Egan Bernal ha sido el mejor deportista latinoamericano de 2019. Su impresionante victoria en la última edición del Tour de Francia, la primera de un colombiano en la historia, ha situado a este deportista nacido en Bogotá hace 22 años en la élite del deporte mundial.

Egan Bernal logró no solo un triunfo histórico sino también incontestable, convirtiéndose además en el corredor más joven en ganar la carrera ciclista por etapas más importante del mundo.

Hijo de una familia muy humilde con tradición ciclista por el lado paterno, Bernal se forjó en la endiablada orografía de Zipaquirá, donde creció. Ahí brotó de manera natural la primera diferencia con respecto a la tradicional escuela colombiana que irrumpió en los años 80 del pasado siglo, que en buena medida se había formado en las violentas rampas andinas.

Egan Bernal es heredero directo de los míticos Lucho Herrera, Fabio Parra, Santiago Botero, y al mismo tiempo el miembro más joven de una generación de amplio espectro en la que habría que incluir a Nairo Quintana y a Rigoberto Urán.  

Ambos habían sido hasta ahora los dos únicos colombianos que habían tenido oportunidades reales de lograr la victoria en el Tour. Les faltó el punto de calidad, mentalidad y también buena fortuna que Bernal tuvo en la última edición de la ronda francesa.

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Egan Bernal, un ciclista diferente

A diferencia de todos ellos, Bernal no solo es un excelente escalador sino también un buen ciclista en todos los terrenos, regular y completo. Los inolvidables escarabajos que hicieron mundialmente famoso el ciclismo colombiano en los años 80 del pasado siglo, enrolados en míticos equipos como Café de Colombia o Postobón, eran invencibles cuando las carreteras se empinaban.

Pero cuando llegaban las largas etapas llanas, los abanicos frenéticos o las contrarreloj, su poderío se difuminaba y quedaban arrinconados en el más absoluto ostracismo. Se perdían en las interminables rectas de la región central francesa o caían siempre en las emboscadas que perpetraban los equipos de centro Europa, bregados en mil y una batallas tácticas.

Los colombianos además se llevaban mal con el frío europeo y su relación con el viento era dramática. Definitivamente tenían un límite, pero en los Alpes o en los Pirineos sus actuaciones eran gloría y épica, corazón y fe. Los ingredientes que el ciclismo ha perdido desde que la tecnología ha acabado con la capacidad de iniciativa de los ciclistas.

Bernal ha transformado esa genética de la escuela ciclista cafetera: ha sido capaz de mantener lo mejor de la tradición de su país y absorber lo que necesitaba del ciclismo europeo para convertirse en un corredor completo. Tiene además un talento natural que no es posible entrenar: la mentalidad y la inteligencia.

Muchos expertos en ciclismo lo venían anunciando desde que en 2017 ganara el Tour del Porvenir; Egan Bernal estaba preparado para ser el primer ciclista colombiano en ganar el Tour de Francia.

Pese a que en aquel momento su compatriota Nairo Quintana era uno de los favoritos a ganar la ronda gala, muchos ya observaban en el corredor de Bogotá esa personalidad única y cautivadora que solo tienen los elegidos. Dos años después esos pronósticos se cumplieron.

Lucho Herrera fue en 1987 el primer ciclista colombiano en ganar una de las tres grandes vueltas por etapas: la Vuelta Ciclista a España. Nairo Quintana subió unos cuantos escalones más y ganó la prueba española y también el Giro de Italia. Fue podio en el Tour francés, también lo fueron Fabio Parra y Rigoberto Urán, pero ninguno de ellos pudo conseguir lo que Egan Bernal conquistó el pasado mes de julio

Bernal, una carrera meteórica

El colombiano se entrenó durante varios años con Fabio Rodríguez, ex-gregario de lujo en dos Vueltas a España a principios de los noventa. Trabajó con él hasta los 16 años pero entonces, influenciado por el manager Pablo Mazuera, decidió pasarse a la bicicleta de montaña y en ese nuevo terreno alcanzó una proyección internacional.

Ese nuevo prestigio le impulsó de nuevo al ciclismo de carretera y su camino hacia el éxito fue tan meteórico como imparable. Gianni Savio, del equipo Androni Giocattoli-Sidermec, lo invitó a participar en una prueba del calendario junior italiano. Arrasó y el experimentado dirigente le ofreció un contrato de cuatro años, del cual solo había cumplido la mitad cuando el poderoso Team Sky -hoy Ineos- lo reclutó en 2017.

«Cuando vi a Egan Bernal lo que vi fue un niño muy humilde, muy dentro de él (…) se veía hasta frágil», explica Mazuera. «Pero tiene un talento desbordado (…), tiene unas condiciones que son sobrehumanas y una mentalidad muy dedicada».

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El tímido y menudo Bernal debutó hace tres temporadas en el ciclismo de ruta y sus resultados desde entonces son impresionantes. En 2017 se coronó campeón del Tour del Porvenir, en 2018 ganó el Tour de California y a mediados de junio se consagró en la Vuelta a Suiza. En julio tocó el techo del ciclismo mundial con el Tour de Francia.

«Es uno de los mejores escaladores del planeta y además tiene una respuesta positiva en la crono», una de las debilidades históricas de los colombianos, señala Mauricio Silva, autor de «La leyenda de los escarabajos», un libro sobre las hazañas europeas de los cafeteros.

Cuando en los Campos Eliseos de París recibió el trofeo como ganador, tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no llorar mientras sonaba el himno colombiano. Pero, ya abajo, lloró desconsoladamente como nunca antes se había visto llorar en público a un hombre con fama de sereno y temple inquebrantable.