Nunca antes en la historia del Salón de la Fama del béisbol, ubicado en Cooperstown, habían ingresado tres peloteros latinos, en un mismo año. En 2022, el llamado “Templo de los Inmortales” recibió a dos cubanos: Orestes “Minnie” Miñoso y Antonio “Tony” Oliva y al dominicano David “Big Papi” Ortiz. Ahora, ya son 18 jugadores latinoamericanos con una placa en esa icónica instalación.

En PanamericanWorld preparamos un resumen con los datos de cada uno de los peloteros latinos que están en Cooperstown. Por países, Cuba lidera con seis miembros, uno más que Puerto Rico y dos más que República Dominicana. Mientras, Panamá tiene dos representantes y Venezuela uno.

La lista de peloteros latinos ha crecido mucho en las últimas dos décadas y, de seguro, en un futuro no lejano, grandes estrellas, como Adrián Beltré y Albert Pujols, Yadier Molina y Miguel Cabrera (en su último año en activo) tendrán su placa en el Salón de la Fama.

Roberto Clemente (Puerto Rico)

El puertorriqueño fue el primer latino exaltado al Salón de la Fama. Clemente brilló dentro y fuera del terreno de juego. Unos meses después de su trágica muerte, ocurrida el 31 de diciembre de 1972, en un accidente aéreo, cuando llevaba ayuda para los damnificados por un fortísimo terremoto en Managua, Nicaragua, Grandes Ligas decidió incluir a Clemente en su selecto listado de Inmortales.

En 18 temporadas en las Mayores, Clemente ganó cuatro títulos de bateo, dos anillos de Serie Mundial, 12 Guantes de Oro y en 15 ocasiones asistió al Juego de Estrellas. Sus estadísticas fueron espectaculares: 317 de promedio ofensivo, 240 jonrones y 1305 carreras impulsadas.

Martín Dihigo (Cuba)

El primer cubano en tener una placa en Cooperstown nunca pudo jugar en Grandes Ligas. No por falta de talento, porque “El Maestro” Dihigo ha sido considerado el pelotero más completo de todos los tiempos de Cuba, sino por la segregación racial que imperaba en las Mayores.

Dihigo tuvo excelentes resultados en las Ligas Negras, como bateador y lanzador, durante más de dos décadas. También brilló en las ligas profesionales de Cuba y México. En 1977, Dihigo formó parte del primer grupo de jugadores de las Ligas Negras que fueron exaltados al Salón de la Fama. Lamentablemente, “El Maestro” no pudo disfrutar ese momento, porque falleció en 1971.

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Juan Marichal (República Dominicana)

El mejor lanzador dominicano de la historia entró en Cooperstown en 1983. En sus 16 años en las Mayores ganó 243 partidos (la mayoría de ellos con los Gigantes de San Francisco), ponchó a 2303 bateadores y finalizó con un promedio de efectividad de 2.89.

Luis Aparicio (Venezuela)

El único pelotero venezolano con una placa en Cooperstown es Luis Aparicio. Este extraordinario torpedero fue exaltado en 1984. En 18 temporadas en Grandes Ligas logró un título de Serie Mundial, fue Novato del Año, ganó nueve Guantes de Oro y participó en 13 Juegos de las Estrellas.

Rod Carew (Panamá)

Carew ha sido uno de los bateadores más completos de las Mayores. Ganó siete títulos de bateo, fue el Jugador Más Valioso de la Liga Americana, en 1977, y participó en 18 Juegos de las Estrellas. En 19 años, entre los Mellizos de Minnesota y los Angels de California, promedió 328 e impulsó 1015 carreras. En 1991, el panameño entró al Salón de la Fama.

Orlando Cepeda (Puerto Rico)

“Peruchín” Cepeda llegó al Salón de la Fama en 1999, tras una brillante carrera de 17 años en las Mayores. En 1967, cuando jugaba con los Cardenales de San Luis, recibió el premio como Más Valioso de la Liga Nacional y fue campeón de la Serie Mundial. Terminó con un promedio ofensivo de 297, disparó 379 jonrones e impulsó 1365 carreras.

Atanasio «Tony» Pérez (Cuba)

Tony Pérez fue un jugador clave en el formidable equipo de los Rojos de Cincinnati que ganó dos títulos de Serie Mundial de manera consecutiva. El cubano estuvo activo durante 23 temporadas, en las que conectó 379 jonrones e impulsó 1652 carreras. En 2000 entró a Cooperstown.

José Méndez (Cuba)                                                                                                                                  

“El Diamante Negro”, como apodaban a José de la Caridad, fue otro de los cubanos que nunca pudo jugar en Grandes Ligas, por el color de su piel. En las Ligas Negras estuvo siete temporadas, en los que ganó 30 partidos como lanzador. Además, combinaba el trabajo en el terreno con el rol de director de equipo. Su mejor resultado lo obtuvo con los Monarcas de Kansas City. En 2006 entró al Salón de la Fama.  

