El panorama de La Habana ha cambiado notablemente en apenas un lustro. Las calles, otrora en penumbras, ahora han dado paso a numerosos carteles, muchos de ellos iluminados con luces de neón, que muestran un panorama que, durante más de cuatro décadas, estuvo ausente del escenario económico cubano: la proliferación de los negocios por “cuentapropia” (privados).

Desde paladares (restaurantes), bares y cafeterías,  pasando por talleres para reparar móviles y computadoras, hasta estudios de fotografía y tiendas de regalos, las iniciativas privadas continúan creciendo en un escenario de reformas económicas, amparado por un marco jurídico que, aunque no pocos lo consideran todavía insuficiente, ha abierto un camino que no parece tener retroceso.

Las cifras oficiales indican que 2014 cerrará con más de 476 mil personas (cerca del 9% de la población activa) acogidas a “formas de gestión no estatal”, distribuidas en 200 categorías que incluyen algunas totalmente en desuso como “forrador de botones”, pero dejan fuera a aquellas vinculadas con  el capital profesional. Además, el gobierno ha permitido la creación de cooperativas, tanto agropecuarias como otras dedicadas a diferentes servicios (329 en total).

En el sector de la gastronomía y los servicios técnicos y personales, por ejemplo, de los casi 13 mil establecimientos que existen en el país, el Estado ha arrendado a los cuentapropistas 3570, en los que trabajan 11 270 personas. Las autoridades reconocen que el resto de las instalaciones también pasarán, gradualmente, a ser gestionadas—aunque sin la titularidad de los inmuebles—por privados.

El trabajo por cuentapropia también ha sido visto como una válvula de escape para que no crezcan los niveles de desempleo en el país, a partir de las reducciones de nóminas implementadas en diferentes empresas estatales, encerradas en su ineficiencia e incapacidad para sostener los elevados niveles de gasto. La situación económica de Cuba en 2014 fue, nuevamente, muy compleja. El gobierno reconoció que el crecimiento había sido de apenas 1,3%, por debajo del 2,2% esperado; aunque, de acuerdo con el Ministro de Economía, Marino Murillo, en 2015 “se proyecta un incremento del PIB ligeramente superior al 4 %, con lo cual se revierten las moderadas tasas anteriores y la tendencia a la desaceleración de los últimos años”.

CUENTAPROPIAS CUENTAN

Alberto no tiene idea de las cifras económicas de Cuba en 2014; pero no duda en reconocer que la “situación está difícil”. Cada semana recibe entre tres y cuatro pedidos de clientes que quieren actualizar las bases de datos de los software antivirus y también instalar aplicaciones, en móviles y tabletas, sobre todo con el sistema operativo Android. Alberto es ingeniero informático y trabajó durante algún tiempo en una empresa estatal; aunque “con los nuevos tiempos”, como califica al contexto actual, decidió que le era más rentable dedicarse al mundo del software, por cuentapropia.

En un país donde la penetración de Internet continúa siendo baja, la demanda de aplicaciones para los dispositivos móviles ha aumentado notablemente en los últimos tiempos. “Son buenas noticias para mí”, asegura Alberto quien no cuenta con acceso a Internet, pero un amigo descarga las aplicaciones de diferentes sitios web  y luego él las instala. “Gano cuatro veces lo que obtenía mientras trabajé, durante un año, ocho horas al día, en una empresa con el gobierno. Me gustaría realmente dedicarme a la programación, a crear software, que es lo me que gusta; pero tengo que vivir”, se despide este ingeniero de 27 años.

Una de las actividades que más ha proliferado es el arrendamiento de viviendas. En los principales sitios de la capital cubana—Vedado, Playa, Centro Habana y Habana Vieja— no es difícil encontrar, colgado en la puerta de una casa o apartamento, el cartel con un ancla azul, que indica que estamos en presencia de un arrendador oficial en pesos cubanos convertibles (cuc). Carmen trabajó durante más de dos décadas en el sector educacional. A mediados de los noventa, cuando se autorizó inicialmente el cuentapropismo, decidió preparar uno de los tres cuartos de su casa, ubicada en el municipio Centro Habana, para alquilarlo, especialmente a extranjeros. Así estuvo durante dos años, pero luego optó por cerrarlo. “Demasiadas trabas en aquel momento”, reconoció.

Con las nuevas reformas quiso retomar el alquiler. “Me ha ido más o menos bien”, explica Carmen, quien alquila su cuarto (con aire acondicionado, televisión y baño privado) por 25 o 30 cuc diarios, un precio inferior al de los hoteles; además, ofrece desayunos y almuerzos a los que lo soliciten. “Paso trabajo para comprar las cosas, porque seguimos sin un mercado mayorista, o sea, tengo que comprar donde mismo lo hacen todos. Es una de las cosas que más hemos pedido al gobierno, sobre todo la gente que tiene paladares, pero a mí también me sería muy útil poder comprar productos al por mayor y a menor precio, sin embargo, hasta ahora no hay respuesta a este reclamo”, concluye.

Cada mañana, Yoan se despierta a las 4:30 y una hora más tarde comienza su jornada laboral. Es chófer de un Chevrolet del 56 y con él realiza un largo recorrido entre La Palma y el Vedado. Cada pasajero paga 10 pesos (moneda nacional) y en un día Yoan aclara que recoge entre 1200 y 1600 pesos; pero de ellos debe entregar 1000 al propietario del automóvil, porque él solo se encarga de conducir; además, a eso hay que restarle los impuestos, los costos de las roturas del carro y el precio del petróleo. “La ganancia grande es la del dueño, pero así me defiendo”, dice, mientras sonríe y trata de no desviar la mirada de la carretera.

La inexistencia de un mercado mayorista y la imposibilidad de recibir inversión extranjera de manera legal son algunos de los problemas que afrontan los cuentapropistas. A pesar de estos obstáculos, los negocios privados se han consolidado en Cuba. La Habana y el resto de las ciudades del país se han llenado de carteles, muchos de ellos lumínicos de neón, con mejor o peor gusto.  Son la más clara señal de que los emprendedores cubanos siguen buscando nuevas alternativas en un país que continúa cambiando.

Por M. Gómez  Fotos: F. Medina. PanamericanWorld. La Habana