José Dariel Abreu conoce, quizás como ningún otro pelotero en el mundo, cuál es, literalmente, el sabor de un pasaporte. Cuatro años atrás, después de abordar un avión rumbo a Estados Unidos desde Puerto Príncipe, el fornido jugador optó por el único camino posible en ese momento: tragar una página de un falso pasaporte haitiano que había obtenido por intermedio de unos traficantes para, cuando llegara a territorio estadounidense, presentar solo sus documentos cubanos y acogerse a la Ley de Ajuste. Triste, pero cierto y esta no es la historia más dramática que han vivido los jugadores de la Isla, en su empeño por llegar a las Grandes Ligas.

Después de los históricos anuncios del 17D de 2014, cuando el entonces presidente estadounidense Barack Obama y el mandatario cubano Raúl Castro restablecieron las relaciones entre dos gobiernos distanciados profundamente durante más de cinco décadas, no pocos pensaron que uno de los ganadores de este diálogo sería el béisbol, un deporte que forma parte de la herencia cultural de ambas naciones.

El ex-presidente estadounidense Barack Obama y el mandatario cubano Raúl Castro durante su histórica visita a Cuba en 2016.

En este nuevo contexto, ¿hubiera sido posible establecer un acuerdo mediante el cual los peloteros cubanos pudieran firmar un contrato con una franquicia de Grandes Ligas, sin abandonar definitivamente su país a escondidas, a través de contrabandistas y, sin recibir el veto de entrada a Cuba por ocho años? El acuerdo lucía como “ganar ganar”. Por un lado, MLB terminaba con las críticas sobre el tráfico humano y aseguraba una contratación sin riesgos de futuras estrellas; mientras, Cuba encontraba una salida ordenada—y remunerada, aunque no de manera directa—de su enorme talento. Los primeros pasos parecieron promisorios.

Yasiel Puig durante su visita a Cuba en 2015 junto a otros jugadores profesionales.

En diciembre de 2015, Major League Baseball (MLB), envió una delegación de buena voluntad a La Habana, conformada por varias de las principales estrellas de esa Liga, entre ellas Clayton Kershaw, Miguel Cabrera, Nelson Cruz y, especialmente, cuatro peloteros cubanos que habían salido de manera ilegal del país y, por tanto, la mayoría no había vuelto a pisar el suelo donde nacieron. La presencia de Yasiel Puig, Abreu, Alexei Ramírez y Bryan Peña en las clínicas impartidas en la capital y en Matanzas a niños fue una clara señal de que el entendimiento era posible.

Luego, poco antes de la visita de Obama, MLB fue más allá y aseguró que buscaba establecer una representación en Cuba, mediante la cual, gracias a un permiso especial que recibiría de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), le sería posible contratar a jugadores cubanos. El complicado sistema propuesto dejaba claro que el porcentaje de dinero que quedaría en Cuba no iría a parar a una institución gubernamental, sino que se utilizaría para el desarrollo del béisbol en la Isla, ya que la MLB bajo ningún concepto incumpliría con el Bloqueo estadounidense, una ley solo revocable por el Congreso. A pesar de los obstáculos y las reticencias, muchos esperaban que el permiso llegara cuanto antes. Todavía siguen esperando.

En marzo de 2016 llegó el momento clímax. El Air Force One aterrizó en el aeropuerto de Rancho Boyeros y, poco después, arribaron los Rays de Tampa Bay. Por segunda vez en seis décadas, un equipo de Grandes Ligas viajaba a La Habana para efectuar un partido de exhibición ante la selección nacional cubana. En primera fila, en el estadio Latinoamericano, se sentaron Obama y Raúl, en una imagen cargada de simbolismo y que parecía indicar que la aproximación era irreversible.

Pasó el tiempo, no llegó el acuerdo, Donald Trump ganó las elecciones y los contrabandistas comprendieron que el negocio continuaba, especialmente después del boom que seguían disfrutando los peloteros cubanos, a partir de las buenas actuaciones que llevaron a grandes contratos logrados por jugadores como Yoenis Céspedes y Aroldis Chapman. El mecanismo se perfeccionó, pero, en el fondo, siguió siendo el mismo: sacar al jugador de Cuba para un tercer país, preferentemente República Dominicana o Haití. Allí los atletas entrenaban y sus “agentes” buscaban la forma de llamar la atención de los scouts de las franquicias de Grandes Ligas. Muy pocos alcanzaron la añorada y millonaria firma—de la que los “agentes”, exigían hasta el 30%—; mientras, la inmensa mayoría fracasó en el intento. Algunos continúan intentándolo, otros optaron por regresar a Cuba. Para los contratados, la red de tráfico humano garantizaba la rápida obtención de la residencia dominicana, haitiana o mexicana, mediante pagos a funcionarios corruptos. Al «establecer residencia» fuera de Estados Unidos, entonces los jugadores no necesitaban pasar por el draft de Grandes Ligas y recibían el estatus de agentes libres. Algo así vivió Abreu, quien contó sus vivencias en el juicio federal que se le hizo al supuesto representante de deportistas, Bartolo Hernández, por contrabando de personas, en Miami.

¿FUTURO CONGELADO?

En el Parque Central de La Habana, uno de los lugares donde más acaloradamente se discute sobre béisbol en la capital, Yordanis confiesa que sigue, semana tras semana, la actuación de todos los peloteros cubanos. Tiene 26 años, se graduó, ya ni recuerda cuándo, de gastronómico, pero lo suyo siempre ha sido la tecnología, por eso vende discos piratas, con música y películas, en la esquina de una populosa calle de Centro Habana.

