inversión en tecnología más activo en la región- y con el apoyo del Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo (FOMIN-BID) publicó «Tecnolatinas», el primer estudio en analizar las firmas tecnológicas de la región.

Para ello, más de 20 expertos de diferentes países identificaron 5.000 compañías en América Latina y, después, redujeron la lista a aquellas con un valor mínimo de US$25 millones.

El resultado fueron 124 empresas de ocho países que representan un mercado de al menos US$38.000 millones.

«Desde América Latina y de emprendedores latinos han surgido muchas innovaciones: desde la primera maleta inteligente (Bluesmart) o una constelación de nanosatélites (Satellogic), hasta mercados que facilitan el acceso a empleo a trabajadores no calificados o plataformas que permiten la inclusión financiera», cuenta Marta Cruz, cofundadora y directora de NXTP Labs.

Los países que encabezan el club de startups tecnológicas latinoamericanas son Brasil y Argentina.

De hecho, de los nueve unicornios, cuatro están en Argentina (Despegar.com, Globant, MercadoLibre y OLX), dos en Brasil (B2W y Totvs), otros dos en México (KIO Networks y Softtek) y uno en Chile (Crystal Lagoons).

Todos ellos representan el 61% del valor del ecosistema de empresas tecnológicas en América Latina y, según Peña, «están entre los mayores jugadores del mundo a partir de innovaciones en sus modelos tecnológicos».

El país que encabeza el ranking de las «tecnolatinas» es Brasil (con un 48%), seguido por Argentina (19%), México (14%), Chile (8%) y Colombia (7%).

¿CÓMO LOGRARON CRECER TANTO?

«Brasil y Argentina tienen más ‘tecnolatinas’ debido en parte al tamaño de pool de talentos del que disponen», dice Peña. «A eso se suma el liderazgo de algunos emprendedores pioneros que fueron clave para mostrar que era posible tener éxito creando empresas de internet y software».

Marta Cruz coincide.

«Ambos países han sido el escenario de desarrollo de las empresas de mayor valor lideradas por talentos que destacan de resto de la región», asegura la argentina, quien trabajó por más de ocho años en MRM Worldwide como directora regional de Latinoamérica, manejando cuentas como HP, Intel, Coca-Cola, GM o MasterCard.

Cruz asegura que los emprendedores a la cabeza de esas firmas tecnológicas «se convirtieron en los modelos a seguir» de otros empresarios en el sector.

Pero la especialista dice que existen diferencias socioculturales en la región y distintas iniciativas de cada país, las cuales han generado «un ambiente propicio para el desarrollo de empresas de alto impacto».

«Aunque, muchas veces, las condiciones adversas, como ocurrió en Israel, son impulsoras para la creación de soluciones de alcance global, o al menos regional».

Y, cuando esto ocurre y una empresa logra llegar alto, el primer impacto es la creación de valor, dice Peña, quien tiene 15 años como consultor de administración en proyectos para Brasil, México, Chile y Argentina.

«A eso se suma la generación de empleos y oportunidades. Un ejemplo es MercadoLibre [una empresa argentina dedicada a compras online], que en apenas 16 años de vida logró tener más de 3.500 empleados y permitir que más de 100.000 pasen a vivir de vender productos en su sitio web».

«Tal vez el mayor impacto sea demostrar que América Latina puede ser parte de la revolución tecnológica y promover un nuevo paradigma de lo que significa ser empresario en la región», admite.

Sin embargo, dice Peña, «es temprano para hablar de impacto global».

¿Y qué ocurre con los países que quedaron a la cola? ¿Cómo pueden mejorar?

«Tienen una gran oportunidad: analizar cómo se fueron desarrollando los ecosistemas de emprendimiento e innovación más exitosos, aprender de los errores que éstos hayan cometido y empezar a operar», dice Cruz.

Para Peña, «lo primero es darse cuenta de que es posible y es buen negocio innovar desde América Latina».

«Lo mejor que tenemos no son las materias primas, sino nuestra gente», dice el experto. «Lo segundo es percibir que, muchas veces, los países chicos tienen mayor capacidad de cambio y aprender de ellos».

«A partir de ahí, es lanzarse a la pileta sin pudor y persistir e iterar con inteligencia hasta triunfar», sostiene el argentino. «La clave es darse cuenta de que se trata de una maratón y no de una carrera de 100 metros, pero que el esfuerzo vale la pena».

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