Cristóbal Torriente (Cuba)

El “Babe Ruth negro” fue un formidable bateador, de muchísima fuerza. En las Ligas Negras jugó con los Gigantes Americanos de Chicago, los Monarcas de Kansas City y las Estrellas de Detroit, a lo largo de la década del 20 del siglo pasado.

Además, Torriente tuvo buenas actuaciones en la Liga profesional cubana, donde logró seis títulos. En 2000, al igual que José de la Caridad Méndez, fue exaltado a Cooperstown.

Roberto Alomar (Puerto Rico)

Este boricua fue un gran defensor de la segunda base y un bateador muy oportuno. Ganó dos Series Mundiales, con los Azulejos de Toronto. Obtuvo 10 Guantes de Oro y cuatro Bates de Plata.

En sus 17 años en las Mayores, Alomar promedió 300, con 210 jonrones y 1134 carreras impulsadas. En 2011 entró al Salón de la Fama.

Pedro Martínez (República Dominicana)

Martínez ha sido uno de los lanzadores más dominantes de las últimas tres décadas en Grandes Ligas. En 18 temporadas ganó 219 juegos y apenas perdió 100, con un promedio de efectividad de 2.93. Ganó tres premios Cy Young, uno con los Expos de Montreal y dos con los Medias Rojas de Boston. En 2004 logró el anillo de campeón de la Serie Mundial. En 2015 recibió su placa en Cooperstown.

Iván Rodríguez (Puerto Rico)

“Pudge” fue un excelente receptor defensivo, que ganó 13 Guantes de Oro; pero, además, sobresalió por su fuerza al bate. En 21 temporadas conectó 311 jonrones e impulsó 1332 carreras. Ganó siete Bates de Plata, un premio como Jugador Más Valioso de la Liga Americana, en 1999 y un anillo de Serie Mundial, con los Marlins, en 2013.

El boricua entró al Salón de la Fama en 2017.

Vladimir Guerrero (República Dominicana)

Guerrero tenía mucho poder en sus muñecas. En 16 años en las Mayores sacó 449 pelotas de los estadios e impulsó 1496 carreras. Su mejor temporada fue la de 2004, con los Angels, en la que ganó el premio al Jugador Más Valioso. Ganó ocho Bates de Plata y participó en nueve Juegos de las Estrellas.

El dominicano fue exaltado a Cooperstown en 2018.

Mariano Rivera (Panamá)

El mejor cerrador de todos los tiempos se convirtió en el primer y, hasta ahora, único pelotero que ha recibido el 100% de los votos de la Asociación de Escritores de Béisbol de América para ingresar al Salón de la Fama.  

Las estadísticas de Rivera fueron impresionantes. En 19 campañas salvó 652 partidos en temporada regular (y 42 en playoffs), su efectividad fue de apenas 2.21 y ponchó a 1173 bateadores. El panameño ganó cinco anillos de Serie Mundial, con los Yankees de Nueva York y participó en 13 Juegos de las Estrellas.

Edgar Martínez (Puerto Rico)

Otro pelotero latino que entró al Salón de la Fama en 2019 fue el boricua Edgar Martínez. En 18 temporadas en Grandes Ligas, Martínez ganó dos títulos de bateo, en cinco ocasiones obtuvo el Bate de Plata y estuvo en siete Juegos de las Estrellas. Terminó con un promedio ofensivo de 312, conectó 309 jonrones e impulsó 1261 carreras.

Orestes «Minnie» Miñoso (Cuba)

El primer pelotero afrolatino que jugó en Grandes Ligas no pudo vivir el momento de su exaltación al Salón de la Fama. Durante mucho tiempo, fanáticos y expertos pidieron que el cubano Miñoso ingresara a Cooperstown. Sin embargo, ese momento se prolongó demasiado. Minnie falleció en 2015 y, seis años después, los miembros del Golden Days Era Committee aprobaron el ingreso de Miñoso al Templo de los Inmortales.

Miñoso ganó tres veces el Guante de Oro como jardinero izquierdo. El cubano finalizó con un promedio de 299, 195 jonrones y 1089 carreras impulsadas.

Antonio «Tony» Oliva (Cuba)

Los expertos del Golden Days Era Committee también seleccionaron para el Salón de la Fama a este formidable bateador cubano. Oliva fue campeón de bateo en tres ocasiones de la Liga Americana, siempre con los Mellizos de Minnesota. En ocho oportunidades intervino en el Juego de las Estrellas. Finalizó con un promedio de 304, en 15 temporadas, con 220 jonrones y 947 carreras impulsadas.

David Ortiz (República Dominicana)

El mejor bateador designado de todos los tiempos en Grandes Ligas entró al Salón de la Fama este 2022. “Big Papi” jugó 20 temporadas, la mayoría de ellas con los Medias Rojas de Boston. Ganó tres anillos de Serie Mundial y en siete ocasiones obtuvo el Bate de Plata. Disparó 541 jonrones e impulsó 1768 carreras.