En un pendrive que le regaló un amigo, Yordanis copia, cada lunes, una carpeta titulada “Cubanos en la MLB”. Los 20-30 gigas le cuestan 10 pesos en moneda nacional (aproximadamente 0,40 USD); pero él los paga sin protestar y, luego, en la noche, conecta el pendrive al DVD de su casa y observa en el televisor, con detenimiento, cada uno de los 40-50 clips, extraídos del sitio oficial de MLB, donde aparecen los momentos más sobresalientes de los cubanos en la semana. El jugador favorito de Yordanis es José Dariel Abreu. Aunque nació en La Habana, Yordanis confiesa que siempre le gustó el juego de “Pito”, quien fue un formidable bateador en las Series Nacionales, con el uniforme de los Elefantes de Cienfuegos. Yordanis no conoce cómo fue la llegada de Abreu a Estados Unidos, pero tampoco parece importarle mucho. Se sabe de memoria sus estadísticas y las millonarias cifras de los contratos firmados con los Medias Blancas de Chicago. A Yordanis le gustaría ver a “Pito” Abreu otra vez con el uniforme de la selección nacional cubana; pero dice que ahora no tiene muchas esperanzas de que eso suceda.

El Comisionado General de la MLB, Rob Manfred, y los principales directivos del béisbol en Cuba han asegurado que continúan las negociaciones sobre “la libre circulación de jugadores cubanos hacia las Grandes Ligas y la posibilidad de que regresen a su país fuera de temporada”; pero ambas partes saben que el resultado de ese diálogo se mueve más en el terreno político que en el deportivo y, en este momento, con el claro retroceso en las relaciones por el que ha optado la Administración Trump, no es difícil observar que los acercamientos están congelados.

Ese criterio lo comparte el periodista Aynel Martínez, quien tiene una columna en Cubadebate, el sitio web más visitado de Cuba. “Me parece que el tema de las conversaciones entre Cuba y la MLB se ha enfriado un poco. En abril de este año se supo la última noticia. El Comisionado Nacional, Yovani Aragón, aclaró que no existía todavía una definición concreta de cómo iba todo y eso habla a las claras de una situación de incertidumbre enorme. Dijo que se estaba avanzando, pero las preguntas serían ¿verdaderamente se avanza? ¿En qué se avanza? ¿Por qué no se es más transparente al respecto? Se hace demasiada alusión a la obviedad del freno que suponen las leyes norteamericanas, pero no se va más allá de ese asunto. Resumiendo: las autoridades cubanas han sido demasiado sombrías y las de Estados Unidos, al parecer, no han vuelto a acercarse a tratar el tema.”

La idea del estancamiento también la defiende Jorge Carlos de la Paz, periodista deportivo y editor web de la revista PlayOff. “Por un lado, aún persiste el Bloqueo económico que imposibilita que un jugador que resida en Cuba pueda participar en las Grandes Ligas. Solo se presentaron —a través de esporádicos encuentros entre representantes de la MLB y la Federación Cubana — alguna que otra idea para burlar restricciones de la Oficina del Tesoro. Luego llegó Donald Trump y todos los intentos de flexibilización de la política de Obama quedaron en el olvido. Con Trump, todo apunta a que el acuerdo con Grandes Ligas puede ser una quimera. Por otra parte, desde que se inició el proceso de acercamiento en la era de Obama, Cuba no movió ni un dedo. Con la posibilidad de dar un paso adelante, mediante la convocatoria a sus peloteros estrellas que juegan en el mejor béisbol al IV Clásico Mundial para formar el ansiado y mal llamado “equipo unificado”, las autoridades de la Isla no mostraron la más mínima intención de “buena fe”. Todo lo contrario, aún califican a esos peloteros como “desertores y traidores”. Solo en la retórica manifiestan que no tienen ningún inconveniente con las Grandes Ligas; pero, incluso cuando el reglamento del Clásico Mundial daba la posibilidad a aquellos jugadores que participaban en la MLB de vestir la camiseta cubana, ignoraron tales planteamientos y echaron, una vez más, la culpa a la política estadounidense.”

El juego parece trancado, pero, ¿para siempre? Martínez explica que las dos partes deben dar pasos en el diálogo. “Pienso que deberían establecerse más reuniones de colaboración entre ambas entidades, que se planifiquen conversaciones como mismo se han producido las relativas a los diálogos bilaterales en diferentes sectores de la vida política y económica de ambos países. Quizás también, desde Estados Unidos, podría presionarse más a la administración norteamericana para que desbloquee las trabas.”

De la Paz ofrece su propia “hoja de ruta” para destrabar el juego: “por un lado, Estados Unidos debe eliminar las restricciones legales que impiden a un pelotero que resida en Cuba jugar en la MLB. Por otro, debe existir una intención real de las autoridades cubanas para acercarse a la MLB. La convocatoria a los peloteros cubanos que juegan en la MLB a representar al país en el V Clásico Mundial, en 2021, sería una muestra de buena voluntad.” Además, de la Paz propone una mayor divulgación del béisbol de Grandes Ligas a través de los principales medios de comunicación en Cuba.

Las negociaciones entre Cuba y MLB parecen ser secretas y marchan—si es que siguen haciéndolo—de una manera muy lenta. Yordanis no sabe de esos diálogos, pero recita de memoria cuál sería la alineación de su equipo nacional para el próximo Clásico Mundial; mientras, no pocos de los jóvenes talentos que continúan formándose en la Isla, a pesar de las terribles historias que han vivido Abreu, Puig y Leonys Martin, siguen poniéndose en manos de contrabandistas que le ofrecen el sueño dorado de llegar a la Gran Carpa. El juego de Cuba ha vuelto a congelarse. Una vez más.