Si hay algún problema común a todas las ciudades en Venezuela en este inicio de año es el desabastecimiento de productos de la cesta básica y las consecuentes colas o filas que forman a diario cientos de consumidores a las puertas de los supermercados, mercados y abastos con la expectativa de adquirir algún bien prioritario.

Mientras el gobierno nacional garantiza que “en Venezuela hay inventario de materia prima suficiente para producir y satisfacer las necesidades de la población durante cuatro meses”, el presidente del ente que reúne a los empresarios, Fedecámaras, señaló a una emisora local que “las informaciones que tenemos directamente es que hay inventario para 45 días máximo, esa no es ninguna buena noticia».

Sin saber a quién creerle más que a lo que ven sus propios ojos, los venezolanos han hecho ajustes en su dinámica diaria, ya sea haciendo colas para tratar de conseguir los alimentos o productos que necesitan, o recurriendo a paliativos que les permitan sobrellevar la situación.

En un recorrido por las calles de algunas ciudades de Venezuela, se puso de manifiesto, una vez más, la tan cacareada creatividad del ciudadano para hacer frente a este período de escasez que tanto nerviosismo está generando en consumidores y comerciantes.

Gisela Rivas, quien realiza trabajo doméstico a domicilio y reside en la Isla de Margarita, expresó que «cuando no consigo un producto básico como la harina para arepas, compro casabe o pan, que todavía se consiguen y con eso soluciono. En cuanto a la leche, por ejemplo, tenemos unos cuatro meses sin comprarla porque es muy difícil conseguirla, entonces simplemente no la consumimos. Para lavar, he tenido que comprar jabón líquido del más costoso (como Vel Rosa) y también acudo a un local pequeño donde elaboran productos de limpieza, llevo un envase y allí me lo llenan. Y así uno va resolviendo en el día a día. Hay que hacer muchas colas para conseguir alimentos, pero mi condición de salud no me lo permite y tampoco puedo perder el tiempo para trabajar».

Un sector que se ha visto muy afectado es el de los taxistas, a quienes se les dificulta conseguir repuestos para sus vehículos, así como aceite, batería o cauchos.

Alí Rodríguez, quien trabaja en la línea TaxiVen en Caracas, comentó que “tenía el carro chocado y, como no conseguía los repuestos, estaba de vacaciones obligadas”. A su juicio, cuando finalmente aparecen las piezas para los carros, son de mala calidad.  “Me tocó montarle la correa de los tiempos a un carro modelo Chevrolet Optra y compré una que supuestamente era original; a los 2 meses se dañó”, explicó.

Dado que un caucho económico cuesta Bs. 10.000 (aproximadamente US$60,00), Rodríguez fue enfático en señalar que “para alargar la vida de los cauchos y del aceite del carro no hago carreras (traslados) fuera de Caracas. Se consume mucho el vehículo y habría que cobrar muy caro el servicio”.

La situación de Rodríguez es similar en otros taxistas y conductores de transporte público en general, quienes comienzan a reclamar un aumento del costo del pasaje en varios estados del país.

Según los analistas económicos, la regulación de precios, decretada el 11 de febrero de 2003 como una medida para evitar la inflación de alimentos y productos básicos, ha sido uno de los principales detonantes para  la escasez en Venezuela. Contrariamente a lo esperado, estos controles impuestos han disparado la inflación, haciendo inviable la rentabilidad de algunas operaciones industriales.

Un ingrediente adicional se suma: la escasez de dólares para importar materia prima se ha traducido en una reducción paulatina de marcas y presentaciones de productos, llegando inclusive hasta su completa desaparición de los anaqueles, en algunos casos.

La caída de los precios petroleros ha agudizado la situación en los últimos meses.

Ingenio de comerciante

Henry Rizo es dueño de una Parada Inteligente (espacio similar a un kiosco de periódicos y golosinas).  Ante el deterioro de la situación, este comerciante ha debido hacer ajustes para mantenerse activo.

Al hacer un análisis del negocio, comenta que “en cuanto a las revistas (que era un fuerte de las ventas) han disminuido considerablemente los ejemplares que nos distribuían debido a la escasez del papel. En lo que se refiere a las chucherías (golosinas), si no hay un chocolate grande se consigue uno pequeño. La gente sigue consumiendo”.

Justamente en ese segmento radica un problema de consideración: “nuestro principal proveedor es Nestlé y en 2014 no distribuyó ni 10% de lo que debía repartir. Es por ello que, para mantenernos en el negocio, nos ha tocado comprar a revendedores de los mismos productos Nestlé, aunque a un precio más elevado.  Al final la idea es tener el producto y estar surtido. Se vende más caro, a pesar de las quejas de los clientes”, resaltó Rizo.

Las alternativas para subsistir son válidas, así sea aliándose con la competencia.  Es el caso de Luis Enrique Lobo, dueño de un autoperiquitos (tienda de conveniencia para vehículos) ubicado en Santa Teresa del Tuy, hacia el centro del país. “Tenemos que trabajar de la mano con la competencia para intercambiar mercancía y así estar surtidos; por ejemplo, aceite sintético por aceite mineral para transporte. Si a los comercios de la zona le sale más un producto que yo tengo y no circulo, hacemos un intercambio”, refirió.

Asimismo, destacó que, ante la escasez, “los socios hemos tenido que hacer ajustes: ahora vamos directamente a buscar la mercancía, visitamos nuevos proveedores para poder estar surtidos”.

Lobo explicó que la falta de aceite para vehículos les obligó a estudiar e investigar sobre la calidad de los productos que se consiguen y las posibilidades de colocarlos sin riesgo de daño al parque automotor. “En Venezuela hay aceite mineral, semisintético y sintético, pero como ya no se puede vender lo que el cliente está buscando, indagamos sobre la viscosidad de los aceites y comprobamos que se puede colocar en los carros algún otro que no sea el indicado por el fabricante aplicando aditivos adicionales.  Eso no se hacía antes, y, como ha dado buen resultado, nuestros competidores de la zona han adoptado igual medida”.

Así como Lobo y Rizo, los colegios comienzan a verse en la necesidad de pedir a los padres y representantes que lleven el papel higiénico que usarán los estudiantes, ante la escasez que se reporta del producto. Y las tintorerías ya usan lavaplatos para lavar la ropa frente a la falta de detergente.